Cómo envejecer con elegancia

Vida
/ 29 abril 2016

Valoramos nuestra juventud de piel tersa y marginamos a los viejos. Discriminamos a las personas mayores en el mundo de los negocios y en la cultura popular

La semana pasada, estaba sentada con un amiga hablando de la difícil tarea de seguir vivas.
Esta amiga está en diálisis, lo cual significa que tres días a la semana se sujeta a una silla mientras un aparato asume el trabajo de sus riñones deteriorados y le filtra la sangre.

Es cansador y agotador tanto física como emocionalmente, “como si te chuparan la vida”, dijo.
Es tan duro, de hecho, que otro paciente en diálisis que viajaba en su mismo autobús simplemente se dio por vencido un día y dejó de ir. “Sencillamente no podía más”, dijo.

Sin tratamiento y sin ningún sistema de asistencia, vivió apenas una semana.

Valoramos nuestra juventud de piel tersa y marginamos a los viejos. Discriminamos a las personas mayores en el mundo de los negocios y en la cultura popular.

Más aún, la mayoría de nosotros no planeamos nuestra vida pensando en la vejez. Como bien lo expresó Michael Jackson en su entrevista de 2003 con Martin Bashir, creemos que viviremos para siempre.

Con el debido respeto a Jackson, ese plan no le salió tan bien a él. Tampoco nos saldrá a nosotros. Por supuesto, no necesitamos ser macabros con todo esto, pero lo cierto es que nadie sale de este mundo vivo, de modo que lo mejor es que planeemos, ya mismo, cómo es exactamente envejecer con elegancia.

En su libro “New Aging” el arquitecto Matthias Hollwich aborda los aspectos claves del envejecimiento y cómo hacer que resulte mejor en nuestra época moderna.

Quienes viven más tiempo manteniendo a la vez una alta calidad de vida tienen muchas cosas en común –entre otras, una red social vibrante, un estilo de vida activo y una dieta saludable-.

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Nada de esto es información nueva. Tengamos 5 o 50 años, son simplemente normas para una buena vida.

Sin embargo, el libro de Hollwich, con un texto liviano pero con mucha abundancia de gráficos visuales, va más allá. Por ejemplo, escribe que debemos amar la vejez y ver el proceso de envejecimiento como un don. Si la vida es una caja de herramientas, cada año nos permite llenar esa caja con algo nuevo y luego pasar nuestras herramientas a los amigos y la familia.

Aceptar la vejez también significa valorar a nuestros mayores y hacerlos parte de nuestras vidas. Esto es más fácil en culturas que estimulan la vida compartida por varias generaciones y parece estar ganando terreno a medidas que dichas culturas adquieren prominencia en los Estados Unidos.

Otro credo de Hollwich es que nunca hay que retirarse. Señala que retirarse es una de las peores ideas en la modernidad occidental. Retirarse es morir. Nos aísla socialmente, nos quita finalidad y nos roba la estructura y el sentido de cada día.

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Obviamente, quizá no queramos hacer un trabajo de papeleo aburrido o someternos a una rutina diaria en los años del ocaso. Es comprensible. Pero lo que sí podemos hacer es adaptarnos. Podemos consultar. Podemos hacer una transición a un trabajo con horario reducido o ser voluntarios de tiempo completo. Podemos transformar un hobby en un negocio.

Algunas de las personas que más admiro experimentaron un renacimiento en los años más avanzados. Mi abuela tomó un pincel y creó una serie de pinturas al óleo vibrantes dignas de una galería. Conozco a una amiga cuya madre, profesora retirada, escribió y publicó una novela histórica después de los 80.

La participación en la comunidad y en la iglesia puede ser un eslabón clave para la población retirada. Hay algunas iglesias que alientan a las parejas mayores a realizar misiones en el mundo entero o directamente a la vuelta de la esquina, es un gran ejemplo de cómo hacer que las personas retiradas sigan comprometidas y activas.

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Una de las partes más emocionantes del libro de Hollwich aborda la necesidad de vivir junto a la familia. Escribe “Aunque nos mudemos a otra ciudad o país al establecer nuestras relaciones, debemos tener presente que la proximidad es la clave para permitir que los integrantes de la familia se cuiden unos a otros. Si consideramos la posibilidad de mudarnos más tarde en la vida, debemos planear mudarnos más cerca, calibrando la distancia de manera que todos estén lo bastante diseminados como para disfrutar de su independencia, pero lo bastante cerca como para poder estar atentos unos a otros de manera habitual”.

Mi hermano, enfermero de emergencias, dijo que de todo el dolor que ve, lo que más lo afecta es ver a las personas que llegan sin nadie: ni familia, ni amigos, ni un sistema de ayuda.
“Son los que mueren”, dijo. “No tienen motivo alguno para vivir”.
Nadie debería envejecer solo.

Los habitantes de Minnesota se cuentan entre los que mejor envejecen. En mi comunidad, hay una casa de retiro unida por una senda vallada a una biblioteca pública y a la YMCA.
Allí los residentes están integrados a una comunidad vibrante que es a la vez físicamente activa y socialmente sólida. Personalmente, me parece una verdadera utopía del retiro.

Las organizaciones de este tipo no deben quedar reservadas sólo a los ricos y bien conectados en los suburbios de lujo. Debería ser un imperativo moral –la regla, no la excepción.

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