Cultura y Pop: Gabrielle Zevin

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/ 22 abril 2025

En otra parte se muestra por qué el grabado del artista japonés Hokusai ‘The Great Wave off Kanagawa’ inspira a los personajes

Cuando buscamos una nueva novela qué leer, un error habitual consiste en leer el resumen que ofrecen las contraportadas. En su afán por interesarnos en el libro que nos quieren vender, las editoriales suelen ofrecer demasiada información.

Un ejemplo es Tomorrow, and Tomorrow, and Tomorrow, la novela de la escritora Coreano-Americana Gabrielle Zevin. Tengo la edición de bolsillo a la mano: en un sólo párrafo, la contraportada revela el motor de la historia (no lo diré), cuánto tiempo cubre (treinta años), e incluso informa en qué ciudad empieza la historia y en cuál termina (Cambridge, Massachussets, y Venice Beach, California). Es una pena: a Zevin le llevó años desarrollar todos estos detalles. Descubrirlos poco a poco es parte del placer de leer su novela.

Luego viene un párrafo interesante pero genérico: “La historia examina la multifacética naturaleza de la identidad, la discapacidad, el fracaso, las posibilidades redentoras de los videojuegos,” seguido por un cliché cursi y aplicable a miles de novelas, “y, sobre todo, nuestra necesidad de conectar, de ser amados, y de amar.”

Nada de esto explica por qué Tomorrow... deja al lector dándole vueltas al destino de sus personajes y los detalles de su trama. En este sentido, su portada es fantástica, porque además de hermosa, da pistas sutiles. En algún momento se revelará el origen del enigmático título. En otra parte se muestra por qué el grabado del artista japonés Hokusai “The Great Wave off Kanagawa” inspira a los personajes. Y los colores y la tipografía recuerdan a videojuegos, una parte esencial de la trama.

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La razón por la cual esta novela ha hecho que muchas personas la relean dos o tres veces, sin embargo, es por la manera en la cual está escrita. Dicho de otra manera —hermosa contradicción— no se puede explicar con palabras por qué es tan buena. Hay que leerla para entenderlo.

Si me lo pregunta a mí, la clave es el capítulo VII, “The NPC” (“Non-Player Character”: en el contexto de un videojuego, un personaje que no es controlado por el jugador.) En los capítulos previos Zevin ha hecho que el lector conecte emocionalmente con los personajes. No sólo le ha hecho sentir sus gozos y tristezas, sino relacionarlos con su propia existencia. Y en este capítulo, que ni siquiera es el último de la novela, todo lo que Zevin ha ido construyendo —la felicidad, el dolor, y el misterio que supone estar vivos— cristaliza, sutil y elegantemente.

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