Opinión: La polio amenaza hoy a Gaza... y mañana podría ser el cólera
EL ÉXITO DE LA CAMPAÑA DE VACUNACIÓN CONTRA LA POLIO EN GAZA NO DEBERÍA HACERNOS OLVIDAR LA AMENAZA DE OTRAS ENFERMEDADES.
Por: Mohammed Aghaalkurdi
En agosto, las autoridades sanitarias registraron el primer caso de polio en Gaza en más de 25 años: un bebé de 10 meses no vacunado cuya pierna izquierda quedó paralizada por el virus. La noticia me invadió de tristeza y frustración. Es indignante que se haya permitido que reapareciera la polio —una enfermedad muy contagiosa que puede causar parálisis, insuficiencia respiratoria, colapso cardiovascular e incluso la muerte— en Gaza después de haber sido casi erradicada en todo el mundo.
En respuesta, la Organización Mundial de la Salud y otros grupos iniciaron una gran campaña con el objetivo de vacunar a más de 640.000 niños en Gaza. Debido a mi trabajo humanitario con Medical Aid for Palestinians, formo parte de ese esfuerzo. He trabajado incansablemente con nuestro equipo y la OMS para supervisar la calidad del proceso de vacunación. Inocular a cientos de miles de niños en una zona sometida a constantes ataques es una tarea de enormes proporciones, sobre todo porque se necesitan dos dosis con algunas semanas de diferencia. Sin embargo, y contra todo pronóstico, logramos administrarles las primeras dosis de la vacuna antipoliomielítica a 559.161 niños. Me alentó ver la determinación de tantos padres por proteger a sus hijos de la poliomielitis en circunstancias tan peligrosas, y estoy orgulloso de trabajar en este enorme proyecto de salud pública.
No obstante, es angustiante que la vida de estos niños esté sujeta a continuas amenazas. El Ejército israelí acordó una serie de “pausas humanitarias” en lugares específicos para la campaña de vacunación. ¿Pero qué caso tiene permitir la vacunación de niños contra la polio hoy, si mañana se verán amenazados por el cólera o por otra enfermedad? ¿Si serán blanco de bombas u otras armas, o serán víctimas del hambre? Celebrar el éxito de la campaña de vacunación parece absurdo cuando persisten otros peligros para los niños de Gaza. Como consecuencia de la ofensiva militar de Israel, observamos condiciones que podrían permitir que varias enfermedades infecciosas se propaguen por Gaza y se extiendan al resto de la región.
Se calcula que alrededor de dos tercios de todos los edificios de Gaza fueron dañados o destruidos por el Ejército israelí y el cerco ha suspendido en gran medida el acceso a alimentos, agua y electricidad. Alrededor de 1,9 millones de personas, entre las que me cuento, se han visto obligadas a abandonar sus hogares; han muerto más de 10.000 niños. Los hospitales han sido blancos de ataques que los investigadores de la ONU califican de “deliberados” y solo 17 de los 36 existentes funcionan siquiera parcialmente.
Esta situación ha provocado una fuerte erosión de las normas sanitarias y humanitarias. La inmensa mayoría de los 2,2 millones de habitantes de Gaza se vieron obligados a evacuar y trasladarse a una zona superpoblada que solo representa el 11 por ciento de Gaza. Esta “zona humanitaria” designada, que sigue siendo objeto frecuente de ataques aéreos militares israelíes, dista mucho de ser humana. Las tuberías de agua que abastecen la zona están cortadas, las aguas residuales inundan las calles y la gente no tiene más remedio que vivir en tiendas de campaña debido a las constantes evacuaciones y bombardeos. Muchos se han visto obligados a utilizar agua de mar contaminada con aguas residuales sin tratar para asearse y lavar la ropa. Casi no hay jabón ni detergente para comprar.
Debido a estas condiciones, Gaza podría sufrir un maremoto de enfermedades infecciosas que ya comenzaron a aparecer. Diariamente, los puntos médicos de nuestro equipo en el sur de Gaza atienden a unos 180 niños con enfermedades eruptivas de la piel, como impétigo y varicela. Damos el tratamiento que podemos, pero no siempre tenemos medicamentos suficientes. Desde el pasado octubre, Naciones Unidas ha informado de más de 40.000 casos de hepatitis A, mientras que solo hubo 85 en el mismo periodo anterior. El cólera aún no ha llegado, pero muchos médicos temen que sea solo cuestión de tiempo.
Un tratamiento a tiempo puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Y ahora mismo, no hay acceso a la atención necesaria para salvar vidas. Nuestro colega Natheer Khalafallah, médico de la unidad de cuidados intensivos del Hospital Nasser, murió a finales de agosto debido a una grave insuficiencia hepática tras contraer hepatitis A por agua potable contaminada. Se organizó la evacuación médica de Khalafallah desde Gaza para recibir tratamiento. Pero desde que Israel cerró el paso fronterizo de Rafah el 7 de mayo, las evacuaciones médicas siguen suspendidas en general. En la actualidad, se calcula que 12.000 pacientes no han podido salir de Gaza para recibir atención médica urgente.
Incluso en los hospitales que siguen funcionando, la escasez de todo tipo de materiales hace de estos lugares un foco potencial de enfermedades. He visto a cirujanos realizar operaciones complejas con solo guantes estériles, sin batas ni campos quirúrgicos. Algunos han tenido que operar en la oscuridad. Muchos han trabajado sin antisépticos. He visto morir a personas por falta de suministros y medicamentos, o porque estaban demasiado débiles por la desnutrición para recuperarse de sus heridas.
Los efectos de la desnutrición son especialmente perniciosos, sobre todo cuando se trata de enfermedades infecciosas. Es posible que las vacunas no confieran toda su protección si alguien está desnutrido. Los cientos de miles de niños que estamos vacunando contra la polio quizá todavía corran el riesgo de infectarse simplemente porque viven con hambre constante.
El bombardeo diario de Gaza por parte del Ejército israelí no solo sigue empujando al límite los deficientes servicios de atención sanitaria, sino que también es una amenaza de lesiones y muerte para los supervivientes de enfermedades. Donde trabajamos, los niños que vacunamos por la mañana regresan al hospital por la tarde como bajas de los ataques aéreos. El 5 de septiembre, una hora después de concluida la campaña de vacunación del día, mis colegas del Hospital Nasser recibieron una afluencia masiva de pacientes, entre ellos un niño al que un ataque militar israelí le había volado una mano. Ese mismo día, los desplazados que se refugiaban en tiendas de campaña, incluidos niños, fueron alcanzados por un ataque aéreo junto al hospital Al Aqsa.
Una catástrofe de enfermedades infecciosas amenaza con extenderse por toda la región: las que se instalen en Gaza no se quedarán en Gaza. Para detener esta catástrofe serán necesarias acciones internacionales que impulsen un acuerdo de alto al fuego inmediato y permanente. Es vital que el Ejército israelí les ponga fin a las restricciones a la entrega de alimentos, agua potable y otras ayudas que puedan preservar las instituciones y centros de salud existentes. Para reconstruir el sistema sanitario en toda Gaza será necesario reabrir los pasos fronterizos y ponerle fin al bloqueo. Aunque traer médicos internacionales y establecer clínicas improvisadas puede ofrecer una solución temporal, un sistema sanitario duradero capaz de responder a las necesidades de los palestinos con rapidez y eficacia debe gestionarse y dirigirse a nivel local, con la infraestructura existente.
Los niños de Gaza necesitan mucho más que una vacuna contra la polio. Necesitan que se cumplan todos sus derechos a la salud y la dignidad: el derecho a la seguridad contra ataques militares, el derecho a jugar, el derecho a desplazarse, el derecho a la educación, el derecho a recibir atención médica y el derecho a alimentos y refugio.