Reingeniería humana contra el cambio climático
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Si somos el causante del problema, modificarnos biomédicamente es una opción para frenarlo
Provocarnos intolerancia a la carne roja, manipular los genes para tener descendencia baja de estatura o inducirnos farmacológicamente el altruismo y la empatía son medidas viables que podrían ayudar a salvar el mundo.
Las soluciones existentes de tipo conductual (como usar menos los vehículos particulares y más el transporte público) y de mercado (como gravar con impuestos el carbono) son insuficientes para mitigar los efectos del cambio climático, y la geoingeniería (como fertilizar los océanos con hierro para estimular el desarrollo de algas que ayuden a eliminar el carbono de la atmósfera) podría tener consecuencias catastróficas.
Los datos existentes sugieren que el Protocolo de Kioto no ha logrado reducciones en los niveles mundiales de emisiones, y el segundo país que más genera gases de efecto invernadero, Estados Unidos, sólo detrás de China, se retiró el año pasado del Acuerdo de París, para favorecer las industrias de petróleo y carbón nacionales.
Se estima que para devolver el clima a niveles habitables habría que recortar las emisiones globales de carbono en al menos 70 por ciento, algo poco probable por la alta demanda de petróleo y electricidad.
En consecuencia, algunos científicos y políticos proponen la geoingeniería, aunque uno de sus grandes problemas es que se carece del conocimiento necesario para desarrollarla e implementarla, retomando el ejemplo de la fertilización de los mares, podría promover la formación de un plancton tóxico que destruya un número incalculable de formas de vida marina.
En este contexto, la reingeniería humana, que consiste en la modificación biomédica de las personas para que aminoremos y también nos adaptemos mejor al cambio climático, no suena tan descabellada.