El pianista, ‘lo que jamás debe repetirse’
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Ante la discriminación y el odio todos debemos estar en contra
El 30 de abril de 1945, las tropas soviéticas avanzaron hacia la Cancillería del Reich, al mismísimo corazón nazi y fue ahí, en el bunker de la maldad, donde Hitler ese día se suicidó.
Luego, a principios del mes de mayo, el ejército alemán se rindió incondicionalmente ante los Aliados occidentales y los soviéticos; sin embargo, la segunda guerra mundial aún no concluía, otro genocidio causado por dos bombas nucleares fue lo que puso el punto final a esa terrible guerra. Así, el 14 de agosto de 1945, los japoneses finalmente se rindieron.
PERVERSIDAD
La historia de la guerra se empezó a escribir cuando los nazis se apoderaron de Alemania en 1933, bajo la creencia absurda que los alemanes representaban una “raza superior” y que los judíos, sencillamente, eran seres “inferiores” y bajo este dogma también inicia el Holocausto, el “sacrificio por fuego”, el cual se materializó persiguiendo y asesinado, de manera organizada y sistemática, a los judíos, para ello los nazis crearon más de 400 guetos, en los cuales aislaban a los judíos para luego enviarlos a centros de exterminio para hacer realidad la “solución final”.
Indudablemente, fueron los judíos quienes, principalmente, fueron el blanco de toda la maldad de los nazis, sus historias de sobrevivencia están colmadas del heroísmo de personas que soportaron lo insoportable y que dejaron a la posterioridad lecciones de vida y esperanza.
SZPILMAN
En julio del año 2000, murió Wladyslaw Szpilman cuyas memorias inspiraron la realización de la película “El pianista” (que hace unos días volvía ver), la cual narra la historia de sobrevivencia del pianista Szpilman durante la ocupación nazi en Varsovia.
En esta entrega comparto la tragedia Szpilman con la intención de recordarles a los jóvenes lo que jamás debe repetirse, para decirles que ante la discriminación y el odio -que hoy carcome a México y al mundo- todos debemos estar en contra; ya lo decía Martin Luther King: “nuestras vidas empezarán a terminar el día que guardemos silencio sobre las cosas que realmente importan”.
Las nuevas generaciones siempre deberán de recordar que fueron alrededor de 5.8 millones de ciudadanos polacos los que murieron durante la Segunda Guerra Mundial -incluidos tres millones de judíos-, que en total se aniquilaron seis millones de judíos europeos, que también fueron abatidos 800, 000 gitanos, que 4 millones de prisioneros de guerra soviéticos o víctimas de la ocupación también fueron asesinados y que en esa guerra se perdió toda cordura, toda humanidad, que ese Holocausto aniquiló a más de 60 millones de personas.
Es necesario tener presente a los campos de concentración, la sangre, los gritos, la manera en que se caminaba entre los cadáveres, pero también recordar los gestos de humanidad, valentía, solidaridad y generosidad de tantos hombres y mujeres que ayudaron y apoyaron – inclusive pagando con sus propias vidas - a los más desprotegidos, a los perseguidos, a las víctimas de esa imperdonable cacería.
EL LIBRO
Szpilman escribió en el libro “El pianista del gueto de Varsovia” (Editorial Turapia/2001), su aciaga experiencia el cual fue publicado en 1946, con el título “La muerte en la ciudad”.
Desgraciadamente, el libro fue embargado por las autoridades polacas al considerar que en su contenido se narraban situaciones que no encajaban con la historia oficial del comunismo. La obra permaneció en el olvido hasta 1998.
El autor describe la manera en que, durante los tres años de la existencia del gueto, la población de cuatrocientos mil habitantes se redujo a cincuenta mil, debido a la hambruna, las enfermedades y las deportaciones a campos de concentración y de exterminio.
ARTISTA RECONOCIDO
Wladyslaw Szpilman estudió piano en Varsovia y Berlín. Era conocido como uno de los pianistas más prometedores de Polonia. Tenía 27 años cuando estalló la guerra.
En lugar de huir de Polonia decidió quedarse con su familia, confiando que pronto los aliados pondrían fin a tal infamia.
Pero no fue así, al paso del tiempo Szpilman y su familia fueron desalojados de su apartamento e internados en el gueto de Varsovia.
PÉRDIDA TOTAL
Szpilman describe en su libro la muerte, la crueldad, la degradación del espíritu humano, con pavorosa sencillez, narra el parsimonioso deterioro de su vida, de su entorno, así como las humillaciones sufridas por parte de los agresores y sus compinches.
Es absolutamente impresionante la manera en la cual el autor narra su búsqueda desesperada para adquirir sus alimentos, el agua y el cobijo para protegerse del brutal frío invernal de Polonia.
ASESINATOS EN MASA
Szpilman hace presenciar, sin apasionamientos, realidades atroces: como el niño que al intentar hacer contrabando a través del muro es asesinado a patadas por un soldado alemán; el inválido que es lanzado por la ventana de un tercer piso con su butaca; los asesinatos en masa e indiscriminados en las calles o cómo se divertían los soldados obligando a los judíos ancianos o niños, a punta de metralleta, a bailar en la intersección entre el gueto grande y el pequeño.
También comenta: “los alemanes se habían aficionado a hacer películas y un día agruparon a un cierto número de hombres y mujeres en los baños públicos, les dijeron que se desnudaran y se bañaran en la misma sala, y filmaron la curiosa escena con todo detalle.
Todo esto antes de acabar con el gueto y con la intención de desmentir los posibles rumores sobre la maldad alemana, o para mostrar lo bien que vivían los judíos de Varsovia, o para dar a conocer lo inmorales y despreciables que eran”.
ASOMBROSA SOLIDARIDAD
Arriesgando sus propias vidas, unos amigos polacos de Szpilman consiguen sacarlo del gueto. Estuvo oculto durante mucho tiempo, con la permanente amenaza de morir de hambre, o de frío, o de alguna enfermedad, o de ser descubierto por la S.S.
Szpilman se las ingenió para sobrevivir, permaneciendo solo, escapando intuitivamente del peligro, ingiriendo agua en estado de descomposición, en condiciones infrahumanas en los áticos de una sombría Varsovia reducida a escombros.
Finalmente, un oficial alemán de la Wehrmacht (Wilm Hosenfeld) descubre a Szpilman; al cuestionarlo se percata que era pianista y en lugar de denunciarlo o matarlo, le pide que tocara algo en un piano desafinado que se encontraba en el lugar. Entonces Szpilman interpreta el nocturno en do sostenido menor de Chopin, el alemán queda fascinado, desde ese momento le ayuda a esconderse, le proporciona víveres, una manta y le regala su abrigo. Así, el “enemigo” le salva la vida.
Szpilman sobrevive al último invierno y recupera la libertad con la entrada de los rusos, que como una jugarreta del destino casi lo matan al confundirlo con un alemán por el abrigo militar que llevaba puesto y que le había sido regalado por Hosenfeld. Después de la guerra regresa a su antiguo oficio, siendo reconocido por su talento, pero también por su valentía.
La película “El pianista” es “un canto a la dignidad humana, un grito desesperado frente a la violencia de la sinrazón, un cuadro patético de la desesperación de los inocentes sumidos en la impotencia de la guerra”, y el legado de Szpilman representa una reflexión obligada para las nuevas generaciones que hoy viven en un México convulsionado por la violencia, la discriminación y el odio.
La denominada “solución final” simboliza un recordatorio permanente de cómo el ser humano, bajo gobiernos y líderes totalitarios, antidemocráticos y populistas, pueden llegar a ser terriblemente brutales y crueles; por ello, los orígenes de esa espantosa guerra jamás deben caer en el olvido.
Recomiendo: película El Pianista (2002), de Roman Polański y Web oficial de Władysław Szpilman: http://www.szpilman.net/, escuchar nocturno en do sostenido menor de Chopin.
cgutierrez@tec.mx Programa Emprendedor Tec de Monterrey Campus Saltillo