Vocación por la mediocridad
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Una palabra es suficiente para sintetizar la esencia de la transformación de cuarta: mediocridad. Y pocos hechos retratan de forma contundente la vocación de este gobierno por la mediocridad como la inauguración, el lunes pasado, del aeropuerto “internacional” Felipe Ángeles.
Con tesón geobeliano, el régimen repite todos los días la cantaleta: el AIFA es, si no el mejor, uno de los mejores proyectos aeroportuarios del mundo. Méritos le sobran, se reitera de manera infatigable: desde el diseño arquitectónico hasta la “tecnología de punta” instalada en los edificios del complejo.
Lejos de la idílica realidad dibujada por el discurso oficial, desde el lunes pasado hemos atestiguado exactamente lo contrario: un ejemplo rotundo de cómo puede llevarse la mediocridad hasta el extremo de reencontrarnos con nuestro pasado.
Para quienes tenemos suficiente edad, la escenificación del lunes en Santa Lucía constituyó una suerte de déjà vu mediante el cual se nos trasladó a la época del más rancio priísmo de la segunda mitad del siglo pasado. Una época durante la cual todo giraba en torno al tlatoani en turno y solo importaba una cosa: cumplir sus órdenes y hacer realidad sus fantasías.
Fue durante la época de oro del priísmo cuando se instauró en nuestro país la simulación como política de gobierno. Y entonces lo relevante fue largamente la apariencia, la fachada, la superficie. Ya los medios controlados por el régimen se encargarían de convertir esa apariencia en verdad, pues no existía la posibilidad de contrastar la versión oficial de los hechos.
Abundan las anécdotas -crónicas sería tal vez un término más adecuado- sobre cuadrillas llegando dos días antes de la visita del Presidente -a cualquier lugar- para instalar la escenografía del evento en el cual el líder supremo retiraría la cortina de la placa inaugural de una obra... solo para, una vez concluida la ceremonia y el festejo, ver a la misma cuadrilla cargando hasta con los árboles recién plantados.
¿Estaba realmente concluida la obra? ¿Era funcional? ¿Resolvía el problema por el cual se le había concebido? ¿Tenía la calidad necesaria? ¿Se habían utilizado los mejores materiales y las más modernas técnicas en su realización? ¡A quién le importaba eso! Lo relevante era la foto del señor Presidente, los discursos, las loas a la Revolución.
Y eso justamente vimos el lunes pasado: un ritual del más rancio priísmo al cual los acólitos del régimen aseguran haber derrotado, expulsado del poder y desterrado del país. Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo, de la Madrid, Salinas... cualquiera de ellos puede sustituir a López Obrador en las fotos, las crónicas y los discursos oficiales. Nadie notaría la diferencia.
Tan solo preguntémonos cuál es la razón por la cual “debía” inaugurarse el Felipe Ángeles el 21 de marzo de 2022.
No fue porque, de acuerdo con el programa de obras, ya estuviera listo, o porque se hubiera logrado un avance suficiente para, incluso sin estar terminado, pudiera funcionar al menos de forma decente. No: se inauguró el lunes pasado porque el líder supremo y eterno así lo decretó y él jamás se equivoca, ni pospone las decisiones. Porque su condición de semidiós le concede la posibilidad de transformar la realidad con solo mover la mano.
¿Se van a resolver los problemas de saturación del aeropuerto Benito Juárez con la nueva terminal aérea? ¿Va a ser reconocido algún día el AIFA como un aeropuerto de talla internacional? ¿Hablarán laudatoriamente de esta obra los extranjeros a quienes les toque en suerte conocerla?
Ya lo sabremos cuando esté terminado y funcione a plena capacidad. Por lo pronto, hoy es solo un monumento extraordinario a la mediocridad y sirve, sobre todo, para exhibir el alma priísta del régimen actual.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx