Una mirada a la historia
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Empezamos a ver algunas señales económicas que deberían provocarnos preocupación y que a la par ya tendrían que encender las alarmas al interior del gabinete económico. La debilidad económica observada, inflación persistente, encarecimiento del dinero e interrupciones en las cadenas de suministros son una combinación letal.
Desde luego, esto es un fenómeno que no es privativo de nuestro país, sino que se observa a nivel mundial. Lo que sí es realmente peligroso es la ligereza con la que el gobierno aborda esta situación y lo superficial de las acciones que lleva a cabo para intentar combatir estas amenazas.
Si a las ya mencionadas debilidad económica, inflación, restricciones monetarias y cortes en las cadenas de suministro mundiales, le agregáramos un elemento –el cual por fortuna no se está presente actualmente– que es el proteccionismo, estaríamos ante un escenario idéntico al que se observó durante la Primera Guerra Mundial (1GM) y sus años posteriores, que a la postre desencadenaron en la Gran Depresión.
Mientras la solución a estos problemas debería pasar por una intensa promoción y establecimiento de condiciones amigables para la inversión, así como la apertura de los mercados a la inversión extranjera para asegurar el abasto de productos y servicios en todos los sectores; la mente y la razón se nos nubla cuando anteponemos ideologías que han probado su fracaso y un nacionalismo que lo único que exhibe son nuestros más profundos complejos frente al mundo.
Y es que guste o no, cualquier posible solución que intente atemperar los aumentos en los precios, debe apoyarse necesariamente en estimular una mayor oferta de productos, ya sea mediante la producción en el país, o a través de las importaciones. Continuar viendo con recelo y resentimiento a los empresarios, no refleja sino más que una profunda ignorancia al sacar de la ecuación, a una de las variables estratégicas para resolver este complejo panorama.
No incluir de lleno al sector privado en el plan antinflacionario presentado por el Secretario de Hacienda, limitará en gran medida los alcance de este programa, el cual de por sí incluye acciones de muy corto alcance.
Aunque se agradece que dicha agenda no incluya -a lo menos no lo hace explícitamente- un esquema de control de precios, los cuales han probado ser históricamente un fracaso, es difícil sacarse de la cabeza la experiencia de economías centralmente planificadas como China, URSS y Cuba que en su momento experimentaron hambrunas terribles, cuando los políticos toman decisiones sobre cuánto y cómo producir.
Economista y Catedrático de la
Universidad La Salle Saltillo
Twitter: @guillermo_garza