La neutralidad del género siempre ha existido; la identidad no binaria a través del tiempo

Vida
/ 2 julio 2023

Las identidades fuera de la norma binaria han existido desde hace años, no se trata de un “invento”

Una mañana, nos despertamos y el término “no binario” estaba allí. Controversial, polémico y desconocido, describe a un grupo de personas cuyo género no correspondía a lo binario, es decir, a lo masculino o femenino. Aunque fue una idea totalmente absurda para millones de seres humanos, un porcentaje de la población lo entendió, razonó con él y decidió usarlo para describir su identidad de género.

Y si no comenzó con el ser no binario, definitivamente empezó con ser transgénero. Por ello, hay varios términos que, para algunas personas, son difíciles de comprender. Una manera muy fácil de verlo, es con un paraguas: En la punta más alta de éste, se encuentran las identidades no binarias, luego, debajo de la sombrilla, están las demás: Agénero, andrógino, género fluido, cuirgénero, bigénero, demigénero, etcétera.

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Todos estos términos engloban un significado común: identidades de género que no responden al sistema binario (hombre/mujer), y son parte de un espectro. Pero, ¿quién inventó esto? Nadie, en realidad. El no binarismo es un término meramente moderno; su significado y la psicología detrás del mismo, son de esta época.

Empero, el concepto de la neutralidad de género data desde hace miles de años, en decenas de culturas, sociedades indígenas, occidentales y orientales. Ha evolucionado con el paso de los años; podría decirse que siempre ha estado entre nosotros, sin embargo, apenas hemos despertado.

EN EL PASADO

Mitologías y culturas alrededor del mundo dan espacio a las personas que no corresponden al ser hombres o mujeres, en la cuestión de género. En el segundo milenio, a.C. y 1700 a.C., las tablillas sumerias y acadias describían a estos seres humanos; habían sido creados por los dioses y se les relacionaba también a los eunucos, es decir, mujeres que no podían o no “tenían permitido” tener hijos.

Igualmente, describían a hombres que vivían como mujeres, personas intersexuales, homosexuales, y demás. Luego, en varios escritos del antiguo Egipto (Reino Medio, 2000-1800 a. C.), describían tres géneros humanos: masculino (tie), femenino (hemet) y sekhet (s h t), este último se traducía como “eunuco”, pero abarcaba un significado más amplio.

No es una identidad estática ni precisa, en realidad, es una combinación de varios aspectos, desde lo femenino, masculino, hasta la androginia, o algo intermedio. Otros estudiosos, sin embargo, describen que podría tratarse de un hombre cisgénero (se identifica con su género asignado al nacer, lo contrario a transgénero), pero homosexual y que no tenía la posibilidad de tener hijos.

Otro análogo de la identidad no binaria, son los hijra de los países del sur de Asia, además de India, Pakistán y Bangladesh, durante el 400 a.C. o 300 d.C; se trata de personas cuyo género asignado al nacer fue hombre, pero su expresión de género va hacia lo tradicionalmente considerado femenino.

Asimismo, existe el término enarei, descritos como “chamanes andróginos” venerados por los antiguos escitas, jinetes nómadas euroasiáticos, que inventaron una de las terapias hormonales más antiguas conocida en el mundo, en el siglo VII a.C. Esta consistía en la utilización de raíz de regaliz como “antiandrógeno” y orina de yegua como estrógeno.

Cientos de culturas nativas americanas también abordaron la neutralidad de género, con los hoy llamados Dos Espírutos, es decir, personas que no encajaban en el binario tradicional. O los Mähü en las culturas hawaianas y tahitianas, que describen un tercer género. En Indonesia, los Bissu describían una combinación de todos los géneros, incluso para las personas físicamente intersexuales (que nacieron con sexos masculino y femenino); incluso el judaísmo, en el siglo I. e.C., reconoció hasta seis géneros/sexos.

De este lado del mapa, especialmente en la región zapoteca del istmo de Tehuantepec, se estima la presencia de tres mil Muxes, palabra que describe a una persona, cuyo sexo asignado al nacer es masculino, que asume roles de género “femeninos” dentro de cualquier ámbito social, sexual y personal.

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Los zapotecos consideraban a estos individuos como parte de un “tercer sexo”, diferentes a los hombres y las mujeres. Aunque algunos se identificaban como homosexuales, no todos lo eran, pues llegaban a casarse con mujeres y hasta tenían hijos, sin embargo, estaban apegados a protocolos muy tradicionales de la época, donde prevalecía el matriarcado.

Nunca fue motivo de vergüenza, de hecho, los muxes eran descritos como los mejores hijos de la familia, y no abandonaban el hogar o, si lo hacían, volvían cuando era necesario. Tanto era el estimo hacia ellos, que las madres de familia criaban a sus hijos varones como muxes cuando hacen falta las hijas, o cuando un menor no era “naturalmente” agresivo, como otros hombres.

En la actualidad, es más común que los muxes formen parejas con otros hombres homosexuales, y en raras ocasiones llegan a tener familia o relaciones con mujeres. Mientras, en Teotitlán, existían los biza’ah, que también cumplían funciones similares de un tercer sexo, y se diferenciaban de la binariedad del género.

Luego, para la época de los 1890, e inicios de 1900, también existieron diversos términos y personalidades que iban más allá de lo binario. El sexólogo judío alemán, Magnus Hirschfeld, documentó la palabra “travesti” que describía muchos más tipos de personas transgénero o intersexuales, no de una manera despectiva.

Su lucha por la defensa de los derechos de personas homosexuales y transgénero, se extendió cuando fundó el Comité Científico Humanitario (Wissenschaftlich-humanitäres Komitee), que buscaba anular el artículo 175 de la ley alemana. Juntó alrededor de 5 mil firmas, en las que se destacaban Albert Einstein, Hermann Hesse, Thomas Mann, Käthe Kollwitz, Gehart Hauptmann, entre otros.

De hecho, el doctor abrió la primera clínica para atenderlos; fue en la época de los nazis que todos los estudios reunidos por Hirschfeld, así como su basta librería, fueron destruidos; es uno de los recintos que fueron documentados durante la quema de libros por los nazis, el 10 de mayo de 1933.

ELLA, ÉL Y ELLE

El uso de pronombres neutros tampoco es nuevo. En diferentes ocasiones, el singular “they”, en inglés, fue utilizado como un neutro, cuando no se sabía el género de una persona. William Shakespeare lo usó en algún momento, no obstante, prescriptivistas del lenguaje acusaron que no era aceptable, “porque en el latín no hay pronombres neutrales”, y sería mejor que en inglés tampoco lo hubiera.

Pese a ello, sigue siendo empleado como un neutral, con la duda de por medio y la crítica de los especialistas en la lengua. Los prefijos para “señor” y “señorita” en inglés (mr. y ms.), ahora también incluyen el “mx.”, y también hubo prescriptivistas que lo tacharon como algo incorrecto y “nuevo”, pero fue en 1960 cuando se utilizó por primera vez en una revista.

Años más adelante, el movimiento feministas, especialmente Casey Miller y Kate Swift, figuras significantes del colectivo en Estados Unidos, señalaron que el uso del lenguaje inclusivo debería promoverse, en contra del lenguaje sexista que “deshumanizaba” a las mujeres; sin quererlo, esto ayudó a las personas que existen fuera de la norma binaria.

Fueron cientos de personalidades, ideas, conceptos y experiencias que, con el paso de tiempo, ayudaron a que las personas fueran comprendiendo su identidad de género. Sin embargo, no fue hasta 2013 que una versión más reciente del manual de psiquiatría DSM-5 reemplazó el diagnóstico de “trastorno de identidad de género” por “disforia de género”, con la misión de disminuir la patologización de las personas trans.

Y, aunque el uso de la palabra “queer” o “cuir” se cree moderno, su existencia data desde la época de los 90; algunos historiadores consideran que incluso desde antes. Hoy, Planned Parenthood lo define como una identidad de género y sexual diferente a la heterosexual y cisgénero.

“Queer a veces se usa para expresar que la sexualidad y el género pueden ser complicadas, cambiar con el tiempo y no encajar del todo en una identidad u otra, por ejemplo: ser hombre o mujer, o ser gay o hetero”, señalan.

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Asimismo, recuerdan que solía ser un insulto para las personas homosexuales, pero su apropiación fue convirtiéndolo en algo positivo. Su amplio concepto permite que algunas personas no binarias se sientan identificadas con este término, y nos deja ver que, desde la inclusión de términos como este, se ha buscado darle nombre a la neutralidad del género.

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