El último pensamiento en vida siempre es positivo

Vida
/ 4 febrero 2016

Las palabras finales de los condenados a muerte hablan de amor, gratitud y solidaridad

Si supiera que las próximas palabras que pronuncie serán las últimas, ¿qué diría y a quién? Sabemos que es un ejercicio extraño, así que desvelamos un spoiler de los resultados: probablemente, le dedicaría un mensaje de afecto, ánimo y agradecimiento a sus allegados. Esa es su manera de luchar contra el miedo a la muerte, según los psicólogos.

Investigadores de la Universidad Johannes Gutenberg (Alemania) han concluido que las personas que se saben en los últimos momentos de su vida, como condenados a muerte y potenciales suicidas, tienden a usar más palabras relacionadas con emociones positivas que si se encontraran en cualquier otro contexto. El estudio se ha publicado en la última entrega de la revista Frontiers in Psychology.

Según los autores del ensayo, el pensamiento positivo nos aleja de la ansiedad que provoca la cercanía de la muerte. "La conciencia de que el tiempo del que se dispone es escaso provoca que aflore la afectividad con las personas del entorno". Estos son algunos de los mensajes recogidos en la investigación, pertenecientes a los postreros discursos de presos condenados a muerte en Texas:

"Amo a mi familia. Sed fuertes. Cuidaos unos a otros. Sed fuertes. Os quiero. Os quiero. Llegó mi hora. Os quiero. Sed fuertes".

"Estoy en paz […] El odio continúa en este mundo y tiene que parar. Pero yo estoy en paz".

"Me gustaría agradecer a mis padres que han sido mi apoyo en todo momento. Agradezco al pastor Williams por aconsejarme y guiarme. Miro a mi derecha y veo a la familia de [la víctima]. Espero que esto les traiga algo de paz a ellos, a su hijo y a sus seres queridos. He sido un día largo. No es el final, es solo el principio".

En estas declaraciones y notas de suicidio, según muestra otro trabajo de la Universidad del estado de Youngstown (Ohio, EE UU), los contenidos más habituales versan sobre el perdón, las declaraciones de inocencia, el silencio, el amor o el aprecio y el activismo social o político.

La vida era un regalo

Dar las gracias es bueno para la salud, eso ya lo sabemos. Una investigación publicada en The Journal of Positive Psychology añade que los eventos traumáticos como las experiencias cercanas a la muerte y enfermedades graves pueden mejorar nuestra capacidad para ello.

"La reflexión sobre la propia muerte aumenta la gratitud, porque, en ese momento, la persona entiende la vida como un regalo. Realizar este ejercicio podría ayudar a hacer balance de lo positivo y lo negativo y a aumentar el aprecio por la vida", subrayan los autores del estudio, que recomiendan valorar los pequeños placeres.

Un estudio de la universidad George Manson de Estados Unidos también ha observado este incremento de las palabras amables en las últimas declaraciones de los condenados a muerte. Para los investigadores, el resultado de la elección de un discurso luminoso ofrece una idea de cómo responde la mente ante la inminencia de la mortalidad.

Los científicos sugieren que permitir que el condenado a muerte formule sus últimas palabras a sus allegados, público y trabajadores de la prisión, puede ser útil para regular la intensidad de sus emociones y experimentar algún grado de control en los momentos finales de su vida.

Tiene sentido. Según un informe del European Physical Journal, los seres humanos hemos basado nuestra comunicación en palabras positivas para facilitarnos las cosas. “Pese a que los conceptos relacionados con emociones negativas cargan más información, se dan con más frecuencia las palabras que se relacionan con buenas sensaciones, además de que son más útiles para la comunicación”, zanja el ensayo.

Marcharse con buen sabor

Priorizar los buenos recuerdos sobre los malos no es útil solo para condiciones extremas. Pensar negativamente puede ser causa de ansiedad, algo que puede reducirse si aprendemos a no colocar los malos recuerdos en el centro de nuestro pensamiento. En muchas ocasiones, evocamos cosas tristes que nunca existieron, algo que convierte este gesto en algo más nocivo e inútil. Aunque pensar en positivo no tiene por qué mejorar la situación (reconozcámoslo: a veces, el vaso está medio vacío), agarrarse a las bondades del pasado es un modo de rebajar la ansiedad, como detalla Jennifer Lau, investigadora del departamento de Psicología Experimental en una investigación de la Universidad de Oxford. Y en los últimos momentos, lo que menos necesitamos es aumentar la zozobra que nos provoca el adiós.

Por Beatriz De Vera Suárez / El País

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