Una señorita muy señora
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Acompáñame a Los Herreras, Nuevo León. Quiero que vayas conmigo a ver si es cierta una teoría que tengo. Aprovecharemos el viaje −no todo es teoría− para comer cabrito. En Los Herreras −afirman quienes son de ahí− se prepara el mejor cabrito guisado que se puede gustar en el continente americano, desde el Estrecho de Bering hasta la Patagonia. “No sé más p’allá –dicen–, pero más p’acá no”.
Yo tengo muchas hipótesis y ningún axioma. Quiero decir que elucubro acerca de todo y no poseo certidumbre acerca de nada. Ni siquiera sé si es verdad que ahora estoy escribiendo, o si más bien alguien escribe esto, y no soy yo. En fin, la vida es sueño. Esa frase la soñó Calderón.
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Te voy a decir ahora mi teoría, y luego tú me dirás si es verdadera o falsa. Quizá tendrás problemas para determinarlo: todas las cosas son falsas y verdaderas a la vez. La verdad absoluta no existe. Esto que acabo de decir es una verdad absoluta.
Mi teoría consiste en afirmar que así como hay personas ingeniosas, y otras aburridas, también hay pueblos con ingenio y otros hechos para el bostezo por falta de imaginación. Existen lugares alegres por naturaleza, así como existen seres humanos con donaire y sal desde su nacimiento. Hay pueblos aburridos, igual que hay tipos −y tipas− pedantescos que piensan que son más importantes cuanto más solemnes y estirados son. No diré de los poblados fastidiosos. Tantos hay que se podría llenar con ellos un mapa universal. Ahí la gente muere sin darse cuenta de que estuvo viva. Ahí la gente vive sin percatarse de que ya está muerta. Diré sí, de los alegres sitios. Uno de ellos es Los Herreras, Nuevo León. Ingenio y genio tiene esa galana población, y trasmite esos carismas a sus hijos e hijas como gratuito don. Hacer una lista de los señeros personajes herrerianos es formular una guía telefónica más gorda que la de Nueva York. De Los Herreras fue Lalo González, el Piporro. En Los Herreras vivió la tía Melchora, verdadera inventora del machacado con huevo, platillo al que dotó de rara perfección. En Los Herreras nació Ernesto “El Chaparro” Tijerina, con cuyos dichos y hechos se podría escribir otro Quijote. De Los Herreras fue Jorge Pedraza, inolvidable amigo, a quien Dios tiene ya en su santo reino.
En Los Herreras nació también una mujer muy mujer. Su nombre: Delia Peña. Profesora ella, soltera −con frecuencia las dos cosas iban juntas−, fue electa alcaldesa por sus conciudadanos. El primer día que llegó a su oficina en la Presidencia Municipal ya la esperaba ahí el alcalde anterior.
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-Vine −le dijo el exedil− para enseñarte cómo se maneja esto.
-Mira, Fulano −le respondió con acento terminante la señorita Delia−. Si no me casé nunca fue porque no quise tener a mi lado un cabrón que me estuviera diciendo cómo hacer las cosas. Así que te me vas yendo oritita mismo a chingar a tu madre.
Le tronó los dedos la alcaldesa, y se fue muy escurrido el exmunícipe entre las risas contenidas de quienes presenciaron el incidente.
Ésas son mujeres.
Todo lo demás es... hombres.
Encuesta Vanguardia
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