"Al pasado hay que mirarlo de frente”: Javier Cercas

Vida
/ 15 febrero 2017

En "El monarca de las sombras" (Random House), que mañana aterriza en las librerías, Cercas va desvelando a sus lectores cómo se fue gestando esta novela "sin casi" ficción.

Para mí, no hay duda de quién tenía la razón política, que eran quienes estaban del lado de régimen democrático republicano, pero otra cosa es la razón moral"...

Dice Javier Cercas que los libros "se acaban imponiendo", por mucho que uno evite contarlos. Y eso fue lo que le sucedió con "El monarca de las sombras", la historia que tenía en la cabeza desde niño pero a la que hasta ahora no había sabido enfrentarse, pues suponía escarbar en su pasado más vergonzoso.

Ese pasado devuelve al autor de "Soldados de Salamina" al escenario de la Guerra Civil española (1936-39) dieciséis años después. Pero si en la novela que lo dio a conocer reivindicaba la memoria de un héroe republicano, el héroe de su familia era un joven "que se unió a una causa injusta y murió en el lado equivocado de la historia": su tío abuelo Manuel Mena.

"Al pasado hay que mirarlo de frente", afirmó hoy Cercas durante la presentación del libro en Madrid. Durante mucho tiempo, contó, le atemorizaba plasmar en papel la vida de ese alférez que luchó entre las filas franquistas y murió en la Batalla del Ebro con apenas 19 años. Escribirla, pensaba, era como justificarla. "No entendía lo esencial: que contar es asumir".

En "El monarca de las sombras" (Random House), que mañana aterriza en las librerías, Cercas va desvelando a sus lectores cómo se fue gestando esta novela "sin casi" ficción. Sus dudas, sus miedos y una nueva reflexión sobre la memoria y la poliédrica naturaleza del heroísmo se entremezclan en una narración a dos voces: una que opera como un notario, ciñéndose a los hechos, y la del propio novelista.

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Como ocurría en "Anatomía de un instante" con la Transición a la democracia o en "El impostor", en la que abordaba lo que considera un "uso perverso de la memoria", sus libros son "una lucha contra la dictadura del presente". Y es que según Cercas (Ibahernando, 1962), "vivimos en la ilusión de un presente eterno que lo explica todo, y eso es falso". El pasado, añade, "es una dimensión del presente".

Así, Cercas cierra el círculo que abrió con "Soldados de Salamina" al abordar de nuevo la herencia de la Guerra Civil en esta novela "belicosamente antibelicista". En España, como en muchos otros lugares del mundo, los capítulos más dolorosos del pasado "los escondemos, edulcoramos y amañamos", afirma. "Lo que he intentado es hacerme cargo de eso, y creo que sería muy bueno que también lo hiciera este país en general".

Y es que a lo largo de los siglos, la visión que se presentaba de la guerra era una idealizada, planteada como la solución definitiva a los problemas. "Los niños que van a la guerra, porque entonces como ahora siempre son niños, no buscan dinero ni poder, sino que persiguen la poesía de unos ideales", afirma el escritor. Pues aunque resulte duro decirlo, "idealistas hay en todas las causas (...) y hubo gente que se sumó al golpe de Estado (franquista) creyendo que hacían lo mejor".

"Para mí, no hay duda de quién tenía la razón política, que eran quienes estaban del lado de régimen democrático republicano, pero otra cosa es la razón moral", señala. Como en el malo, en el "lado bueno de la historia" había también "canallas" que quemaron iglesias y mataron a diestro y siniestro. Por eso la memoria "también debe ser sometida a crítica" en lugar de "sacralizarla" y convertirla en objeto de museo.

Pero es que además, reflexiona Cercas, su tío abuelo Manuel Mena "no murió por la patria, sino por una panda de hijos de puta que envenenaba el cerebro de los niños y los mandaba al matadero". Uno de aquellos "envenenadores" fue el fundador de la Falange Rafael Sánchez Mazas, cuya fortuita huida de la muerte es, precisamente, el episodio que vertebra "Soldados de Salamina".

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