Gráfica del 68

Artes
/ 7 octubre 2019

En el 51 aniversario de la trágica culminación de los 123 días del movimiento estudiantil de 1968, es preciso rememorar el papel de la gráfica -tanto institucional como emergente- que se convirtió en un potente medio, más que iconológico, ideológico

Se ha dicho casi todo de aquel año: se han generado versiones, mitologías, mistificaciones, literatura, música, un amplio cuerpo de archivo fotográfico, registros audiovisuales reencontrados; pero se ha hablado poco de su gráfica: tanto de la identidad institucional, gestada a la luz de los Juegos Olímpicos -inaugurados diez días después del 2 de octubre- como de la potente gráfica emergente del movimiento, que de muchas maneras se apropió y resignificó el sistema visual atribuido en distintas versiones tanto al diseñador gráfico norteamericano Lance Wyman, como al arquitecto mexicano Pedro Ramírez Vázquez.

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Un borroso origen

La versión más extendida -cuasi oficial- adjudica la creación del legendario logotipo de los Juegos Olímpicos al famoso diseñador norteamericano -autor de otros irónicas identidades como la del Metro de la CDMX, Papalote Museo del Niño, MARCO y otras renombradas empresas mexicanas. Sin embargo, un sistema visual tan complejo -tan completo- extendido no sólo al logotipo, sino a sistemas de señalética, timbres postales, identificaciones de espacios, papelería, disciplinas deportivas, e incluso aplicada a la vestimenta de edecanes y guías, difícilmente podría atribuirse a un autor individual.

Como parte de una controversia que incluso tomó tintes legales, avivada por la celebración del medio siglo del evento, el hijo del extinto arquitecto y  también diseñador gráfico mexicano (autor, entre otras identidades, del logotipo de Televisa) demostró mediante la publicación un memorándum interno de la oficina de su padre, la existencia ya desde 1966 de un primera versión del famoso logo, mucho antes de la tardía incorporación de Wyman  y otros diseñadores norteamericanos al equipo creativo tras la identidad de los Juegos Olímpicos de 1968.

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Incluso, en una entrevista relativa al tema, previa a su fallecimiento, el arquitecto detrás del concepto del Estadio Azteca, el Museo Nacional de Antropología y la nueva Basílica, reveló el reto de aquella génesis visual: comunicar el lugar, la fecha y el evento. El trazo inicial  de México 68, con la participación de Eduardo Terrazas y la diseñadora norteamericana Beatrice Trueblood, resolvió las dos primeras cuestiones: pero cuando alguien del equipo empalmó los aros olímpicos y la parte inferior de éstos coincidió con los círculos inferiores del numeral, el reto quedó solucionado. El último toque fueron las paralelas como en irradiación, hechas a puro compás. El tratamiento de la irradiación fue una propuesta del incansable arquitecto: quería evocar los coloridos tratamientos del arte huichol, abstraída esta vez por medio de líneas. El diseñador que ejecutó la versión final del logotipo fue un joven ayudante llamado José Luis Ortiz.

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Imagen revuelta

El inicio de la revuelta, eco de una inquietud mundial -atribuida en unas versiones a un abuso policiaco después de una cascarita de fútbol en la Plaza de la Ciudadela, en otras, a la represión de los granaderos tras la marcha a favor de la revolución cubana, en su expansión derivada de una mayor represión policiaca, inmediatamente generó un discurso visual emergente sin comparación, que muchas veces se apropió de la iconografía olímpica: colectivos artísticos como el grupo MIRA de la ENAP, ENAP 65 y otros, activaron un despliegue de imágenes de protesta donde buscaban concientizar, informar, cuestionar: a los aros olímpicos se les sumaron tanques, las siluetas de las disciplinas deportivas -esas sí diseñadas por Wyman- se convirtieron en formas de soldados y granaderos golpeando civiles; a la paloma de la paz, ícono de las Olimpiadas culturales, se le ensartó la punta de una bayoneta ensangrentada. Herederos indudables de movimientos de décadas atrás, como el aguerrido Taller de Gráfica Popular, los artistas de estos movimientos, sujetos a la persecución, la fugacidad, la expresión acosada, en un arte colectivo anónimo -reflejo inverso del proyecto olímpico- realizaron una verdadera insurrección gráfica y una inversión; una subversión de la imagen: una revolución visual.

 

alejandroperezcervantes@hotmail.com

Twitter: @perezcervantes7

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