Libro expone la importancia de la comunicación madre-hijos
Melissa de Haene, participa con un ensayo en el libro 'Cosas que nunca hablé con mi madre', que evidencia cómo evitar algunos temas álgidos con quien nos dio la vida, trae graves consecuencias
¿Cuántos temas dejó de hablar con su mamá por pena o por que le resultaba muy díficil articularlos en palabras? Medítelo bien. ¿Cuántos? Esa es la premisa del libro “Cosas que nunca hablé con mi madre”, en el que a través de 17 ensayos vemos cómo no haber tocado esos tópicos afecta nuestra vida.
Solo dos mexicanas participan en el libro O rly Beigel y Melissa de Haene. VANGUARDIA conversó con Melissa de Haene, cuyo capítulo en esta publicación se titula, 'Cuidado con el silencio', por que también, aquellos asuntos que uno da por hechos o evita verbalizarlos, repercuten emocionalmente.
Converso con Melissa de Haene a través de zoom, me cuenta lo significativo que fue para ella ser parte del libro en esta edición en español, primero se publicó en Estados Unidos. “Este libro es una invitación a sanar, una invitación a reencontrarnos con nuestro primer hogar, que es nuestra madre, es una joya”, afirma De Haene, psicóloga y creadora del blog Mamás sin letras chiquitas.
En la plática que tenemos me comparte que sintió gran emoción cuando fue convocada a ser parte de los autores del libro, pero pensó, “mi mamá ni de chiste me va a dejar”. Sin embargo -y afortunadamente- lo hizo, “me aventé todo el capítulo y llegué con mi mamá y le dije, tengo muchas cosas que nunca hablé con mi madre, que decirte”; en aquel momento, Melissa le leyó su ensayo y ambas lloraron mucho. Su madre le confesó que aquel texto, en el que su hija la mostraba ante el mundo, era el mejor regalo que había recibido. “Gracias por esta cercanía, por este regalo, por decirme cómo percibiste mi maternidad”, le dijo y le dio luz verde para compartir su historia.
Melissa de Haene es madre de dos hijos, por eso hace el ejercicio en primera persona, “imaginarme que a sus casi 30 años, mis hijos me digan, 'ahí te van las cosas que nunca hablé contigo', uff me encantaría a mi también”.
Cuestiono qué tan catártico fue para Melissa poner en palabras algo que no había tratado con su mamá y atina a decir que “fue durísimo” y entonces analiza, “cómo nunca le pregunté qué fue lo que ella estaba viviendo en su matrimonio como para divorciarse. Me quedé con el: 'qué mala onda que nos hagan esto', 'no se vale que destruyan nuestra familia', 'y si el amor entre ustedes se acabó, qué me garantiza que el amor por mi no se va a terminar', siempre con la mente a todo lo que da” y reconoce que en ese momento juzgó a su madre, pero nunca se paró a preguntar, “mamá, tú cómo te sientes, qué falló”.
De Haene relata que tras el divorcio de sus padres, “al no tener respuestas, tu te cuentas una historia a tu misma, empiezas a buscar culpables. Si nadie te dice, nadie te cuenta, lo normal es que tu te hagas tu propio cuento”.
Y retomando la premisa del libro, entre madres e hijos muchas veces se dan las cosas por hechas y no se comentan, aunque al paso del tiempo afecten a ambos. Este libro nos invita a normalizar eso, pero a eventualmente, o eso es lo más recomendable, volver a esos tópicos y entrarles de lleno.
Aunque Melissa sugiere, aprender a leer los momentos para reconocer el adecuado para tocar los asuntos pendientes; así como usar el lenguaje oportuno, aquel que genere empatía y propicie la apertura entre las partes.
Aun estamos en pandemia, pasamos mucho tiempo en familia, a lo mejor usted ya no vive con su madre, pero si su mamá aun vive, dése el regalo de hablar con ella o de videollamarla y de conversar de las cosas que en un momento dado prefirió dejar. Melissa de Haene reitera que si algo nos enseñó la pandemia “es que nadie, absolutamente nadie tiene la vida comprada y que todo cambia en un segundo. Ahora sí que siéntese señora, usted no controla nada”, dice en tono sarcástico.
El ejercicio de hablar con mamá es para aprovechar y conversar sobre aquellos momentos que nos hicieron reír o bien, que nos causaron llanto. “Hay mujeres que tienen 35 años y nunca le contaron a su mamá de sus amores, de cuando se enamoraron por primera vez”.
Y es que si algo asume De Haene es que, “solemos ser egoístas los hijos y creemos que nuestra mamá es solo eso y ya. Nada de que 'la estudiante', 'la hija', 'la hermana de', no, su trabajo es ser nuestra mamá y no es cierto, es injusto”, por eso la sugerencia de esa conversación pendiente. Ahora, si no se anima a hablar, escriba. Una carta es también pertinente y en ella puede plasmar sus sentimientos; soltar lastre.
Se trata de encontrar el valor para contar las cosas que no se dijeron. No es sencillo, pero sana, por eso es necesario.