30 años sin Rulfo: El amor por volver a nuestros escritores muertos
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Reconocido escritor que junto a Juan José Arreola, destacó en el universo literario de México durante la primera mitad del siglo XX.
Jesús de León expone a través de la figura de Juan Rulfo, el lado solemne de la literatura mexicana que la sociedad actual se empeña en echar al olvido y sepultar con datos.
En los años 50 cuando Rulfo estaba en su mejor momento, Jesús de León era un niño que estaba lejos de ponerse a leer a Rulfo. Sin embargo para los años 80, cuando el saltillense ya se formaba, el jalisciense era piedra y camino para los escritores en formación.
De León recuerda que aunque sí viajaban al extranjero, aquello de que los escritores visitaran provincia no se usaba.
Aún así a través de fotografías y comentarios, él sabía que uno bien podría encontrarse a un Rulfo callado, sentado frente a una taza de café e inmerso en otras artes solitarias como la fotografía y que a pesar de empezar ‘gordito’ terminó enflacado junto con su obra.
Era reconocido como un señor muy importante que junto Juan José Arreola, equilibraba la balanza del universo literario en el México de la primera mitad del siglo XX.
“Eran los que repartían el queso en la literatura mexicana porque eran lo polos de una especie de relación muy fundamental. Aunque ambos eran de Jalisco, los dos representan las posturas que iban a seguir después casi todos los literatos mexicanos”, asegura de León.
Mientras que las letras de Arreola representaban la influencia europea, afrancesada en su mayoría, al cosmopolitismo, Rulfo se dedicó a legar un regionalismo muy culto y propositivo en cuanto a estructuras narrativas.
“Lo paradisiaco aldeano - como Jesús lo llama - es hablar de tu pueblo como si fuera el centro del universo, es algo que se da mucho en la literatura y se lo debemos a Juan Rulfo”, continuó el saltillense.
Según el, tanto se da y se dio, que bien se puede clasificar a aquellos que escriben sobre tumbas, cadáveres, panteones, casas y mujeres que se desvanecen con el viento como ‘las viudas de Rulfo’, aunque muchos lo han llevado a ser sus simples copias.
¿A qué se debe el impacto de la obra rulfiana en la literatura? De León asegura que fue un milagro de la edición aunado a su conciencia de qué era lo que había que hacer con las palabras.
“Tuvo grandes ediciones para sus dos primeros libros y el no escribir con la tentación de llenar todos los renglones. Para él más bien se trataba de lo que iba a hacer con ese texto, por ello deja una obra muy parca, muy lírica en el buen sentido de la palabra y muy hermosa”.
Añadió que Rulfo llegó para convertir la novela de la Revolución, en una literatura que rindió gemebundos frutos que contienen los jugos de la mente, con una obra que aunque poco caudalosa, guardó en la discreción del escritor “la semilla de donde todos crecimos”.
Por último lamentó que hoy en día las ganas de leer a nuestros autores mueran con ellos.
“Hoy los jóvenes leen mucho pero no disfrutan de la lectura. Hacen un saqueo de datos frente a la máquina. Hemos acabado con la lectura por gozo. Por ejemplo Pedro Páramo no es una lectura fácil, quien lo lea tiene que ser un joven con conocimientos de estructuras narrativas”, algo difícil de encontrar hoy.
Cerró asegurando que Juan Rulfo es el narrador de los narradores y aunque hoy lo leen pocos, es interesante volver a los pilares de la literatura mexicana de la que también forma parte José Revueltas.