5 consecuencias de saltar comidas
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Cuando nos saltamos una de las comidas del día el cuerpo debe recurrir a las reservas y, en concreto, a las reservas de azúcar con las que contamos
Cuántas veces pasa que nos saltamos una comida porque hemos comido copiosamente, porque no tenemos tiempo o simplemente porque no tenemos hambre… y aprovechando esta coyuntura pensamos que es mucho mejor así, que de esa forma nos quitamos unos kilitos de encima pero, ¡oh, error!
Sabemos a ciencia cierta que esa no es la opción y mucho menos la más sana, pero aún así caemos una y otra vez, sin pensar en si nos pasará factura de algún modo. Y, efectivamente, tal como nos podemos imaginar, tiene efectos en nuestro organismo. Para empezar, cuando nos saltamos una de las comidas del día el cuerpo debe recurrir a las reservas y, en concreto, a las reservas de azúcar con las que contamos. Cuando agotamos dichas reservas es cuando el cuerpo empieza a quemar grasa. Y es ahí cuando pensamos, perfecto ¡entonces adelgazamos! Pero la respuesta es que no, más bien al contrario, como bien nos explica el experto en nutrición, Felipe Mertens, médico endocrinólogo.
“Sucede que al saltarnos una comida mantenemos una fase de ayuno prolongada y educamos en cierta manera al cuerpo para ese periodo. Es como si nuestro cuerpo se volviera ahorrativo. El cerebro no sabe cuanto tiempo durará ese ayuno, por lo que toma unas medidas estrictas y crea un almacén de energía”.
Sistema nervioso en alerta.
Durante un periodo de ayuno prolongado el glucógeno presente en el organismo tiende a disminuir, y cuando disminuye hay menos “alimento” para las neuronas, ya que éstas, a diferencia de otras células solamente se alimentan de azúcar. Por ello existe un aumento en el nerviosismo, la ansiedad y la irritabilidad.
Malhumor y problemas físicos.
De pronto los niveles de insulina suben y bajan el azúcar en sangre, afectando directamente en nuestro desempeño físico y en la memoria. También puedes sentirte irritable y malhumorada.
Mala digestión.
El comer de forma irregular hace que el organismo se desestabilice provocando problemas con la digestión.
Cansancio.
El metabolismo se ralentiza, con lo cual te sientes fatigado, y no tenemos la suficiente energía para continuar con la rutina diaria.
Tiempo de antojos y picoteo.
Es cuando nuestro cuerpo más necesita alimentos ricos en azúcares y nos los va a pedir ¡a gritos! Olvídate de pasar hambre y comer de forma compulsiva o desesperada.