El libro de todos los moles
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Es la mejor investigación que se ha realizado sobre este platillo que nos define como mexicanos
Sin merecimiento alguno y unilateralmente, tomé unos días de asueto en dos de mis ciudades favoritas: San Miguel de Allende (caray, se habla ya más inglés que español en este bello pueblo) y claro, de pasada, cómo no, Zacatecas. No fui en los días grandes y lerdos de Semana Santa los cuales apenas han terminado, no; por lo general lo hago antes para evitar tanto turista depredándolo todo a su paso. En ocasiones, estos turistas son tan aburridos, que se entretienen a gritos y provocan un ruido infernal en los hoteles donde no pocas veces, no les llaman la atención. En fin, imagino que esto ya me molesta por ser viejo y amargado.
Siempre lo he sido. Decía que anduvo de vago unos días por este par de bellas ciudades y no podía faltar a mi vista a las buenas y dotadas librerías que aquí hay. Libros nuevos y también, libros antiguos y raros, los cuales cuestan más que los nuevos. Se invierte una pequeña fortuna en esto pero en fin, es vicio, pasión, amor, fidelidad. Eso llamado bibliofilia. De un lado a otro y hurgando aquí y allá, hay una nueva librería que se montó en San Miguel de Allende, “El secreto del alquimista.” Librería en la cual no había reparado en mis visitas anteriores. Está en los bajos de una gran casa colonial, con una fachada perfectamente cuidada y acicalada. Sus puertas son de hoja de madera labrada.
Usted entra, es un verdadero paraíso de libros. A esto también contribuye que todo el tiempo tienen encendidas varitas de incienso. Una biblioteca/librería para coleccionistas. Oteando en sus anaqueles, di con un libro del cual tenía la ficha, alguna vez en esta columna la transcribí, pero hoy ya tengo el volumen: “El libro de todos los moles” de Paco Ignacio Taibo I, para ediciones B. Es la primera edición, noviembre de 2003. Ignoro si se sigue publicando a la fecha, pero jamás lo había visto. Hasta ahora que lo adquirí en esta vagancia. Y sí, es el libro definitivo, la mejor investigación que se ha realizado sobre este platillo que nos define como mexicanos: el mole. Verdadera aplanadora de pensamiento, nadie, nadie duda que el origen, la creación de esto que contemporáneamente llamamos “mole” tuviera su origen en Puebla y su vida monástica y conventual, donde las monjas en un arrebato de frenesí místico, mezclaron potajes, yerbas y antojos para dejarnos un platillo digno de dioses.
Hurgando en la historia de México y en sus primeros cronistas, Paco Ignacio Taibo I, retoma las letras de Fray Bernardino de Sagahún en su monumental “Historia general de las cosas de la Nueva España” cuando éste narra de “la manera que hacían los casamientos estos naturales.” Y es aquí, cuando llega la comida de bodas. Dice el fraile: “Hecho esto (el pacto entre las familias), luego aparejaban de comer, haciendo tamales y moliendo cacao y haciendo sus guisos que llaman molli.” Es decir, desde siempre, los guisos llamados “mole” forman parte de nuestra dieta y cocina ceremonial. Ignoro si el libro esté disponible electrónicamente (ahora, al parecer todo se consigue de gratis en Internet), pero sin duda, el libro llegó a mis manos vía sí, ese santo de los fogones, San Pascual Bailón..