Parece que todo es cíclico. Hace exactamente veinte años la televisión mexicana vivía un auge de los programas tipo reality show, donde por primera vez en este lado del Río Bravo pudimos meternos hasta la intimidad de personas totalmente desconocidas y un par de famosos.
Esto cambió para siempre la forma en que consumíamos contenido desde la comodidad de nuestra sala, con el más claro ejemplo de “Big Brother”, que desde la señal de Direct TV en 2002 nos permitió seguir minuto a minuto la convivencia de un grupo de extraños, lo que se volvió aún más interesante (¿morboso?) cuando llegó el turno de las celebridades en “Big Brother VIP”.
Pero aunque durante los últimos quince años, aproximadamente, continuaron los programas de concursos con muchos elementos heredados de este formato —las entrevistas para conocer las opiniones de los participantes, la cámara pasiva, etcétera— no fue sino hasta que llegó “La Casa de los Famosos” este 2023 que el reality show original volvió. Sin embargo, el mundo es muy diferente de aquel entonces.
¿Cómo era?
La llegada del nuevo milenio vino de la mano de muchos shows de concursos, que nunca se han ido y aunque su calidad y ratings suban y bajen como la propia popularidad de la televisión —abierta o de paga— en México, pero que sí eran la principal opción de aquel entonces.
Producciones nacionales como “Gente con chispa” o “Sexos en Guerra”, el primero conducido por Alan Tacher, quien luego sería la cara del primer reality de talentos —y el más exitoso hasta el estreno de “La Voz... México”— “La Academia”, durante sus primeras cuatro temporadas —mismo que también aisló a los concursantes en una casa, al estilo Big Brother y en competencia con este, al tener Televisa los derechos—, y el segundo a cargo de la pareja del momento, Ingrid Coronado y Fernando del Solar.
De 2002 a 2004 también fue muy exitosa la versión mexicana de “Fear Factor”, conducido por inigualable Julio Bracho —programa que continuó en 2005 brevemente con “El Rasta” al frente y luego intentó revivir en 2010 con una edición VIP—, uno de los primeros en poner a prueba el físico, las agallas y a subir la adrenalina de los participantes.
De manera similar retransmisiones de producciones españolas tuvieron su lugar y su atractivo, con ejemplos como “El Gran Juego de la Oca” —que intentó ser replicado en México en 2008 con “Asgaard”, también de juegos e inspirado en la mitología nórdica, sin mucho éxito— y “El Grand Prix”.
Sin embargo “Big Brother” es un antes y un después en la forma en que se produce y se consume el contenido en la televisión, sobre todo esta que pretende “emular la vida” o “presentar la realidad” en la pantalla chica.
Incluso hay quienes relacionan su enfoque en lo íntimo y lo personal de sus participantes con la formalización de la prensa rosa-tirándole-a-amarillo, como Ventaneando y toda la cobertura de espectáculos en general, que pasó a centrarse más en la vida privada de las estrellas que en sus logros como artistas.
Cómo es
En este tiempo que pasamos sin ver a un grupo de gente en pijama, desaliñados, comiendo cacahuates y platicando de vivencias personales o ligando en una suerte de hotel-casa monitoreado 24/7 la televisión mexicana sobrevivió a base de telenovelas y programas de concursos. Más programas de concursos.
Y mientras Penélope Menchaca trataba de crear nuevas parejitas en “12 Corazones”, con sus inacabables copias en TV Azteca y Televisa, a partir de 2012 llegaron a la TV dos propuestas que, como “Big Brother”, presentaron nuevas maneras de entretenimiento.
Los mexicanos ya habíamos tenido una “pizca de acción” con ejemplos como el ya mencionado “Fear Factor” y el reality del 2003 “El conquistador del fin del mundo”, pero nunca había podido experimentar de manera exitosa con algo como lo que “Survivor” estaba logrando en el resto del mundo... hasta que llegó “La Isla”, que se basa a su vez en el reality colombiano “El Desafío”.
Ahora le tocó a la televisora del Ajusco ser la que puso las normas en esta nueva tendencia con este programa de supervivencia donde los equipos naranja, verde y azul se enfrentaron semana a semana en pruebas físco-atléticas para poder tener mejores condiciones de vida en una isla remota durante los siguientes.
Tras seis temporada fue sucedida por “La Fortaleza” en 2017 que empezó a enfocarse más en esas pruebas físicas y dejó de lado el aspecto de la supervivencia, decisión que reforzó “Exatlón México”, que llegó las 8 temporadas y hasta generó estrellas de entre sus filas de concursantes.
Por otro lado, igual de intenso pero desde la cocina, “Masterchef México” revitalizó el género de la competencia culinaria a partir del 2015 y hasta a la fecha sin dar muchos signos de que su público se esté agotando del formato.
Y ahora, casi sin que nadie se lo esperara, el reality show original, en su forma más pura y básica, está de vuelta con “La Casa de los famosos”, que desde hace unas semanas tiene a millones de personas pegadas a la señal de ViX —estrategia ideal para el servicio de streaming de Televisa— con una propuesta tan sencilla como popular: un montón de celebridades conviviendo en una casa y compitiendo por popularidad quién es el último —o última— en salir y ganar.
Sin embargo, “La casa de los famosos” llega en un momento muy diferente al de hace dos décadas. Las redes sociales ya hacen pública la vida íntima de las estrellas, y de hecho son las que llevaron al estrellato a una de sus integrantes: Wendy Guevara, que se convirtió en celebridad al protagonizar el video viral de “Las perdidas”.
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Ahora los momentos más interesantes, divertidos, extraños, significativos, vulgares y hasta preocupantes que viven los habitantes de esa casa no se comparten solo en los noticieros de espectáculos, sino en TikTok, Facebook e Instagram, y se discuten en Twitter.
Habrá que esperar para conocer si esta resurrección del formato “un montón de gente metida en una casa y desprovista de su privacidad” va más allá de esta producción, si se replica en otras televisoras o si aporta algo más a un género que tiene tantas formas y que seguirá presente en la programación de la televisión mexicana.