“¡He estado viviendo en este cuarto por 18 meses!”, dijo Bruno Mars en un estudio de grabación en Burbank, California. El cantante estaba en el patio – vestía playera blanca, gorra de Versace sobre sus rizos y tenis blancos sin calcetines – fumando su enésimo cigarro del día y tratando de completar su álbum con toda la fuerza que le cabía en el cuerpo.
“Estoy a punto de terminarlo”, dijo Mars de 31 años. “Quiero completarlo para mediados del mes siguiente. ¡Tengo una fecha límite y esta mierda – refiriéndose al lugar – no es nada barata!”
La canción que debía terminar en ese momento era una colaboración con Skrillex, a quien le pidió que le ayudara con un tema que le había dado problemas por meses. “(Skrillex) es un genio del sonido y su versión es increíble”, aseguró Mars. “Pero hay algo que todavía no siento listo. El groove no es correcto, o hay algo que no estamos haciendo en el coro. No sé cuál es la matemática apropiada. Sólo quiero averiguar por qué de pronto me distraigo en ciertas partes”.
La última vez que Mars lanzó un disco fue en diciembre de 2012 – hace cuatro años, una eternidad para una estrella pop. Sin embargo, se mantuvo muy activo en el intermedio, con dos presentaciones en el medio tiempo del Súper Bowl (como acto principal en 2014 y haciendo una aparición en el de 2016 al lado de Coldplay y Beyoncé), eso sin tomar en cuenta su exitosa colaboración con Mark Ronson, “Uptown Funk”, una de las canciones que más ha vendido en los últimos años. Pero en realidad ha pasado mucho tiempo desde que lanzó un álbum, tanto que hasta olvidó cómo funciona todo el proceso: Las dudas, los interminables arreglos, los cigarros.
“Llegó un punto en el que sentíamos que íbamos a perder la cabeza”, comentó. “Mi ingeniero quería matarme. Ha sido un proceso muy extraño. Sentarse en esta caja helada intentando inventar canciones”.