¿Recuerdos dolorosos? Convertir las heridas emocionales en cicatrices indoloras es posible
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Así lo plantea la psiquiatra y psicoterapeuta, Anabel Gonzalez, en su libro ‘Las Cicatrices No Duelen’. Tuvimos oportunidad de conversar al respecto y esto fue lo que nos dijo
En “Las Cicatrices No Duelen” (Editorial Planeta), la psiquiatra Anabel Gonzalez, especialista en trauma y regulación emocional, enfatiza en la importancia y necesidad de superar los bloqueos y nudos del pasado para volver a disfrutar del presente y del futuro.
Explica Gonzalez que cuando nos hacemos una herida física, “el organismo hará lo que sabe hacer desde su sabiduría natural: la herida se irá cerrando, dejará de doler y se convertirá en una cicatriz”. De modo que cuando la veamos, recordaremos lo que pasó pero sin dolor, porque las cicatrices no duelen.
Por eso, en “Las Cicatrices No Duelen” comparte un camino hacia la curación emocional. Como terapeuta sabe que soltar el lastre del pasado modifica radicalmente nuestras vivencias presentes y nos da tranquilidad. A través de la terapia EMDR (Eye Movement Desensibilization and Reprocessing), una forma fascinante de trabajar basada en el uso de los movimientos oculares y el reprocesamiento de los recuerdos, aprenderemos a sanar traumas y deshacer nudos mentales que nos impiden evolucionar.
Esta es la conversación que VANGUARDIA tuvo con la autora.
VANGUARDIA.- A diario vivimos situaciones que nos impactan emocionalmente, ¿por qué a la hora de generar nuestra propia narrativa debemos ser benevolentes con nosotros mismos?
Anabel Gonzalez.- Es una de las maneras en la que nos complicamos la vida sin conseguir ningún beneficio. Me acuerdo de mi madre que tenía bastante sabiduría en este sentido y decía, ‘si ya se cayó, no remaches’. Y a veces nosotros nos caemos y nos remachamos. Es como, ‘¿Metí la pata?’ Vale, con que me lo diga una vez, llega. Y con que aprenda de ello y lo cambie, ya he cumplido lo que necesito cumplir. Todo el resto es tortura y es una pena porque la vida a veces se pone muy complicada y nos vamos machacando y nos la vamos poniendo más difícil. Y esto que parece como muy lógico, pues es que es bastante común que las personas se machaquen sin sentido a veces muchísimo y por mucho tiempo, por cosas que ya no se pueden cambiar. O por sentirse como se sienten, por qué nos vamos a enfadar con nosotros mismos por estar tristes, o por estar asustados, no tiene ningún sentido, nos sentimos como nos sentimos y es lo que hay. Ahora la pregunta interesante sería, qué hago con eso ahora. Pero tenemos mucha costumbre por desgracia de tratarnos muy mal nosotros y como nos tenemos que acompañar toda la vida, lo ideal es irnos volviendo nuestros mejores amigos.
VANGUARDIA.- ¿Cómo podemos identificar cuando vivimos con una herida emocional que no está resuelta?
Anabel Gonzalez.- A veces porque duele, simplemente que no nos paramos nunca a notar si todavía sigue doliendo. Nos hemos acostumbrado a seguir adelante, pero en ocasiones si repasamos determinadas épocas vamos a ver que aun quedan cosas. Otras veces, las hemos enterrado tan abajo o las hemos anestesiado de tal manera, o nos hemos repetido tantas veces que nos da igual que nos lo hemos terminado creyendo; entonces lo vamos a notar por las consecuencias. Una de las cosas que es muy clave son los patrones de cosas que se repiten contra toda lógica y contra nuestra propia voluntad, hay cosas que hacemos y pensamos ‘yo por qué hago esto otra vez’ o ‘por qué me encuentro en este tipo de relación otra vez’ o ‘de dónde sale esta emoción, que no sé de dónde está saliendo’ todas estas cosas que a veces no entendemos y que a veces nos preguntamos porqué, no nos paramos a averiguar de dónde salieron. Si nos damos cuenta que tenemos cosas que son desproporcionadas, ‘me pongo terrible cuando pasa esto y me doy cuenta. Y no es para tanto. Y por qué me pongo así’. A lo mejor porque esto se me junta con aquello y aquello y aquello y entre todo sí es para tanto. Tenemos estos indicadores y los que aplastan mucho la emoción muchas veces se manifiestan como síntomas físicos que los médicos los miran, a lo mejor algo encuentran que explique por qué eso está ahí. Hay veces que los problemas físicos tienen causas emocionales o son emociones que no se han gestionado y acaban enfermando al cuerpo.
V.- En el libro explicas que los procesos de curación emocional tienen un curso que debemos respetar, aunque muchas veces nos gana la impaciencia...
AG.- Sí, porque las cosas implican tiempo y eso no está muy de moda, no sé si toda la pausa a la que nos ha obligado la pandemia cambiará esto o volveremos a las mismas. Probablemente lo segundo. Yo, por ejemplo, para que se me pase la tristeza de una pérdida me tengo que dejar estar en esa tristeza un tiempo, que es lo natural y lo normal. Y si algo me ha dolido, que tenga un cabreo importante o sienta dolor, es normal, no desaparece por magia. Y cuando queremos saltar pasos, lo que hacemos es ‘barrer debajo de la alfombra’ e ir juntando ‘un bidón de residuos nucleares’ que al final acaban contaminando muchas cosas con emociones que hubiesen podido resolverse mucho tiempo antes.
V.- ¿En qué caso nos recomendarías ir a terapia?
AG.- Yo creo que es un buen ejercicio. Nos vamos muy alegremente a dar un masaje, si notamos una contractura y nos lo podemos permitir, claro. O nos vamos a la peluquería o a arreglar muchas cosas por pura costumbre y cuando notamos atascos emocionales nos cuesta un poco, porque esto significa que no lo puedo solucionar por mí mismo. Uno no se ve a sí mismo, es imposible. Si tienes buenos amigos que te digan las cosas como son, qué bueno, porque a veces uno no es muy realista. Pero en ocasiones los nudos -emocionales- son complicados y hay gente que está especializada en nudos y porqué no. Cuando es realmente necesario es cuando la vida nos hace sufrir, porque en la vida hay dolor y esto no podemos evitarlo, pero cuando el nivel de sufrimiento es muy importante y no salimos de él, seguir intentándolo solos cuando vemos que no somos capaces, no tiene sentido. Es que a veces, cuando nuestra historia ha sido muy complicada, sobre todo la historia de nuestras relaciones y de las relaciones de las personas que nos cuidaron al principio, si es así, pedir ayuda no es sencillo. Mostrarle a alguien que eres vulnerable no es nada fácil. A veces la terapia consiste en que la gente vea lo que le cuesta pedir ayuda.
V.- La terapia EMDR, cómo la defines.
Es una terapia de trauma, las terapias de trauma son como un movimiento reciente. Del trauma se ha hablado mucho a lo largo de la historia de la psiquiatría y de la psicología, pero ahora es como una etapa en la que está trabajándose desde perspectivas más modernas y retomando algunos autores clásicos. Entonces hay distintos tipos de terapias que lo que tienen en común es que se van a centrar en las experiencias que se asocian a los problemas actuales que tiene el paciente, una de ellas es EMDR, a mi siempre me gusta hacer la comparativa con otra terapia que es la de exposición. Las dos trabajarían con un recuerdo, pero en la terapia de exposición lo que se hace es la persona se habitúe al recuerdo hasta que le vaya dejando de afectar y en terapia EMDR lo que se utiliza es un ingrediente bastante novedoso que es el empleo de determinados movimientos oculares que desbloquean el procesamiento del cerebro, entonces la persona conecta con el recuerdo, se empieza a hacer este tipo de estimulación bilateral y el cerebro empieza a conectar y se baja la cantidad de malestar que genera el recuerdo. A base de hacer esto el recuerdo va perdiendo fuerza y va quedando descargado de emociones negativas sobre uno mismo.
V.- Describes en el libro que muchas veces nos asusta más el cambio que continuar mal...
AG.- Es que cuando llevas toda la vida en una situación, eso se vuelve lo familiar. Literalmente lo malo conocido, prefiero que sea conocido, aunque sea malo a lo desconocido que me activa la angustia, la incertidumbre, muchas cosas. Sí que se puede cambiar la forma de ser, lógicamente no de un día para otro. Nos cuesta trabajo porque hay que explorar, aventurarnos, hacer cosas diferentes.
V.- Explicas en el libro sobre los patrones de autocuidado, ¿los heredamos de nuestros padres?
AG.- Tiene una parte importante, luego en la vida nos pasan cosas. Nuestros padres son vitales porque son las primeras personas con las que se desarrolla nuestro cerebro, nuestra mente, nuestra manera de relacionarnos y también la manera de cuidarnos, porque primero somos cuidados, como coincide en la familia en la que nos toca y como nuestros padres pueden, más que como quieren. Saber cuidar y saber querer no es fácil, a veces teniendo historias complicadas detrás no es nada, nada sencillo. Pero la manera en la que somos cuidados es un factor fundamental para configurar la manera en que nosotros nos cuidamos y la forma en que nos cuidamos en las relaciones, porque en las relaciones también nos tenemos que cuidar.
V.- Quiero cerrar con algo que me parece primordial, nos invitas a escuchar al cuerpo...
AG.- Los que trabajamos EMDR esto lo trabajamos mucho porque no es un trabajo con recuerdos de imágenes, sino muchas veces de cuerpo. Es decir, recordar y notar desde las entrañas qué me está generando este recuerdo. Las personas que no le prestan atención al cuerpo tampoco procesan las situaciones que viven porque se queda una parte importante sin conectar, entonces tenemos que aprender a mirarnos por dentro, las sensaciones de la víscera, de la entraña, ahí es donde está la emoción. A veces el cuerpo nos duele para avisarnos, ‘oye, hazme un poco de caso, llevas pasando de mí demasiado tiempo’. A veces un minuto nos puede cambiar la vida, si yo le presto atención al cuerpo y todos los días un minuto observo cómo estoy, voy a cambiar un patrón, pero tengo que hacerlo todos los días, solo un minuto. A veces grandes cambio se derivan solo de minutos, pero de minutos consistente en una misma dirección.
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