Los baños térmicos en Rusia son conocidos como la bania

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Los baños térmicos en Rusia, conocidos como la bania, son tan esenciales en la cultura popular de este país como el vodka o la balalaika.
"Los rusos son fieles al hábito de bañarse. Y no hay ciudad ni pueblo que no tenga baños, públicos y privados. Los rusos resisten el calor hasta quedarse rojos y exhaustos. Entonces corren desnudos a la calle, tanto hombres como mujeres, y se vierten un jarro de agua fría; y en invierno, ruedan por la nieve, se restriegan con ella como si fuera jabón, y después vuelven al baño". Así describió el baño ruso en el siglo XVII el matemático y viajero alemán Adam Olearius.
"La temperatura en la sauna alcanza los 100 grados centígrados con una humedad del 10 por ciento. El aire en la sauna quema y cuesta respirarlo. En el baño turco la temperatura es baja (45 grados), mientras que la humedad es máxima. La bania se distingue por su equilibrio entre la temperatura y el grado de humedad", explica a Efe Yuri Butorin, directivo de los legendarios "Sanduní", los baños más famosos del país, con más de dos siglos de historia.
"Con una temperatura y humedad que rondan los 60 grados, la conductividad térmica del aire es mayor, el cuerpo se calienta más rápido y en un ambiente más agradable", añade.
Pero por lo que realmente se distingue la bania rusa es por ser un lugar de encuentro para el descanso en compañía de familiares y amigos.
Idílico espacio para compartir una conversación, un chiste o una canción y para, finalmente, coronar la experiencia con un buen trago de vodka, pese al horror que suscita la costumbre a los médicos.
Alcohol y calor, dicen con toda la razón, es una pésima combinación para el corazón. Hasta bien entrado el siglo XX, recuerdan los historiadores, no se tomaba tanto aguardiente en Rusia, ni en la bania ni en ningún otro lugar.
CUANDO EL BAÑO HACES, RENACES
"No hay médico que no reconozca la bondad del baño ruso. Cualquiera puede percatarse de cuán dichosa sería la sociedad si, por este sencillo medio, conservara la salud y combatiera las enfermedades. Y creo que únicamente el baño ruso, preparado como es debido, puede acercar al hombre a este gran bien".
Estas palabras, citadas por el académico ruso Yemelián Kornéyev en un libro publicado en 1812, se atribuyen al portugués Riberto Sánchez, médico de la corte de la emperatriz Isabel I de Rusia.
Decenas de refranes rusos le reconocen poder curativo al baño con vapor: "cuando el baño haces, renaces"; "el día de bania, no envejeces"; "la bania, cualquier enfermedad expulsa".
Y para que la salud y el buen ánimo corran por el cuerpo, los rusos echan mano del "vénik", un peculiar instrumento de masaje, seña de identidad del baño ruso.
Un puñado de ramas de árbol, con todas sus hojas, se atan como una sola a modo de ramo. A cada árbol -cuyas hojas emanan agradables aromas al entrar en contacto con el calor- se le atribuyen distintas cualidades curativas.

Un ramo de abedul mitiga dolores musculares y de articulaciones, depura la piel y sana las heridas cutáneas. Uno de roble reduce las subidas de la presión arterial con el calor y tiene efecto antiinflamatorio. Hay ramos nocturnos, como el roble y el abedul, que alivian el estrés y ayudan a dormir; y otros matutinos, que aceleran el sistema nervioso, ideales para
empezar una dura jornada de trabajo.
Quién maneja el "vénik" es el "bánschik", que además regula el calor y el vapor. Echa leña al horno, cuando es menester, y también agua sobre las piedras amontonadas en un rincón.
Unas veces con suavidad y otras con fuerza, aplica el "vénik" sobre la piel del agraciado, acostado en un banco y, al remover el aire caliente con las hojas, acalora el cuerpo con sus ráfagas. Cuanto más rápido se mueve la mano armada con el ramo, más calor.
SANDUNÍ, EL PALACIO DE LOS BAÑOS
En pleno corazón de Moscú, en un estrecho callejón a sólo un kilómetro de la Plaza Roja, se
esconden los majestuosos Sanduní, los más antiguos y señoriales baños de Rusia.
“En su origen - cuenta Yuri Butorin- hay una historia de amor entre dos actores, el georgiano Sila Sandunov y la rusa Yelizaveta Uránova. Los dos actuaban en el teatro cortesano de Catalina la Grande, en la imperial San Petersburgo. Al bendecir su boda, la emperatriz les regaló unos diamantes que Sila invirtió en la compra de unos terrenos en el centro de Moscú. Sobre ellos construyó, en 1808, la bania más lujosa de la ciudad. Aunque con el tiempo los baños pasaron de unos propietarios a otros, el nombre de Sila Sandunov se quedó para siempre”.
Al filo ya del siglo XX, el marido de la excéntrica millonaria Vera Firsánova, que heredó los Sanduní de su padre, prometió a su mujer convertirlos en "un palacio para el baño nunca visto en Moscú".
Desde entonces y hasta hoy -pese a la Revolución de Octubre y los 70 años de comunismo, pese a remodelaciones y restauraciones- la bania de la moscovita calle Neglinka lleva con orgullo y dignidad el peso de haberse concebido como un palacio termal.
El escritor Antón Chéjov, el poeta Alexandr Pushkin o el cantante de ópera Fiódor Shaliapin, considerado uno de los intérpretes más grandes de la historia, fueron tan sólo algunos de sus insignes y habituales visitantes.

En el interior de los Sanduní se rodaron grandes películas, entre ellas la histórica "El acorazado Potemkin", de Serguéi Eisenstein, y también la popular "Ironía del destino...".
La escena más memorable del que es seguramente el filme más querido por varias generaciones de los que nacieron en la Unión Soviética, grabada en los Sanduní, remite a esa costumbre tan rusa de reunirse con los amigos en una bania.

"Es cierto que una bañera en cada apartamento es cómodo, es moderno. Pero en la bania, bañarse tiene un componente de ceremonia espiritual que no tiene en casa. En una bañera, no es más que quitarse la suciedad", dice uno de los protagonistas en una réplica que define la carga simbólica del baño ruso.
DESTACADOS:
+++ "En la bania, con una temperatura y humedad que rondan los 60 grados, la conductividad térmica del aire es mayor, el cuerpo se calienta más rápido y en un ambiente más agradable", afirmna a Efe Yuri Butorin, directivo de los legendarios "Sanduní", los baños más famosos del país.

+++ Lo que realmente distingue la bania rusa de los spa y los baños turcos es por ser un lugar de encuentro para el descanso en compañía de familiares y amigos. Idílico espacio para compartir una conversación, un chiste o una canción y para, finalmente, coronar la experiencia con un buen trago de vodka.
+++ Decenas de refranes rusos le reconocen poder curativo al baño con vapor: "cuando el baño haces, renaces"; "el día de bania, no envejeces"; "la bania, cualquier enfermedad expulsa". Y para que la salud y el buen ánimo corran por el cuerpo, los rusos echan mano del "vénik", un peculiar instrumento de masaje, seña de identidad del baño ruso.
Por Arturo Escarda/EFE-Reportajes