En la tempestad hay oleaje, ventarrón, chubasco, zigzagueo de relámpagos y estallido de truenos.
En este vaso con agua hay serenidad, transparencia, luminosidad apacible, serenos reflejos espejeantes, calma total.
TE PUEDE INTERESAR: Teléfonos desprivatizados
Una tempestad en un vaso de agua suena a disparate, a contradicción paradójica, a exageración absurda, a imposibilidad evidente.
Sin embargo, muchos la intentan. En los ámbitos de la prensa se llama amarillismo a la tonalidad de escándalo con que se tiñe una noticia.
En la vida pública se puede disparar una decisión desesperada ante un estímulo insignificante. Como declarar una guerra solo por suponer una conspiración, sin comprobarla. Se parece a la sacudida violenta de un estornudo causado por un polvo diminuto.
Explicaba un médico homeópata que esa es la fuerza curativa de la gota que impregna un pequeño “globulillo” de azúcar. Es -decía- como arrimar una pluma a la planta del pie de un hombre que descansa en una hamaca. Da un respingo tan grande que da una voltereta y cae al suelo.
¿DÉCADA DE TEMPESTADES?
En los vulnerables vasos de este siglo veintiuno se imagina, se inventa, se intenta provocar muchas sucesivas tempestades. Circulan en todos los medios adjetivos, calificativos, palabras expletivas, metáforas cáusticas.
Se reparten etiquetas despectivas que tienen su origen en algún pequeño tropezón de adversario, en un tartamudeo, en una leve incongruencia. Eso basta para suponer las peores intenciones, para tipificar delitos y hasta para dictar sentencias.
El propósito de intimidar, de asustar, de causar zozobra e inseguridad es el atajo para cualquier manipulación. Se puede lograr así que alguien haga lo que no quiere o no entiende, solo por el temor de perder algo o no obtener una ganancia.
¿VASOS TEMPESTUOSOS?
Los vasos de agua psíquicos de cada uno se vuelven efervescentes, burbujeantes y desbordantes, imitando a la tempestad. Se alborotan como la espuma de la cerveza. Tristeza, miedo y coraje sirven de trípode al nerviosismo y la pusilanimidad. Se entra en el juego sin dificultad. Se da el mordisco a la sardina que trae anzuelo.
Se deja entrar mucho ruido, mucha basura. Embarrado todo en imagen y verborrea acelerada y vacía. No pocos han desarrollado ya un admirable mecanismo de defensa, imitando al organismo humano en tiempo de invasiones virales.
Aprenden a cambiar de canal. A dar vuelta a la página. A salirse de la sala de exhibición. A no asistir a reuniones tóxicas. A no participar en conversaciones ególatras. Superan la adicción a las venganzas menores que generan los grandes odios.
Cada familiar, ciudadano, feligrés, tendrá que reforzar sus defensas interiores y aferrarse a sus convicciones más hondas y auténticas para no sentirse mar sino vaso, consciente gozosamente de sus límites para conservar su paz.
ALETEO Y HURACANES
“Mira, están volando mariposas”. Están en el jardín que ya tiene brotes anticipados y flores tercas. Es la voz de Rebeca, admirada del vuelo errático inquieto y ágil de los bellos lepidópteros. “Sí”, comenta David, quitándose los anteojos. “Dicen que el aleteo de una mariposa aquí, puede causar un huracán en Indonesia”. “Tú lo dirás de broma, David, pero estamos en un todo orgánico. Tus pensamientos, tus palabras, tus emociones, tus acciones están beneficiando o dañando a la creación y a la humanidad”... Se acerca Rebeca y le dice a David al oído: “Es que no estamos viviendo sino conviviendo”... Se posa una mariposa en el hombro de David...