Adam Sandler o el arte de sobrevivir

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/ 28 diciembre 2015

Dos décadas después de alcanzar la fama mundial, pese al desprecio de la crítica y sus numerosos detractores, el actor sigue estando entre los mejor pagados de Hollywood y le llueven las ofertas

Adam Sandler vuelve a estar de actualidad. Otra vez. El actor estrena en Netflix la película The Ridiculous 6, en la que se rodea de sus habituales colegas, en otra de esas comedias donde los losers, cincuentones que actuan como jóvenes de instituto, ganan. Adam Sandler lleva haciendo la misma película desde los años noventa. A sus fans les chiflan sus chistes naif con pinceladas de humor grueso, pero sigue acumulando detractores que, a pesar de todo, llenan los cines para ver sus mamarrachadas. ¿Cómo es posible esto? ¿Estamos ante un fenómeno similar al de Torrente pero al otro lado del charco? Éstas son las razones por las que no podemos aguantar a Adam Sandler pero no nos perderemos The Ridiculous 6.

Porque se rodea de los mismos colegas, pero logra cameos locos.

Adam Sandler siempre trabaja con los mismos, 'megasecundarios' que no encontrarían otro curro si no fuera por él, estereotipos todos. Muchos de ellos de su nostálgica etapa del Saturday Night Live, como su inseparable Rob Schneider. En lo positivo, su camarilla improvisa y le da vidilla a la trama y a él mismo, que nunca se queda solo (a no ser que sea para ligar o para transmutarse en héroe). Pero, no, no sois los Monty Python, pandilla. Sin embargo, todo lo que se ahorra en sueldos lo invierte en megaestrellas que se dan el capricho de desfasar por una vez en sus carreras, aunque sea en forma de cameo. Y eso sí que nos da material del bueno para darles caña.

Porque se ríe de los tontos, pero en realidad parece buen tipo.

Va de tranquilote y bonachón, él que no se mete con nadie. Parece querer dar pena con ese gesto de angustia, para que le perdonemos de antemano los previsibles chistes malos. De tan bueno, Sandler parece tonto y se aprovecha de esa idiotez para suscitar la broma. Sin embargo, sucede algo en la trama que le convierte de pronto en el tipo más listo del mundo, aunque no lo busque. Un loser con suerte que sabe torear el mal rollo atrayendo la buena fortuna. A su manera, es políticamente incorrecto, él que parece no haber roto un plato en su vida.

Porque él se lo guisa, él se lo come, pero ¡su mérito tiene!

Ser el número 51 de las celebrities mejor pagadas de 2015 no es moco de pavo (siempre se ha mantenido en el top y eso que ha bajado posiciones). Adam Sandler lo controla todo, y como no dirige, le endiña siempre sus desvaríos al director Dennis Dugan, otro más de la cuadrilla. Con Netflix ha firmado por cuatro películas, ahorrándose, además, en distribución y promoción, y dirigiéndose a un público más objetivo, el suyo, no los que le atacan con palos cual piñata. Vamos, que si estabas cansado de Adam Sandler y sus bufonadas, ¡prepárate! Si esto no es montárselo bien…

Porque liga con las más guapas, pero sigue con su novia de toda la vida.

Fue el pionero, luego llegaría Judd Apatow, Seth Rogen y compañía. Ambiguo siempre, es un héroe para los chavales. Sin ningún atributo físico memorable sabe encandilar a todo pibón que se le cruza. Eso sí, con guión de por medio y cierto tufillo machista -la máxima de La Bella y la Bestia: “la belleza está en el interior”, solo se aplica aquí a él-. Lo máximo lo vivimos en Sígueme el rollo, cuando pudo elegir nada menos que entre la top Brooklyn Decker y la atractiva Jennifer Aniston, que se marcaba un bikinazo de quitar la respiración. Sandler se recrea en los típicos chistes de loser de instituto que acaba llevándose a la más guapa. Le pasó en la vida real- está casado con la también actriz y modelo Jackie Titone- así que sabe muy bien cómo manejar el tema de las fantasías sexuales… de los demás.

Porque tiene un humor infantiloide, pero no hace daño.

Nos dan igual sus ideales políticos, religiosos o de cualquier índole. Es militante republicano, pero suele hacer declaraciones polémicas y la política casi nunca asoman en sus gags. Parece pasar por la vida sin mojarse por nada. Sandler es el míster Proper del humor, blanquísimo y añejo, se ha quedado atrapado en el tiempo. Con sus 49 palos ya no cuela ser peterpanesco, pero a él no le importa, de ahí que siga llevando ese look de adolescente virgen, con su gorra de los New York Mets, camiseta, pantalones cortos y zapatillas. Por eso se junta con los de siempre y acaba creando tramas alrededor de niños con problemas o familias disfuncionales. Pero, ¿nos quita el sueño? No. La peor pesadilla que podrás tener será imaginártelo como mujer gracias a Jack y su gemela.

Porque repite el mismo personaje, pero los gags le funcionan.

En su fábrica de hacer dinero, Sandler apuesta sobre seguro. Más valen los chistes malos conocidos que los buenos por conocer. Su afamado doblaje al castellano ha evitado su peculiar tonillo de voz original, con el que puede desquiciar al hater más curtido, pero, por lo demás, el niño grande con licencia para tomarnos el pelo parece vivir atrapado en el tiempo. Es un papá genial o un chico ideal o un desmadre de padre siempre. Lo intentó en el drama, y le aplaudimos por ello. Con Embriagado de amor, de Paul Thomas Anderson, fue nominado al Globo de Oro. Fue su particular Show de Truman, la unica vez que la crítica pareció aplaudirle, pero pronto volvió a las andadas. No le pidas a Little Nicky que se escape de su propio infierno. Su evolución pasa por no perder las viejas costumbres, marca de la casa.

Por Mariló García / El País

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