El oficio del cantante; Óscar Chávez, lo suyo era la música y guitarra en mano
COMPARTIR
TEMAS
A Issa y nuestra
proclividad por Chávez.
Trovador, recolector del legado musical mexicano de finales del siglo 19 y principios del 20, Óscar Chávez sintetiza el esfuerzo individual –tan invocado como necesario– para resguardar las tradiciones en este País.
Asimismo es la muestra de referencia para aquellos que se dedican a perseguir sueños y, más aún, en esa persecución encontrar definiciones y talentos escondidos.
El personaje era chilango, nacido en la colonia Portales e hijo de un trabajador de la construcción, quien tenía afición por el canto como forma de entretenimiento.
Chávez, antes de la música, se dedicó a varios oficios entre los que se encuentran: oficinista en un banco, administrador en un laboratorio, vendedor de línea blanca casa por casa para la tienda Viana y locutor y productor en Radio Universidad; las anteriores a estudiar Teatro en la UNAM y Bellas Artes.
Aun cuando esta profesión no fue la que definió su carrera, sirvió para la interpretación y soltura en el escenario, sus actuaciones en “Los Caifanes” o “Piedras Verdes” no significaron aportaciones para el cine nacional, sólo lo situaron al lado de personajes como: Álvarez Félix, Sergio Jiménez, Gómez Cruz, brillantes expositores de la actuación.
Lo de Óscar Chávez era la música y guitarra en mano, supo desentrañar los principios del folclore mexicano a través de investigaciones y arduas labores de búsqueda, en especial adaptaciones de géneros olvidados en nuestro País, que después tradujo al gusto de los espectadores modernos.
Graba su primer disco en 1963 bajo el título de “Herencia Lirica Mexicana”, en lo que podemos definir su primera época de ese año y hasta 1972, dominada por canciones antiguas de la tradición mexicana.
Posterior a ello, la segunda fase fue dedicada a la canción de protesta y por último el recolectar lo sembrado con la síntesis de sus grandes éxitos en donde se mezclaron las más famosas canciones tradicionales con las románticas de su autoría, dedicadas a su esposa, la bailarina Raquel Vázquez.
El recuerdo es aún fresco y alentador, el lugar la sala de los Müller Rodríguez y su mágica consola en la que puntualmente los sábados escuchaba el disco de Óscar Chávez: “De Terciopelo Negro”, que mezclaba géneros y también lamentos; desde esa época se fue convirtiendo en uno de mis dos favoritos cantantes y voces más educadas de este País, él y Gualberto Castro.
Comentaba que sus actuaciones nunca convencieron, sin embargo, formaron tributo de dos premios: el Ariel y la Diosa de Plata por “Los Caifanes”.
Como actor participó en 12 películas y dos programas de televisión que lo convirtieron en un artista multifacético que incluyó cine, radio, televisión y canto.
Su estilo refería una persona tímida, difícil de adivinar en lo que pretendía hacer, pero siempre empeñoso en lo que se planteaba.
Más de 100 álbumes de discos son testigo de esa persuasión y sueño. Óscar Chávez siempre supo lo que quería y aparte hizo lo que se le vino en gana con éxito.
Su época de canciones de protesta lo definieron como un ser humano con principios y valores, y fue voz de los desposeídos y crítico de los poderosos en la época del rechinar de dientes y la disciplina en esa dictadura perfecta definida por Vargas Llosa.
“Se vende mi País por todos lados / La tripa, el corazón y sus costales/ Se vende mi País a cuatro vientos. / Su sangre, su sabor, sus alimentos. / Se vende mi País cada momento. / Su hambre, su dolor, su sentimiento. Se vende mi País con todo y gente. / Se vende la palabra independiente. /Yo no lo vendo, no, porque lo quiero. / Yo no lo vendo, no, mejor me muero”, dicta una de sus memorables canciones que junto con : “Por ti”, “Macondo”, “Nunca Jamás”, “Duele”, “Fuera del Mundo”, “Salario Mínimo”, “El Pendejo” y cientos más forman parte de su autoría.
Definir a Chávez como cantante de protesta no es hacerle justicia, fue un cantante pleno que rescató la tradición musical de México tan abandonada, entregó canciones románticas memorables y criticó un sistema con sarcasmo, sacudiendo en parte al mexicano dormido y dominado por su sistema.
En su última entrevista señalaba sobre la inseguridad de su ciudad natal: “Los tiempos cambian y ya no es lo mismo: la vida nocturna de esta ciudad está hecha pedazos –como la ciudad misma, y eso es de una enorme tristeza–, hace muchos años que está de capa caída de la manera más trágica. Aun así, yo sigo con mis asuntos y mis proyectos, haciendo presentaciones tanto en la Ciudad de México como en la provincia, que es lo que más he hecho últimamente. Yo nací en esta ciudad, y con todo orgullo soy gente de barrio, por eso me duele que me la tengan tan lastimada, tan ofendida, como decía Chava Flores”. Que la tierra te sea leve, poeta.