Los Montoya, una familia sudafricana que da vida al flamenco en África

Vida
/ 10 marzo 2017

Desde que el patriarca, José Montoya, abriera la academia en los años sesenta, cientos de sudafricanos se han convertido en bailaores bajo la tutela del propio José, de su mujer Helena y más recientemente de una de sus hijas.

Tenemos más de 70 bailaores, desde niños de 6 años a gente de la tercera edad"...

Con más de medio siglo sobre los escenarios, una familia sudafricana que cambió su nombre por "los Montoya" mantiene vivo el flamenco en su país y forma a centenares de bailaores autóctonos con instrucciones en inglés.

Desde que el patriarca, José Montoya, abriera la academia en los años sesenta, cientos de sudafricanos se han convertido en bailaores bajo la tutela del propio José, de su mujer Helena y más recientemente de una de sus hijas, que ha tomado el nombre de María Lorca y está llamada a continuar la saga.

"Tenemos más de 70 bailaores, desde niños de 6 años a gente de la tercera edad", explica a Efe Mandy-Lee Wiegmans, María Lorca Montoya en los escenarios, quien representa el futuro del clan para mantener viva la danza española en el extremo de África.

José Montoya aún era William Lawrence Harrison cuando con 20 años descubrió el flamenco. Caminaba por el barrio de Hillbrow de Johannesburgo, y una música y un instrumento desconocido, las castañuelas, llamaron su atención desde uno de los pisos.

Con la misma pasión que sigue definiendo a la familia, subió a interesarse y le recibió con los brazos abiertos Mercedes Molina, la mujer de origen griego que cambiaría su vida con aquella danza remota que ella había introducido en Sudáfrica.

"Desde ese momento, quedé fascinado para siempre por la danza española", rememora Montoya desde la casa en una zona residencial de Pretoria donde transcurren las clases y los ensayos de su compañía, que le homenajea este fin de semana con motivo de sus 80 años con un espectáculo en el Teatro Atterbury de Pretoria.

Harrison no tardó en ser el primer bailaor de Sudáfrica, empezó a dar clases y abandonó su identidad para llamarse José Montoya. En una de esas clases vio por primera vez a su mujer, Helena Montoya, entonces una niña que aprendía ballet donde José tenía el estudio

"Era una bailaora de flamenco natural. Desde el primer día supe que llegaría a ser un día una bailaora famosa", cuenta José sobre Helena, Hillaine Barbara Sachs, en los documentos oficiales.

Ya con su propia compañía, junto a su mujer y al resto de bailaores, José recorrió Sudáfrica actuando en teatros y casas de cultura municipales.

Viajaron a España y a otros países para perfeccionar la técnica y dar ellos mismos clases, y durante dos semanas en 1996 actuaron cada noche en un restaurante de Oliva, el Viva España, que sigue hoy abierto y presente en la memoria de los Montoya.

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Muchas de sus mejores anécdotas datan de los años ochenta, cuando el matrimonio y otros bailaores del grupo viajaban en aviones militares a entretener a los soldados sudafricanos, tanto en las bases como en el frente de la guerra de Angola.

"Veíamos explosiones y oíamos disparos a pocos metros detrás de nosotros, y actuábamos sobre un camión que no paraba de moverse", recuerda Helena entre risas, mientras enseña una foto de la familia con los Gipsy Kings, con quienes actuaron en 1990 en Sun City, la Las Vegas sudafricana.

Las paredes del estudio están forradas de carteles de espectáculos, motivos españoles e imágenes de José y Helena sobre las tablas. Se les ve jóvenes y morenos, llenos de carácter con camisa a lunares y traje de sevillana.

"En aquellos días parecía un gitano", dice José, utilizando la palabra española, delante de Helena, que también parece, aún hoy, una gitana.

Entre toda la decoración destaca una foto de José con una medalla, la Orden del Mérito Civil que le concedió el rey de España por su incansable promoción de la cultura española en Sudáfrica.

"Es lo mejor que me ha pasado en toda mi vida", manifiesta con el mismo orgullo que no puede disimular su hija.

La continuidad está garantizada por María Lorca, que además de dar clases en la escuela familiar ha introducido la danza española en el currículo de la educación secundaria sudafricana en la que trabaja, donde cada vez más jóvenes eligen esta disciplina como materia.

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