Cinco estrategias para fomentar la actividad física en los niños
El doctor Ricardo Rangel Álvarez, maestro en Educación Física y académico con amplia trayectoria, comparte cinco formas prácticas para motivar el movimiento infantil desde casa y la escuela
Frente a una tendencia en la que el sedentarismo infantil es cada vez más común, ya sea por el exceso de pantallas, la falta de espacios seguros, escasez de tiempo o cualquier otro factor, fomentar la actividad física en los niños se vuelve una tarea urgente.
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No basta con decir que es importante: hay que vivirlo. Así lo plantea el doctor Ricardo Rangel Álvarez, maestro de Educación Física, doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad Autónoma de Coahuila y con más de dos décadas de experiencia en el aula y la supervisión escolar.
A continuación, cinco estrategias que el profesor recomienda aplicar en el día a día para lograr que los niños se muevan más, disfruten hacerlo y desarrollen una cultura duradera del bienestar físico:
1. Predicar con el ejemplo, dentro y fuera del aula
“La palabra impacta, pero el ejemplo arrastra”, resume el profesor Rangel al hablar de la importancia del modelaje adulto. Para él, no basta con que los maestros o padres repitan los beneficios del ejercicio. Lo vital es que los niños los vean en acción.
En la escuela, eso implica que el personal docente, no solo el maestro de Educación Física, participe en pausas activas, promueva el movimiento durante recreos o incluso camine por los pasillos con actitud física activa. En casa, sugiere salir a caminar en familia, jugar al aire libre o hacer alguna rutina sencilla juntos: “Si los niños ven que sus papás solo están en el celular o en la computadora, eso es lo que aprenden como estilo de vida”.
2.- Generar espacios y momentos vivenciales de movimiento
Más allá de las clases regulares de Educación Física, hay que diseñar espacios donde el movimiento sea parte del día a día. Pausas activas durante la jornada escolar, recreos con juegos organizados, festivales deportivos o semanas temáticas pueden tener gran impacto.
El profesor Rangel recuerda con entusiasmo las “Semanas de la Salud”, donde cada día se realiza una actividad distinta: desde caminatas comunitarias con pancartas, hasta “rallies” deportivos y ferias de fruta. Uno de los ejercicios más simbólicos es la redacción de una “Carta a mi salud”, donde los niños expresan compromisos como comer menos golosinas o jugar más al aire libre.
3.- Adaptar las actividades a cada niño, sin dejar a nadie fuera
No todos los niños disfrutan correr o jugar fútbol. Algunos tienen habilidades diferentes, limitaciones físicas o desinterés por los deportes competitivos. Frente a ello, el maestro recomienda no enfocarse exclusivamente en el rendimiento, sino en el movimiento como parte del bienestar integral.
“Algunos niños dicen: ‘no soy bueno para el deporte’, y ya se sienten fuera. Pero no se trata solo del deporte, sino del movimiento y de cómo eso impacta su salud”, explica. Él propone destacar las fortalezas individuales, mostrar que caminar, trotar, estirarse o bailar también cuentan y son valiosos.
También recuerda que la actividad física ayuda a mejorar la salud emocional: reduce el estrés, mejora la concentración y brinda alegría, por lo que debería verse como una herramienta accesible para todos, más allá de la competencia.
4.- Vincular a las familias con las actividades escolares
La conexión entre escuela y hogar es clave para que los hábitos saludables se refuercen. Por ello, muchas escuelas impulsan eventos donde participan padres e hijos, como carreras familiares, juegos deportivos durante el Día de la Familia o festivales recreativos.
Rangel señala que en las actividades más exitosas, como los rallies familiares de fin de semana, los niños sienten entusiasmo al ver a sus papás moverse con ellos, lo que fortalece no solo su salud, sino también su vínculo emocional. “Es importante que la familia no solo vea, sino que se involucre. Que el niño diga: ‘mi papá jugó conmigo hoy’”.
5.- Impulsar políticas y programas escolares con enfoque integral
Finalmente, aunque la base debe estar en casa, los programas institucionales también tienen peso. El maestro destaca estrategias federales como la prohibición de comida chatarra en las escuelas o las actividades promovidas por la Secretaría de Educación en fechas clave.
Estas acciones, si bien no sustituyen la influencia familiar, pueden ayudar a reforzar una cultura activa. “La escuela debe ser un reflejo de los hábitos que se fomentan en casa, pero también puede ayudar a corregirlos si no existen”, menciona. Por ello, considera que los maestros tienen la responsabilidad de coordinar con autoridades, familias y alumnos para dar sentido a estos esfuerzos.
La raíz está en casa
Al ser consultado sobre qué estrategia es más efectiva, el ejemplo en casa, el trabajo del docente o las políticas escolares, el doctor Rangel es claro: todo suma, pero nada sustituye la influencia familiar.
“La base debe ser el hogar. Ahí es donde el niño pasa más tiempo y donde forma sus hábitos. Si en casa ven movimiento, salud y alegría al ejercitarse, lo aprenderán como algo normal y positivo”.
Por eso, su mensaje final va más allá del aula: fomentar la actividad física en los niños no es un asunto solo de maestros, entrenadores o autoridades. Es un compromiso compartido entre escuela, familia y comunidad para sembrar desde hoy el bienestar del mañana.
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