El sueño y la alimentación en el rendimiento escolar: claves para el éxito de los más pequeños

Vida
/ 8 febrero 2025

Expertos en psicología y nutrición, destacan que un sueño adecuado mejora la atención, el aprendizaje y la salud emocional, mientras que una dieta balanceada potencia la energía y concentración necesarias para un buen desempeño académico

El sueño y la alimentación son fundamentales para el bienestar de los niños y, por ende, para su rendimiento escolar. Sin embargo, ¿cuánto se habla realmente de la importancia de establecer rutinas saludables en casa? A través de voces expertas en psicología, nutrición y educación, exploramos cómo estos factores influyen en la vida académica de los niños y qué podemos hacer para mejorarlos.

La falta de estas bases, puede generar problemas como obesidad infantil, déficit de atención y dificultades emocionales. Para contrarrestarlo, se recomienda establecer rutinas claras, priorizar alimentos frescos, limitar los procesados y fomentar la actividad física. El éxito escolar comienza en casa, con hábitos saludables que involucren tanto a padres como a la comunidad educativa.

El sueño: la base de un día productivo

Según la psicóloga infantil Diana Valdés, el sueño es esencial para el desarrollo físico, emocional y cognitivo. En los niños, lo ideal es que duerman entre 10 y 13 horas, dependiendo de su edad. Sin embargo, en muchos casos esto no ocurre.

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La maestra Daniela Espinoza, profesora en un preescolar vespertino, observa que varios de sus alumnos llegan al aula sin haber descansado adecuadamente: “Muchos niños no tienen una rutina de sueño establecida. Se desvelan hasta que ya no aguantan más, y en la mañana despiertan tarde, desorientados o con sueño acumulado”.

La falta de sueño no solo genera cansancio físico, sino que impacta directamente en la atención y la capacidad de aprendizaje. “Los niños distraídos, que se quedan dormidos en clase o que constantemente preguntan cuánto falta para salir, suelen ser aquellos con mala calidad de sueño”, agrega la docente.

A largo plazo, explica la psicóloga Valdés, dormir mal puede desencadenar problemas de salud mental, como ansiedad y depresión, además de afectar el desarrollo cognitivo. “El sueño es un componente esencial para el bienestar integral. Si no se prioriza, el niño crece con mayores riesgos de problemas emocionales y físicos”, enfatiza.

El papel de la alimentación en el aprendizaje

La nutrición es otro pilar clave. La licenciada en Nutrición y Gastronomía María Fernanda Duque, explica que una alimentación saludable no solo garantiza el desarrollo físico, sino que también impulsa el rendimiento escolar. “Un niño que consume frutas, verduras, proteínas y granos integrales tendrá más energía y capacidad de concentración, a diferencia de uno que basa su dieta en alimentos ultraprocesados y azúcares”.

El problema, según Duque, radica en la falta de orientación en casa. “He visto niños que llevan lonches muy pesados o con comida chatarra. Esto no solo afecta su aprendizaje, sino que fomenta problemas como la obesidad infantil”, advierte. Ella propone un modelo de alimentación con cinco tiempos de comida: desayuno, snack saludable, comida, colación ligera y cena. Además, sugiere involucrar a los pequeños en la elección y preparación de los alimentos. “Esto no solo los educa, sino que les permite desarrollar una relación positiva con la comida”.

$!A los pequeños se les puede compartir el amor e interés por comer sano.

Hábitos que hacen la diferencia

Un aspecto en el que coinciden las especialistas es la necesidad de crear rutinas claras que integren tanto el sueño como una alimentación saludable. La psicóloga Valdés sugiere que los padres establezcan horarios regulares para dormir y despertar, incluso los fines de semana. “Los niños necesitan estructura. Si saben que tienen un horario fijo, su cuerpo se adapta, y su descanso mejora”.

Por su parte, Duque propone hábitos como:

- Consumir agua natural en lugar de bebidas azucaradas.

- Priorizar las frutas y verduras en cada comida.

- Reducir la ingesta de alimentos procesados.

- Incentivar la actividad física, al menos tres veces por semana durante 45 minutos.

$!Una pequeña rutina de ejercicio puede hacer una gran diferencia en el día.

El impacto en el aula

El desempeño escolar es un reflejo directo de lo que ocurre en casa. Espinoza comparte que los niños que llegan bien alimentados y descansados suelen ser más participativos y concentrados en clase. Por el contrario, quienes no tienen estas bases presentan mayor irritabilidad y falta de interés.

”Algo que siempre recomiendo a los padres es que mantengan rutinas en casa. Que los niños se levanten temprano, desayunen, se bañen y lleguen al kínder listos para aprender”, comenta la maestra. Además, señala la importancia de evitar lonches pesados y optar por snacks ligeros y nutritivos, como yogurt, fruta o frutos secos.

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Consecuencias a largo plazo

Las malas prácticas de sueño y alimentación no solo afectan el rendimiento escolar inmediato, sino que tienen repercusiones a futuro. Duque señala que una dieta basada en comida chatarra puede derivar en obesidad infantil, la cual está asociada con enfermedades como diabetes e hipertensión en la edad adulta. “Si los niños no aprenden a comer de manera saludable desde pequeños, es más difícil que cambien esos hábitos cuando crezcan”, asegura.

Asimismo, sobre la falta de sueño crónica Valdés explica: “No se trata solo de dormir, sino de la calidad del sueño. Si un niño no descansa profundamente, su cerebro no podrá procesar y almacenar la información adecuadamente”.

Un esfuerzo conjunto

La responsabilidad de garantizar que los niños tengan un sueño adecuado y una alimentación balanceada no recae únicamente en los padres, sino también en maestros, nutriólogos y la sociedad en general. “Es un trabajo en equipo. Los padres deben fomentar hábitos saludables en casa, pero las escuelas también deben reforzarlos mediante programas educativos y ambientes que promuevan el bienestar”, concluye Duque.

En un mundo donde las distracciones y los alimentos ultraprocesados son la norma, la clave está en regresar a lo básico: establecer rutinas, priorizar alimentos frescos y garantizar que los niños tengan el descanso necesario para crecer y aprender. Porque el éxito escolar no empieza en el aula, sino en casa, una noche antes, y en cada comida del día.

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