Urge una nueva política migratoria en un país hostil e indiferente a las tragedias
El presidente López Obrador acusa a la ministra presidenta y a otros ministros de la SCJN de querer negociar plazo para que la Guardia Nacional pase a la Secretaría de Seguridad.
Y les advirtió, a integrantes de la GN, no les contesten el teléfono porque quieren negociar.
La Auditoría Superior de la Federación advirtió desde 2018 problemas de hacinamiento de migrantes por parte de personas mal capacitadas e ineficiencia en oficios de seguridad. Alertaron de anomalías en el Instituto Nacional de Migración, pero no se hizo nada.
Dentro de esas anomalías estaba el maltrato a los migrantes, las presiones de todo tipo e incluso la petición de dinero para atender ciertas necesidades de los migrantes, fundamentalmente provenientes de Centroamérica.
Después de la tragedia ocurrida en un llamado refugio que funcionaba más bien como una cárcel de migrantes, y en donde murieron quemados en un incendio 40 migrantes de varios países como Venezuela, El Salvador, Guatemala... cuyos cuerpos fueron enviados a sus familias por parte del Gobierno de México, sin atención alguna del Presidente con los deudos, tras la tragedia de los migrantes que habían viajado buscando una vida mejor.
Lo que se hace cada día más que evidente es que México carece de una política que proteja los derechos humanos de los migrantes que llegan a nuestro territorio para cruzar hacia Estados Unidos. La Guardia Nacional ha tenido una política de dureza que puede ser considerada parecida a la de la Patrulla Fronteriza para detener, agredir a los migrantes, regresarlos a sus países o dejarlos caminar atravesando México, en manos de delincuentes que les cobran, les ofrecen llevarlos a la frontera, en no pocas ocasiones en manos de delincuentes que los suben hacinados en vehículos, varios de los cuales han tenido graves y/o mortales accidentes.
Los migrantes, en su inmensa mayoría, han recibido malos tratos, golpes, robos, sin lugares donde dormir o descansar, con poca o nula comida y agua, se les ha visto en esta ciudad de México incluso dormir en las calles. La mayoría han emprendido largas caminatas para cruzar el país, sin atención, documentos, apoyo alguno e incluso malos tratos de parte del Instituto Nacional de Migración INM. Han pasado horas o días para no obtener documento alguno que les permita cruzar el país, han sido golpeados, las mujeres agredidas y angustiadas con los hijos... Tampoco en su mayoría han recibido atención de la Comar que tiene pocos recursos y que podría, como lo hizo en los años 80, ayudar a quienes llegaban a México huyendo de la violencia en sus países centroamericanos y aquí encontraban trabajo y cobijo. Y si alguien lo duda, pregúntenle a Rigoberta Menchú que recibió al Premio Nobel de la Paz, retornó a Guatemala, su país y sigue luchando.
Afortunadamente, algunos migrantes son recibidos en albergues privados o religiosos, donde les dan algo de comer y un lugar donde dormir. Desgraciadamente no alcanzan a cubrir a todos los que lo necesitan, pero sí desarrollan un trabajo humanitario muy importante que es siempre reconocido y agradecido. Los albergues realizan una importante labor humanitaria, olvidada por el gobierno.
México tiene una tarea pendiente que no ha sabido desarrollar: una política propia para atender las migraciones, de cuyas raíces y penurias se ha desentendido. La política migratoria de nuestro país ha sido hostil y dura frente a las tragedias de la migración.