Ayotzinapa, la última tragedia griega

Vida
/ 8 junio 2016

Edipo se arrancó los ojos antes de morir y a Mondragón, en la vida real, se los arrancaron presuntamente sus verdugos. Apareció tirado en la calle desollado, desfigurado.

Edipo y Antígona caminan hasta llegar a un teatro destruido. Escuchan ruidos y no saben de dónde provienen. Están en el mundo actual. El alboroto es causado por manifestaciones para pedir justicia por la muerte de un estudiante de la escuela de Ayotzinapa en México.

Se trata de Julio César Mondragón, de 22 años, asesinado en septiembre de 2014. Aquella noche murieron seis personas, entre ellas Mondragón, y desaparecieron 43 compañeros suyos, que fueron entregados por los agentes a un grupo criminal, en un caso que impactó a la sociedad mexicana.

La obra "Las lágrimas de Edipo", dirigida por el director mexicano Hugo Arrevillaga y presentada en el Centro Nacional de las Artes de Ciudad de México, es una adaptación de la obra del dramaturgo líbano-canadiense Wajdi Mouawad, inspirada en la tragedia de Sófocles "Edipo en Colono".

Edipo se arrancó los ojos antes de morir y a Mondragón, en la vida real, se los arrancaron presuntamente sus verdugos. Apareció tirado en la calle desollado, desfigurado.

Mouawad quería explicar a través de su obra original el asesinato de un joven de 15 años en el barrio griego de Exarchia. En 2014, el dramaturgo estuvo en México y presenció las manifestaciones por las desapariciones en Iguala, una ciudad del sur de México.

Poco después, envió a Arrevillaga su texto, que el mexicano interpretó como una invitación tácita a reescribir la obra y a actualizarla con la realidad mexicana. Mouawad fue un testigo silencioso de todo lo ocurrido y, en palabras de Arrevillaga, la obra es un "regalo" que le hizo a México para que alguien la transformara.

"Cuando empecé a leer el original de Wajdi supe que tenía que cambiar el personaje del joven caído a los 15 años por el caso de Julio César y, de esa manera, hablar de todos estos muchachos desaparecidos", explicó a dpa el dramaturgo mexicano.

Para poder llevar a cabo el proyecto, que cuenta con la actuación de Ulises Martínez, Vicky Araico y David Illescas, el director mexicano investigó lo ocurrido con los estudiantes de la escuela rural para formación de maestros de Ayotzinapa.

La tortura a la que se presume que fue sometido Mondragón y los hechos ocurridos aquella noche se convirtieron en una responsabilidad artística para Arrevillaga.

Antes de "Las lágrimas de Edipo" nunca había emprendido un proyecto con una relación tan contundente con una cuestión social o política. Su única preocupación era estar a la altura de la situación y del dolor de los familiares de las víctimas.

Después de cada función el director de la adaptación mexicana y los actores inician un diálogo con los espectadores. Para el equipo de Arrevillaga, su proyecto no es un monólogo, sino que cobra sentido y se completa en el momento en que interactúan con su público.

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"Queremos escucharlos, queremos que nos digan qué piensan al respecto, pueden criticar, pueden decirnos hacia dónde les lleva esta historia, qué acciones creen convenientes emprender para que este país tenga un cambio por fin", sentencia el dramaturgo.

El 26 de mayo Marisa Mendoza, viuda del normalista Julio César Mondragón, acudió a ver la obra. Sorprendiendo tanto al público como al equipo dramatúrgico, llegó hasta el escenario y, bañada en lágrimas, habló de la importancia de contar la historia de su marido.

Arrevillaga recuerda las palabras de Mendoza esa noche. Agradeció que los artistas no olvidaran a Julio César porque dijo que el Gobierno y la sociedad parece que lo están haciendo. "Yo tengo que contarle a mi hija la historia de su padre, tenemos que contar las historias", fueron sus palabras.

Precisamente eso es lo que le dice Antígona a Edipo, su padre y también su hermano. Contará su historia para darle a los demás una pauta, un horizonte para continuar su camino.

Tanto Arrevillaga como los actores son conscientes del significado de involucrarse en un caso tan polémico y violento como el ocurrido en Iguala en 2014. Sin embargo, lo que les aterra no son las repercusiones, sino encontrarse "cada noche con las mismas imágenes de estos actos tan atroces".

"Los actores y yo tuvimos que profundizar y encontrar esas imágenes muy claras y fue como inocularnos el veneno de esa violencia y brutalidad para que en nosotros se genere una especie de antídoto que podamos brindarle al espectador. Pero el veneno tiene que pasar cada noche por nosotros y hemos tenido pesadillas terribles".

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