Entendiendo el control del plástico sobre los productos agrícolas
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Comenzó con el celofán en la década de 1930 se aceleró con los contenedores tipo bisagra de plástico en la década de 1980
Por: Kim Severson
Si te parece que el plástico rodea casi todos los pepinos, manzanas y pimientos del pasillo de frutas y verduras, es porque así es.
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Lo que comenzó con el celofán en la década de 1930 se aceleró con los contenedores tipo bisagra de plástico en la década de 1980 y las ensaladas en bolsas en la década de 1990. Las compras de comestibles en línea lo potenciaron.
Pero ahora ha comenzado la carrera, por lo que las personas que cultivan y venden frutas y verduras consideran una misión casi imposible: acabar con el dominio del plástico sobre los productos agrícolas.
En una encuesta de marzo entre profesionales de los productos agrícolas en LinkedIn, el cambio a material biodegradable fue votado como la principal tendencia. “Es importante”, dijo Soren Bjorn, director ejecutivo de Driscoll’s, el mayor productor de bayas del mundo, que ha hecho la transición hacia envases de papel en muchos mercados europeos.
España tiene un impuesto al plástico. Francia ha limitado drásticamente los productos agrícolas envueltos en plástico y la Unión Europea está a punto de implementar sus propias restricciones. Canadá está tratando de elaborar un plan que podría eliminar los envases de plástico de los productos agrícolas en un 95 por ciento para 2028. En Estados Unidos, 11 estados ya han restringido los contenedores de plástico. Como parte de un amplio plan antidesperdicio, el gobierno de Biden está pidiendo nuevas formas de envasar alimentos que utilicen material antimicrobiano y respetuoso con el clima diseñado para reducir la dependencia en el plástico.
Entonces, ¿estamos de acuerdo en que eliminar el plástico es la respuesta?
Reducir el uso de plástico es una forma obvia de luchar contra el cambio climático. El plástico se crea a partir de combustibles fósiles, el mayor contribuyente a los gases de efecto invernadero. Asfixia los océanos y se filtra en la cadena alimentaria. Las estimaciones varían, pero alrededor del 40 por ciento de los residuos plásticos provienen de envases.
Sin embargo, hasta ahora el plástico ha sido la herramienta más eficaz para luchar contra otra amenaza medioambiental: el desperdicio de alimentos.
Vender productos agrícolas es como sostener un cubo de hielo que se derrite y preguntarse cuánto pagaría alguien por él. El tiempo es crucial y el plástico funciona bien para frenar la descomposición de verduras y frutas. Eso significa que se tiran menos productos a los basureros, donde generan casi el 60 por ciento de las emisiones de metano de los vertederos, según un informe de 2023 de la Agencia de Protección Ambiental.
Un estudio suizo de 2021 demostró que cada pepino descompuesto que se tira a la basura tiene el impacto medioambiental equivalente a 93 envoltorios de plástico para pepino.
Los alimentos son el material más común en los vertederos. La familia estadounidense promedio de cuatro personas gasta 1500 dólares cada año en alimentos que no se consumen. De eso, las frutas y verduras representan casi la mitad de todo el desperdicio de alimentos en el hogar, según una investigación de la Universidad Estatal de Michigan. Y no es solo la comida desperdiciada lo que contribuye al cambio climático. La agricultura y el transporte desperdiciados para producir alimentos que se desechan también tienen un impacto en el clima.
Prevenir el desperdicio de alimentos y reducir el uso de plástico no son objetivos mutuamente excluyentes. Ambos ocupan un lugar destacado en la agenda del gobierno de Biden, que en diciembre emitió un proyecto para una estrategia nacional con el objetivo de reducir a la mitad la pérdida de alimentos del país para 2030.
¿Están los estadounidenses de acuerdo?
Los consumidores reportan cada vez más que les interesa utilizar menos plástico y menos envases, pero sus hábitos de compra cuentan una historia diferente. El año pasado, los consumidores estadounidenses gastaron, 4300 millones de dólares en ensaladas en bolsas, según la Asociación Internacional de Productos Agrícolas Frescos. Tanto los experimentos de mercadeo como las investigaciones independientes muestran que el precio, la calidad y la conveniencia impulsan la elección de alimentos más que las preocupaciones ambientales.
Los vendedores también tienen que tomar decisiones difíciles. Los compradores se han quejado de tener que comprar productos agrícolas que ya han sido envasados en plástico y que ya tienen un precio. No vender por peso es más fácil para la tienda, pues así los trabajadores no tienen que pesar cada artículo. Pero eso a menudo obliga a los consumidores a comprar más de lo que necesitan.
Las líneas de batalla parecen trazarse entre quienes no quieren nada de plástico y los compradores que prefieren la facilidad de recibir verduras frescas para ensalada en su puerta.
“La conversación sobre el envasado está siendo secuestrada por un bando o el otro”, dijo Max Teplitski, director científico de la Asociación Internacional de Productos Agrícolas Frescos. Teplitski lidera la Alianza para el Envasado Sostenible de Alimentos, un conjunto de grupos comerciales de la industria que se formó en enero.
La prioridad del grupo es asegurarse de que cualquier cambio en el envasado mantenga los alimentos seguros y preserve su calidad.
¿Qué alternativas al plástico se aproximan?
Estas son algunas ideas nuevas que van rumbo al pasillo de frutas y verduras:
Bolsas creadas de árboles. Una empresa austriaca está utilizando árboles de haya para fabricar bolsas de red de celulosa biodegradables para contener productos. Otras empresas ofrecen redes similares que se descomponen en unas pocas semanas.
Película hecha de cáscaras. Las cáscaras de naranja, camarones y otros desechos naturales se están convirtiendo en películas que pueden usarse como el celofán o convertirse en bolsas. Se rocía una capa comestible hecha de ácidos grasos de origen vegetal sobre pepinos, aguacates y otros productos agrícolas que se venden en muchas de las principales tiendas de comestibles. Funciona de forma similar a la capa de cera que se utiliza habitualmente en cítricos y manzanas.
Contenedores tipo bisagra de cartón. Los contenedores tipo bisagra de plástico representan un negocio de 9100 millones de dólares en Estados Unidos y el número de productores que los utilizan es enorme. Remplazarlos será un desafío gigantesco, en particular para las frutas y verduras más frágiles. Muchos diseñadores lo están intentando. Driscoll’s ha estado trabajando en el desarrollo de contenedores de papel para su uso en Estados Unidos y Canadá. Mientras tanto, la empresa está utilizando más plástico reciclado en sus contenedores tipo bisagra en Estados Unidos.
Hielo que se siente como gelatina. Luxin Wang y otros científicos de la Universidad de California, campus Davis, han inventado el hielo de gelatina reutilizable. Es más ligero que el hielo y no se derrite. Podría eliminar la necesidad de los paquetes de hielo hechos de plástico, que no se pueden reciclar. Después de una docena de usos, el hielo de gelatina se puede tirar al jardín o a la basura, donde se disolverá.
Problema resuelto, ¿cierto?
En absoluto. Incluso si todos los productores y vendedores comenzaran a utilizar envases que pudieran reciclarse o convertirse en abono, la infraestructura de Estados Unidos para convertirlos en algo más que basura es, en el mejor de los casos, irregular. Menos del 10 por ciento de todo el plástico se recicla, una cifra que es aún menor para los envases de productos agrícolas, afirmó Eva Almenar, profesora de la Escuela de Envasado de la Universidad Estatal de Míchigan. Solo una pequeña fracción de los envases etiquetados como biodegradables queda fuera de los vertederos.
Apenas el 3 por ciento de los alimentos desperdiciados terminan en centros de compostaje industrial. Varios estados carecen de operaciones comerciales que puedan convertir los desechos de alimentos en composta.
“No tenemos la tecnología adecuada y no tenemos los sistemas de recolección”, aseveró Almenar.
Incluso si hubiera esa infraestructura, los hábitos de la gente no están alineados. “Los consumidores no tienen ni idea de lo que significa ecológico, compostable o reciclable”, afirmó.