Mientras haya vida, hay oportunidad

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/ 3 mayo 2020

Érika Buenfil pone el ejemplo desde la cuarentena con su maravillosa resiliencia y nos enseña que, mientras haya vida, todos somos capaces de ser felices y tener éxito

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El confinamiento inédito, por lo menos en nuestros tiempos, que estamos viviendo debido a la pandemia del coronavirus que azota actualmente al planeta nos ha obligado a replantearnos muchas cosas y a llevar un estilo de vida muy diferente al que acostumbramos hasta hace algunas semanas. El trabajo, las relaciones personales, el entretenimiento y hasta el modo en que adquirimos nuestros suministros ha cambiado. Incluso aquellos que no pueden guardar la cuarentena al cien por ciento, viven diferente.
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Sin embargo, estoy convencido que muchas cosas buenas y evoluciones positivas obtendremos todos al salir de esta etapa de nuestras vidas. A nivel mundial y, determinados por la cultura y circunstancias de cada quién, podremos adquirir e incorporar nuevos comportamientos y estilos de vida. Esa asombrosa capacidad de adaptación es una de las claves del éxito de los seres humanos como especie. Tener fe en nosotros mismos en particular y en la humanidad en general, nos traerá paz en estos tiempos.
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Hablando de adaptaciones, cambios y éxitos conquistados, uno de los que más me asombra en estos tiempos es el de la actriz regiomontana Erika Buenfil. Ella tiene una trayectoria asombrosa que abarca ya varias décadas, desde que empezó como conductora infantil de programas de televisión en su natal Monterrey, cuando llevaba el pelo hasta la cintura y usaba su nombre real: Teresa. O Teresita como la presentaban de niña. Ya para cuando llegó a la adolescencia emigró a la ciudad de México y su éxito fue casi instantáneo.
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Sucede que cayó en el momento y lugar exactos para florecer. Siendo rubia natural en un país malinchista y con un talento muy particular para el melodrama y vender una imagen conservadora y virginal, la Buenfil era la opción ideal para convertirse en la protagonista de telenovelas que aquellos tiempos exigían. La época de oro de aquellos melodramas, hoy muertos e irrelevantes, le trajo éxitos monumentales como El derecho de nacer, El maleficio, Angélica y, en la cúspide de su carrera de telenovelas, Amor en silencio.
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Los mencionados sólo son cuatro títulos de una lista de más de treinta producciones. Incluso, cuando ya no era una jovencita, volvió a colocarse en los primerísimos lugares de popularidad con la telenovela Tres mujeres. Aunque tuvo un tropezón cuando quiso lanzarse como cantante y terminó pareciendo la parodia de un intérprete, eso no le afectó en lo absoluto y logró convertirse en referente por excelencia de las estrellas mexicanas. Después se convirtió en orgullosa madre soltera y, con la decadencia de las telenovelas, perdió su contrato de exclusividad.
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Cuando otras se rinden, Érika Buenfil muestra la casta. Con el advenimiento del internet y sus populares plataformas, ella logró convertirse primero en una Youtuber muy exitosa con su canal de recetas de cocina, pero luego llegó algo que nadie vio venir: empezó a hacer videos muy divertidos en Tik Tok, con la reticencia inicial de su hijo adolescente porque “es una aplicación para chavos, mamá”, y terminó convirtiéndose en la reina de la plataforma con más de ¡cinco millones y medio de seguidores! Número que aumenta día con día.
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La Buenfil se emocionó mucho porque explicó: “Sé perfectamente hacer sesiones de fotos, alfombras rojas, pero no sabía cómo manejar eso de tener éxito por ser yo”. Sus videos son muy divertidos y simpáticos; pero lo más importante es que ella demuestra que no hay algo “exclusivo para chavos” o “cosas de viejitos”. A sus 56 años de edad, Érika pone el ejemplo desde la cuarentena con su maravillosa resiliencia y nos enseña que, mientras haya vida, todos somos capaces de ser felices y tener éxito. Salgamos todos de la actual contingencia con esa lección aprendida.

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