El hedor de la marginación, desamparo total
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Dos hermanos, hombre y mujer afectados por una enfermedad que les impide valerse por sí mismos, dependen del cuidado de su madre, una anciana de 80 años
Arturo abrió la puerta dejando salir una bomba de aromas entre orines y humedad. Si la marginación tuviera un hedor en particular, sería el de la casa 411 de la calle Emiliano Zapata de la colonia Álamo.
Desconfiado, Arturo se animó a platicar a través de una cortina que se asoma en la puerta principal. Sin una dicción que se entienda por completo, después de varios minutos el hombre con alma de niño estiró la puerta para recibir visitas.
Podría decirse que detrás de la casa roja con puertas verdes, marcada con el número 411 existe una realidad alterna, pero no lo es. La historia de una familia que vive en completo desamparo y al margen de la caridad de la gente, está detrás, es real.
Arturo Segovia y su hermana Socorro viven en una casa sin ventilación en la calle Emiliano Zapata. El piso de concreto permite que Arturo resbale las llantas de su triciclo armado para avanzar, en el que se desplaza. Fue construido por su papá y ha sido una de las pocas alegrías en su vida.
El fétido olor y la situación de Arturo impregnan cada uno de los sentidos, pero es cuestión de tiempo para descubrir el nivel de marginación.
Mientras Arturo repetía una y otra vez la muerte de su papá desde años atrás, el bullicio de alguien más al fondo de la casa se hizo presente.
Las paredes del último cuarto y sus dos colchones impregnados de olor a orina resguardaban a Socorro. Con la punta de sus extremidades retraída, Socorro siguió balbuceando. Su mirada perdida y desconfiada por la visita de extraños terminó por volcar sus esfuerzos en tomar un palo de escoba, éste es su único contacto con el suelo, una enfermedad que ni Arturo sabe el nombre, tiene su cuerpo atrofiado postrado en la cama.
Todo en la habitación de Socorro es rojo, excepto el suelo y los colchones llenos de residuos fecales. De acuerdo con una vecina, la enfermedad de Socorro no le permite controlar sus necesidades más básicas, a sus 40 años. El mal que la aqueja produce el hedor que inunda la casa y deben vivir entre él mientras su madre, de 80 años, trabaja.
La señora Vicenta Rivera, según su vecina, sale en busca de ayuda cada mañana, pide limosna y los achaques de su edad no le impiden luchar por mantener con vida a sus hijos.
Desde hace dos años carga con la responsabilidad de sacarlos adelante, a pesar de que otro de sus hijos, completamente sano, vive a un par de cuadras de la familia.
Arturo apoya a su mamá saliendo cada jueves al mercado que se pone cerca de casa, algunos lo reconocen por arrastrarse sobre un cartón y pedir limosna en el camino.
Desamparados
La familia habría sido separada en una ocasión por el DIF. La señora Vicenta Rivera habría rescatado a Socorro debido a las intenciones de enviarla al Centro Estatal de Salud Mental.
El estado de marginación de la familia los mantiene en el olvido, ya que están orillados a vivir al día, en todos estos años después del luto, no han tenido oportunidad de pedir ni recibir apoyo de alguna dependencia.
DESAMPARO
> La señora Vicenta tiene 80 años. Cuida a sus 2 hijos; ella pide limosna para subsistir.
> El esposo de Vicenta y padre de Arturo y Socorro, falleció hace algún tiempo, motivo por el que la primera tiene que trabajar para sacar adelante a sus hijos.
> Arturo y Socorro padecen diversas enfermedades. La mujer permanece postrada en una cama; el hombre con alma de niño apoya en algunas tareas del hogar.