Viesca: Don Tacho Mena y la danza de plumas
El nombre de don Tacho era Anastacio Mena Vélez. Nació el 15 de abril de 1935 en Viesca. Fue hijo de Virginia Vélez y Manuel Mena (viesquenses)
La danza en honor a San Isidro Labrador se lleva a cabo en Viesca, Coahuila, acompañada de una tradicional reliquia: un guiso de asado y sopas que se reparten gratuitamente entre todos los feligreses. Los encargados de esta tradición religiosa sostienen que Dios todo lo provee y da más de lo que uno puede imaginarse. Le danzan cada 15 de mayo, para que les ayude en las lluvias y así tener buenas cosechas.
Don Manuel era el encargado de organizar la danza, pero cuando falleció, su hijo, don Tacho Mena, se hizo cargo de la tradición. Desde los 6 años ya andaba en el “mitote”, cargando los guajes y las plumas. Ensayaba a los integrantes y los organizaba para que hicieran sus penachos con ramas de granada y plumas. Les añadían flores, espejos y otros colgantes. Buscaba que fueran novedosos. También hacían la palma que va en la mano de los danzantes, con agarradera de madera, adornada con ramas de granada y plumas que pintaban de colores.
TE PUEDE INTERESAR: Goyito, la historia de un hombre excepcional con espíritu de servicio
Don Tacho lo aprendió de su papá, le tomó mucho amor y cumplió con la tradición hasta el último día de su vida. Es una tradición que se convirtió en responsabilidad, pero que llena de orgullo a sus hijos, nietos y descendientes. A la fecha, cumple con la tradición su nieta Karime de Ávila Mena. Ella también aprendió el oficio de hacer las coronas y rellenar con plumas la palma que los danzantes llevan en su mano, como parte de los ritos.
El nombre de don Tacho era Anastacio Mena Vélez. Nació el 15 de abril de 1935 en Viesca. Fue hijo de Virginia Vélez y Manuel Mena (viesquenses). Murió el 22 de febrero del 2022 en el pueblo que lo vio nacer. Sólo fue hasta tercer año de primaria, ya que la situación era muy difícil y tuvo que ayudar a su papá en las labores. Su papá le enseñó a cultivar ajos, cebollas, zanahorias, caña de azúcar, entre otros productos. Por el lado de la Peña, por los cerritos, sembraban de temporal, trigo, algodón, maíz; eran tiempos de bonanza y le llegaba agua a la Laguna de Viesca. En esa época todavía había manantiales.
Igualmente, sembraban atrás del cerro del Madero donde era ejidatario. Ahí tenían una noria y sembraban chile, tomate, ajos, algodón, cebolla, calabaza mallera y de castilla, maíz y caña de castilla. Platican que en los últimos años la cosecha de camotes fue muy próspera, hubo camotes de 4 kg. Los vendían en el pueblo y otros los regalaban.
En una temporada de lluvias, levantó de temporal bastante calabaza y, con el padre Javier Gómez, encargado de la parroquia de Santiago Apóstol, la llevaron a regalar a los ejidos. También tuvo vides: las uvas eran para consumo de su familia y para regalar. Para la época de Día de Muertos, las mejores flores de cempoal eran las de don Tacho. Así se fue abriendo paso en el pueblo, siempre fue de trato amable.
Se casó a los 19 años el 27 de diciembre de 1954 con la señorita María del Socorro Montiel Luna, ella de 17 años, hija de Francisco Montiel Montoya y Santiaga Luna. Tuvieron nueve hijos: Margarito, Juan Manuel, Federico, María Magdalena, María Mayela (f), Oralia, María del Socorro, Carolina e Isaac.
Don Tacho trabajó en la fábrica de sal, de checador de pozos salineros. Durante ese periodo, en modalidad abierta, terminó la primaria y estudió la secundaria. Logró ser presidente del Comisariado Ejidal en su ejido, gestionó apoyos para sus compañeros y para el pueblo en general, siempre en beneficio de todos; lo mismo gestionó para que en Cáritas diocesana, las personas vulnerables recibieran apoyo alimentario por una módica cuota.
TE PUEDE INTERESAR: ‘Pilito’ un gran emprendedor y su burro el Zafari
Fue un laico comprometido e impartía pláticas prebautismales. Participó en las misiones religiosas casa por casa, con su biblia en mano. En su barrio colaboró activamente en el movimiento familiar cristiano. En un tiempo se encargó de la tienda Conasupo, atrás de la iglesia y, de acuerdo a sus posibilidades, apoyaba a quienes no podían comprar los productos de la canasta básica.
Si lo visitaban, los invitaba a su mesa, con su familia, a compartir el pan y la sal. Su casa siempre estuvo llena de amistades, que aún lo recuerdan con cariño. La administración municipal de Viesca del 2010 al 2013 lo reconoció como ciudadano distinguido, por su altruismo. A sus 87 años, andaba en andadera, sembrando y cosechando, nunca se quejó de la vida y agradecía a Dios por todo lo recibido, por permitirle ayudar a los demás y cosechar vínculos de solidaridad con su pueblo.
jshv0851@gmail.com