Ken Loach pone rostro a los efectos de las políticas de austeridad en Cannes
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"I, Daniel Blake", pone rostro a esas frías cifras de desempleo que se publican todos los meses.
Más de un crítico no pudo contener las lágrimas al término de "I, Daniel Blake", un drama intenso sobre el resultado de las políticas de austeridad que tanto defienden muchos gobiernos europeos, y que hoy se presentó en el Festival de Cannes.
"I, Daniel Blake", pone rostro a esas frías cifras de desempleo que se publican todos los meses; muestra una imagen demoledora de Reino Unido, con un sistema de búsqueda de empleo que puede ser despiadado con una persona que siempre ha trabajado con sus manos y a la cual el mundo informático le es completamente ajeno o con una madre soltera, los protagonistas de la cinta.
La aguda mirada de este realizador, que a lo largo de su carrera no ha dejado de señalar cómo el sistema iba dejando de lado a los que menos fuerza o recursos tenían, se fija en esta ocasión en un modesto carpintero de 52 años (Dave Johns) que, tras sufrir un ataque de corazón grave, se ve obligado a recurrir a la ayuda social.
Aún cuando se encuentra en período de recuperación, ha sido declarado apto para trabajar por un asesor externo a través de un cuestionario telefónico, y acaba atrapado en la maraña burocrática intentando demostrar que su enfermedad le impide tener una vida laboral.
En la oficina de empleo conocerá a una joven madre soltera (Hayley Squires), que busca desesperadamente empleo para alimentar a sus dos hijos.
"Hay una crueldad consciente en la forma en la que están organizando nuestras vidas", dijo en rueda de prensa el director británico. "A los más vulnerables les están diciendo que su pobreza es por culpa suya", a pesar de que el desempleo se dé a gran escala en toda Europa, se lamentó el cineasta.
Loach y Paul Laverty, su inseparable guionista desde que juntos hicieran "Tierra y Libertad", no relatan ningún caso concreto, pero sí se inspiraron en las numerosas historias de personas que han conocido en los bancos de alimento o que han pasado por circunstancias similares.
Algunos críticos reprochan a la película cierto maniqueísmo, pero el director británico firma una trabajo austero en el que trata con enorme dignidad a esas personas que necesitan una ayuda en un momento de su vida y la burocracia los sofoca.
El cineasta, que este año cumple 80 y que ya se llevó la Palma de Oro con "El viento que agita la cebada", fue ovacionado en la sala de prensa por esta historia que deja en manos de dos debutantes en el cine.
Johns es un monologuista que también ha participado en series de televisión y éste era su primer largometraje, mientras que Squires es una estudiante de arte dramático que se estrena en el cine con este papel.
Su película compite por la Palma de Oro junto con la francesa "Ma Loute", de Bruno Dumont, quien hoy desconcertó pero no disgustó a gran parte de la crítica con una comedia absurda.
Esta "historia loca", como la describió el director, ganador en dos ocasiones del Gran Premio del Jurado en Cannes ("L'humanite" y "Flanders"), está ambientada a principios del siglo XIX.
La trama no puede ser tomada en serio, más bien responde a la de un cómic o una sátira en la que se mezclan un historia de amor, canibalismo y suspense.
Un policía gordinflón y su ayudante (una réplica caricaturesca de "Laurel and Hardy") acude a las playas del norte de Francia para investigar la misteriosa desaparición de personas del norte de Francia, donde una familia aristócrata (Juliette Binoche, Valeria Bruni-Tedeschi y Fabrice Luchini) pasa sus vacaciones. Allí vive una familia de pescadores que come carne humana.
Con estos elementos el director compone una obra de más dos horas con actuaciones histriónicas, diálogos absurdos y situaciones inverosímiles. "Sorprendentemente la comedia no es un arte menor, sino uno noble y tienes que ser muy cuidadoso", aseguró en rueda de prensa el realizador, quien considera que hay que empujar el drama hasta el extremo para que resulte cómico.
"Una comedia es una suerte de caricatura", agregó el cineasta, que sí caricaturiza las diversas clases sociales que componen su comedia del absurdo para intentar entender a las personas como individuo. "Todos somos cabrones y santos, idiotas y genios, y todo eso se puede mostrar en una película así", señaló.
La cinta de Dumont tuvo un muy buen recibimiento por gran parte de la crítica, que se dejó llevar por el delirante imaginario del realizador.