El cantante traía entre ojos al director saltillense para que realizara el videoclip de un himno que habla del amor que le tiene a su tierra; cuando los dos unieron sus talentos, la magia se hizo presente y Tlaxcala fue retratada en todo su esplendor
Todo era tranquilidad en Huamantla, la tierra que vio nacer a Carlos Rivera, hasta que el cantante regresó flanqueado de un ejército de creativos para demostrar que sí se puede ser profeta en su tierra y más cuando se trata de mostrar a Tlaxcala al mundo y de paso, llevarle serenata.
Rivera le compuso un himno entrañable a ese lugar donde tiene enterrado el ombligo. Y como si esto fuera poco, realizó dos versiones, un tema comercial y otro de corte turístico. En ambos el eje central es el mismo: El folclor, la cultura, los habitantes y los majestuosos paisajes que regala su terruño, esos por los que el cantante suspira cuando está lejos de casa.
Y como en los sueños no se escatima, Rivera llegó acompañado de un cantante que ha convertido en célebres canciones el olor a café, a tierra mojada y las calles empedradas de su natal Colombia: Carlos Vives. Pero a este dúo no estaría completo sin la presencia de un creativo que Rivera traía en mente desde que era un niño: El productor Pedro Torres. Quien le pondría imagen a uno de los más grandes anhelos del cantante. Retratar a 24 cuadros por segundo la belleza inigualable de un Estado que brilla con luz propia.
Y es que Carlos, cuando era un pequeño y se sentaba con su madre a ver televisión, se maravillaba con los promocionales del Canal de las Estrellas que estaban dedicados a la riqueza cultural de todo el territorio nacional. Ese pequeño, que ya traía el gusto de cantada, se prometió hacerle un tema digno a ese lugar en donde abrió los ojos al mundo. Además, quería poner a cuadro los rincones de este territorio para que fueran admirados por propios y ajenos. Él estaba seguro de algo, nadie lo haría mejor que el creador de esas campañas que veía por televisión y para su video quería el mismo “look” de Estrellas del Bicentenario: El coahuilense Pedro Torres.
De pronto, estos tres personajes se encontraron en el patio de la Casa de la Cultura de Huamantla. Afuera ya estaba instalada la locura, un carnaval con el Centro Histórico y la Parroquia tomados de la mano, altivos y orgullosos porque sabía que los iban a inmortalizar. Pero además cientos de extras, entre los que se encontraban la hermana del cantante, además de Cynthia Rodríguez, ahora esposa de Carlos y su mamá, quienes fueron testigos de la algarabía y la batucada que a tambor batiente daba el banderazo oficial de un videoclip que se convirtió en fiesta, en juerga callejera, en celebración y homenaje a la raíz.
Pero antes de apoderarse de las calles, Carlos hizo su primera escena en el interior de la Parroquia de San Luis Obispo y las Princesas de la Virgen aguantaron la respiración cuando lo vieron llegar. Y es que apenas apareció, el recinto se iluminó de sonrisas y nerviosismo. Y aunque ellas no dejaban de verlo de reojo cuando pasaba a su lado cantando a capella, tuvieron que ahogar los gritos, porque saben que están en un lugar sagrado y ahí, la devoción tiene otro destinatario.
Afuera es otra cosa y al grito de “acción”, la magia del cine se dejó sentir bajo la batuta de Pedro Torres que no dejaba de dar instrucciones, de intercambiar filtros, lentes, de probar el “tiro” del dollly, de pedir que se volara el dron, que se accionara la máquina que ponía en el aire miles de pétalos de rosas, y que corrieran el tema musical porque enfrente tenía dos voces que se unieron con un mismo fin: cantarle a la tierra.
Al iniciar los primeros acordes, un nutrido grupo de célebres personajes hacían coro y mostraban la majestuosidad de sus atuendos. Esos que sacan solo para los mejores eventos, para las galas y la fiesta tradicionales de las diferentes regiones de Tlaxcala. Este videoclip los iba a lanzar al estrellato y actuaron en consecuencia. De pronto todo era sonrisas, danza y estruendosas carcajadas de parte de los “Huehues”, los “Chivarrudos”, los “Charros” y las “Princesas de la Virgen”.
Y al frente de ellos, encima de un florido tapete de aserrín, enamorando a la lente, mostrando sus tablas escénicas, Rivera y Vives cantando desde los bordes del corazón, haciendo gala de dos voces que salen con emoción porque esta no es una canción, esto se trata de un homenaje a un territorio que Rivera ha recorrido una y otra vez y no se cansa de escuchar las historias que susurran sus calles, sus bosques, sus ríos y esos coloridos atardeceres que cobijan los sueños de sus habitantes.
No se trata de una filmación, se trata de un carnaval y al transcurrir las horas, Torres se ha convertido en maestro de ceremonias, en animador y hasta regaló sus mejores pasos de baile, está feliz y no es para menos, su productora Gaby Torres, nos comparte que este videoclip devuelve a todo al crew a los tiempos en donde no se escatimaba en creatividad, en el involucramiento de cientos de extras que lo hicieron por gusto, además de emblemáticas locaciones y recursos técnicos para filmar como lo hacían Pedro con esas grandes figuras que inmortalizó, como es el caso de Luis Miguel o Juan Gabriel.
Y es que la felicidad por el oficio se contagia y el equipo de producción corre de un lugar a otro, afina detalles, no para un solo momento, el director aprovecha para mostrarle las tomas a Apolonia, su asistente en este proyecto. Carlos Vives canta a capella a petición de sus fans que ya traen las máscaras y penachos en las manos, esos mismos extras no dejan a sol ni a sombra a su paisano Carlos, que para todos tiene un saludo, una anécdota, un familiar o conocido en común, y no para de regalar fotos, felicitaciones y palabras de aliento: “Ya ven lo tardado y minucioso que es grabar un video, ánimo, no pierdan sus sonrisas, lo están haciendo de maravilla”.
Y de pronto los aplausos, las castañuelas y esas risas tan peculiares, bastante burlonas, de los Huehues retumban por todo el lugar. Y es que esas carcajadas que salen disparadas del interior de unas máscaras de hombres blancos, barbados, de ojos azules y pestañas prominentes, tienen historia.
Esos personajes que flanquean a los dos Carlos nacen en el siglo XVII como una burla hacia la forma de vestir de los hacendados. La razón era que la gente pobre no podía asistir a sus fiestas, por lo tanto era un manera de vengarse de ellos. Esto provocó el enojo de los caciques, de tal manera que el gobierno llegó a prohibir esta danza; sin embargo, sobrevivió y en “Te Soñé” son los protagonistas y nadie los puede correr, ni cerrarles las puertas.
Y para quienes duden de si Carlos Rivera es Profeta en su tierra, les damos un dato que sólo él puede presumir: La mismísima Virgen de la Caridad salió a su encuentro para darle su bendición y él para corresponder el gesto, la recibió con un colorido tapete de aserrín y arena para emular “La Noche que Nadie Duerme”, la tradicional fiesta de Huamantla que tiene un arraigo religioso y que pone a trabajar a cientos de artesanos para crear espectaculares tapetes efímeros que arropan a la ciudad a lo largo de siete kilómetros y que ahora quedaron retratados en este video que reza: “Te soñé cubierta de flores, de muchos colores, sobre arena blanca”.
Los simpáticos personajes del Museo Nacional del Títere armaron un show para los cantantes y fuera de ahí, un grupo de bailarines urbanos dieron vueltas en el aire y se pararon de cabeza para despedir la participación de Carlos Vives quien regaló sonrisas, buena vibra, canciones a capella, fotos a sus seguidores y además dirigió un mensaje para la hospitalidad de Rivera, la gente de Huamantla y lo que más disfrutó durante su estancia gracias a su anfitrión: La gastronomía.
“Se nos va la luz, dónde está Carlos”, pregunta el director del video mientras sale disparado al camerino del cantante, donde entendió la razón de la demora. Rivera no sabía por cuál prenda decidirse de las opciones que le hicieron llegar artesanos y diseñadores de todo el estado: Ponchos y gabanes de lana, pepenados, camisas bordadas y varios blazers que fueron intervenidos con nombres de la región.
Otro día más de filmación y el turno le toca a la Hacienda Soltepec, la misma que le abrió las puertas a María Félix y Pedro Armendáriz, quienes filmaron en ese lugar “La Escondida” en 1955. Por fuera una fortificada fachada estilo castillo medieval guarda el secreto de lo que sucede en el interior: Los muros empedrados y una centenaria fuente son testigos de una verdad que Rivera puso por escrito: “Y empecé a hablar tanto de ti/ Y No me creyeron/Me dijeron que un lugar así/No podía existir”.
Al grito de “corte, la tenemos”, todo el equipo sale disparado para la siguiente locación: El Santuario de las Luciérnagas que está situado en la zona ecológica de Nanacamilpa, un bosque conocido a nivel internacional por viajeros amantes de la naturaleza.
Cuando todo el equipo de producción estaba listo para mostrar en pantalla la magia del avistamiento de estos “personajes” iluminados, que solo sucede una vez al año, y luego de algunas tomas, la lluvia decidió caer y Carlos pidió que se resguardara a los Huehues que saldrían junto a él rodeado de pinos, encinos y oyameles, pues él terminaría la toma con todo y lluvia. El cantante no dejaría pasar la oportunidad de que este escenario y sus emblemáticas luciérnagas, formaran parte del video.
Y como si se tratara de un maratón, unas pocas horas de descanso fueron el preámbulo para subir a La Malinche, una zona declarada Parque Nacional desde 1938 cuyo espacio es perfecta para actividades al aire libre como campismo o senderismo.
Cualquiera imaginaría que el cantante subiría en helicóptero, pero la travesía fue a pie y codo a codo con el equipo de producción de Curiosity que hizo lo propio: Karla, Miguel, Alonso, David, Pablo, Manuel, Mario y la lista se hace larga. Carlos no deja de aventar las redes de la memoria y comparte con todos los que caminan a su lado lo que ese lugar significa en su historia familiar. Esta orgulloso de mostrar esos rincones y esas vistas panorámicas que alguna vez le robaron el aliento. No por nada, le comparte a sus seguidores de Instagram una fotografía donde se le ve tocando las nubes: “Hoy literalmente llegué a lo más alto. La cima de mi hermosa Malinche en Tlaxcala. Esta semana ha sido de ensueño recorriendo mi tierra y capturando su magia maravillosa para compartirla muy pronto con el mundo entero. ¡Viva Tlaxcala!”.
Un gabán azul hecho en casa le sirvió para cubrirse del viento helado que en la cima soplaba con fuerza y también para filmar la escena que cierra el videoclip y que reza con todas sus letras: “No te cambio por ninguna playa/Yo me quedo hasta el fin de semana/Tu cobijas mis días más fríos/Yo me quedo la vida contigo”.
La siguiente parada es el interior de la Basílica de Ocotlán, la cual lleva su nombre debido a que el pueblo de Ocotlán era un lugar abundante de ocotes frondosos. Con una vela entre las manos, con caminar pausado, Carlos se muestra emocionado de ingresar a ese recinto sagrado estilo churrigueresco que, según la tradición, se construyó a partir de la aparición de la virgen, quien le pidió a un indígena que se construyera un templo en ese lugar, era el año de 1541 y ese esplendor, esa belleza arquitectónica y la devoción con que fue construida, se roba la pantalla.
Luego de toda la travesía, nada como el abrazo cálido de hogar. Rivera regresó a la casa “abueleña” en Atltzayanca, ese lugar que lo vio correr, donde escuchaba leyendas, donde aprendió a honrar la tierra, los lazos de sangre y el esfuerzo que hay que hacer para ganarse el pan de cada día.
Del hogar de la que fuera su abuela paterna sale humo, huele a pan hecho en casa y no es para menos, tiene un horno casero de donde salen delicias que el cantante comparte con todo el equipo de realizadores que lo acompaña. También les ofrece un desayuno y luego los pasa a la barra donde los espera la jícara con que se toma el pulque casero y desde donde alguien los vigila orgullosa: La foto de la abuela, quien sonríe al ser testigo de lo buen anfitrión que le salió el nieto.
Quien esto escribe le habla a Carlos de que comparte esa nostalgia por el terruño, pues viviendo en CDMX no dejo de escribir sobre el desierto coahuilense y me dice que Coahuila es su segunda patria, pues su mamá nació en Matamoros, un lugar que me dice que cada que lo pronuncia, la gente lo asocia con Tamaulipas. Además, Rivera tiene familia en La Laguna y fue en Torreón donde por última vez vio a su abuelo materno Longino Guerra en un concierto en donde éste lo ungió con su bendición.
Atltzayanca es la tierra natal de los abuelos paternos del cantante. Su nombre significa “el lugar donde se rompen las aguas”, el cual es conocido por su producción de duraznos y pulque, pero nacionalmente ha destacado por la elaboración y ejecución del Salterio, un instrumento de origen europeo que llegó para dar sustento y alegría a las familias de la región. La Plaza de Toros de Tlaxcala fue el lugar donde se reunieron un grupo de niños que ejecutan este instrumento que le regala sus acordes y le pone el toque de casa a “Te Soñé”.
Las calles empedradas de Tlaxcala, los muros y arcos de sus centenarios edificios, la Hacienda Soltepec en cuyo interior se filma la rica variedad de granos de maíz que produce el Estado y su centro histórico que sale orgulloso al encuentro de los visitantes, fue el marco perfecto para que un grupo de bailarinas del prestigiado Ballet de Amalia Hernández, dibujara figuras en el aire, se trasladara en puntas de pie, le diera vuelo a la cauda de sus vaporosos vestidos y casi casi levitaran al pisar ese suelo.
El obturador de la cámara parece no cansarse nunca con las maravillas que el fotógrafo le pone de frente. Tlaxcala tiene lugares entrañables, pero la filmación llega a su fin con un atardecer rojizo, naranja, con nubes aborregadas que se tornan casi rosas en un paisaje que roba suspiros. Se trata de una escena que parece robada de un filme de Emilio “El Indio” Fernández y fotografiada por el ojo entrenado de Gabriel Figueroa, en donde el galope de un caballo con un jinete con traje de charro levanta polvo en un camino rodeado de magueyes que confirman lo que Carlos Rivera lleva tiempo diciendo, que Tlaxcala tiene lugares majestuosos que te hacen dudar de su existencia.
Pero Tlaxcala existe, lo dice esta canción que se hace acompañar de una orquesta sinfónica y de la letra compuesta por un cantante cuya voz de trueno sale con orgullo, relampaguea, ilumina a todos. No exagero cuando afirmo que vi cómo le brotaban con las lágrimas a Carlos Rivera en diferentes escenas de la filmación y luego al aprobar la última versión de esta producción que le puso la piel de gallina. Hoy Carlos Rivera y Pedro Torres estrenan esta obra de arte que no podemos definir solo como un videoclip, pues se trata de algo más, de una palabra sencilla que encierra mucho: Agradecimiento, que no es otra cosa que la memoria del corazón.