Contratando niños 'El Mono Muñóz' controlaba el norte de México y llevaba droga a Estados Unidos
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Un documento encontrado en la computadora de Muñoz Luévano por la policía española que reseña un “pago a niños” en una de sus hojas de Excel
La Frontera de Estados Unidos con México sigue siendo territorio Zeta. Aunque las autoridades mexicanas han conseguido poner entre rejas a las cabezas más visibles, el cártel ha encontrado vías de supervivencia montando pequeños negocios, empresas, gasolineras y casinos.
Muchos de estos negocios pertenecían al último cerebro contable de Los Zetas, Juan Manuel Muñoz Luévano, alias “Mono Muñoz”, preso en Madrid. De ahí se desprendía toda una maquinaria para tomar el control del norte de México y llevar la droga a Estados Unidos. Y una de las piezas claves de esa maquinaria son menores de edad: adolescentes bilingües, con pasaporte estadounidense y pocas opciones más de futuro en una vida salpicada por la violencia de la frontera México-Estados Unidos.
Los tentáculos del cártel buscan carne joven en ciudades como Laredo, Texas. Reclutan a los menores en las escuelas de secundaria. Si son detenidos, no pueden ser enjuiciados como adultos. Según la investigación a la que ha tenido acceso Noticias Telemundo Investiga, esto es lo que parece evidenciar el “Archivo Mateo”, un documento encontrado en la computadora de Muñoz Luévano por la policía española que reseña un “pago a niños” en una de sus hojas de Excel.
Los Zetas buscan halcones, mulas y también sicarios.
Uno de estos sicarios fue Gabriel Cardona, que pasó cinco años entre los Zetas, el cártel que tomó el control del estado de Coahuila, Nuevo Laredo, Tamaulipas y otras zonas del norte de México durante años.
Cardona empezó robando coches y vendiéndolos en México y terminó ejecutando órdenes a punta de pistola:
“Primero era eso: robar las trocas, y las armas. De repente, hablaron de esa oportunidad de meterte en homicidios”, recuerda en conversación con Noticias Telemundo Investiga.
El joven tiene de 32 años y ya ha cumplido diez de una sentencia a cadena perpetua en la cárcel de máxima seguridad James V. Allred en Whicita, Texas por el asesinato de dos personas. Hoy, al preguntarle qué hubiera cambiado en su vida, su respuesta solo tiene una palabra: “Todo”.
En esta misma frontera, Los Zetas también han encontrado un negocio rentable en la trata de personas migrantes a través del Río Bravo.
“Lo que estamos viendo es una situación muy triste para la gente que quiere hacer este viaje porque están en peligro desde el momento que salen de su casa”, asegura Jason Owens, subjefe del sector de Laredo de la Border Patrol. A Los Zetas se le atribuye la matanza de 72 inmigrantes en San Fernando, Tamaulipas en 2010 y la muerte de otros 10 por asfixia en un camión descubierto en San Antonio, Texas.
Pero Los Zetas buscaron ampliar sus negocios más allá de la frontera mexico-estadounidense. Se expandieron a Europa en busca de mayores beneficios.
Producir un kilo en Colombia cuesta $1,800 dólares. Cuando llega a la Ciudad de México se eleva a $12,000, en Miami ya son $20,000 y en Europa fluctúa entre $60,000 $120,000.
La droga llega en los contenedores que descargan en los puertos europeos dentro de frutas, objetos decorativos, artesanía, e incluso granos de cacao, como uno de los cargamentos de Muñoz Luévano decomisado por las autoridades españolas en el Puerto de Valencia.
“Los Zetas tienen control. Tienen mucha fuerza. Todavía tienen mucha gente trabajando con ellos. Es plata o plomo”, asegura Tim Tubbs, el agente especial del Homeland Security Investigations en Laredo. Y el poder del cártel es evidente.