El Metaverso está cada vez más cerca ¿cuáles son sus riesgos?
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El anuncio de la nueva aproximación que la empresa de Mark Zuckerberg hará hacia las interacciones sociales-virtuales ha encendido las alarmas de muchos sectores
Facebook ha sido parte integral —a veces demasiado— de la vida del mundo occidental durante la última década. No solo a través de su servicio principal, la plataforma de redes sociales azul donde hemos hecho amigos —y enemigos—, compartimos momentos privados y bastantes memes, sino también sus aplicaciones hermanas: Instagram, la reina de la fotografía, y Whatsapp, el servicio de mensajería más popular.
Pero en medio de una época donde cada vez se cuestiona más el papel de estas herramientas digitales en la vida humana, llegando incluso a instancias jurídicas, Mark Zuckerberg anunció hace apenas unas semanas que la compañía que lo ha hecho multimillonario cambiará su nombre a Meta, y con ello, comenzará el desarrollo de un espacio de realidad virtual donde todas las interacciones que antes realizábamos en persona o a través de estos dispositivos, ahora serán exclusivamente digitales. Esto, por supuesto, sin salir de casa, y con la posibilidad de interactuar —y consumir— en un entorno controlado por la empresa.
El “Meta-verso”, al que alude en su nombre, no es un término inventado por el magnate. Existía ya en la ciencia ficción desde mucho antes, pero su introducción declaró que, como muchas otras cosas, elementos que creíamos solo vivirían en libros, películas o videojuegos ahora podrían ser parte de nuestra cotidianidad. Y muchos no están seguros de qué pensar al respecto.
A primera vista parece una idea genial. De hecho juegos como Fortnite, Roblox o hace ya unos años con Second-Life, han planteado espacios de convivencia similares, con economías internas y dinámicas particulares, pero las ambiciones de Meta van más allá, y lo que buscan, así lo han planteado, es reemplazar buena parte de la experiencia social física por una virtual.
El filósofo habla
Byung-Chul Han, filósofo coreano, publicó recientemente un ensayo titulado “No-cosas”, en el que plantea que existen cosas —elementos físicos, materiales, sensitivamente tangibles— y no-cosas —etéreos, conceptuales, mentales, espirituales—, de los cuales los últimos ganan cada vez más terreno.
Su preocupación radica en esta tendencia a darle mayor valor a lo inmaterial, al grado de que dispositivos digitales como los NFT o las criptomonedas tengan tanta importancia en la actualidad. Su texto no lo publicó a propósito del anuncio de Zuckerberg, pero casi lo predijo.
‘Cuidar el medioambiente’
La idea detrás del ‘Meta-verso’ su creador —o al menos vocero— la justifica asegurando que sin salir de casa estaremos cuidando el medio ambiente. Y si bien, a raíz de la pandemia y del trabajo desde casa que impuso en muchos espacios, se comprobó que las afectaciones al planeta fueron menores —no en todos los ámbitos—, implica un costo de electricidad que aún no ha sido medido.
El costo de lo digital
Lo que sí se tiene constancia de cuánto afecta al ambiente es la popularidad de los NFT y las criptomonedas, cuyos métodos de obtención son tan energéticamente costosos que ya muchos están considerando su inversión en estas tecnologías, o están buscando maneras diferentes para llegar a ellas.
El uso constante de un dispositivo electrónico para acceder a este ‘Meta-verso’, podría costar mucho más que lo que ahorra.
La seguridad
Facebook y sus aplicaciones hermanas, al igual que cualquier producto digital, no está exento de ataques cibernéticos, además de apagones, como el que sufrió el mes pasado. La dependencia de una tecnología a la vez tan versátil y tan frágil también ha sido puesta en duda, no solo por la intervención de otros humanos —hackeos— sino también porque ninguna tecnología es infalible, y un fallo en una plataforma global tan relevante —como lo experimentamos hace un mes— puede generar caos masivo.
En manos de ¿quién?
El anuncio de Meta llegó tan solo unos días después de que se hiciera pública una investigación interna que demostraba el efecto dañino de Instagram en jóvenes menores de edad, especialmente mujeres. Facebook lo sabía y como sucedió con el manejo de datos privados —que llevaron a Zuckerberg a juicio—, mientras hubiera una ganancia, la compañía no tuvo objeción en continuar con prácticas dañinas para sus usuarios.