En la CDMX siguen saliendo a la calle pese a emergencia por coronavirus
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Por diversas razones, en las calles del centro histórico, aún se aprecia una resistencia a cumplir con el mandato de los gobiernos local y federal de quedarse en casa
Por Manu Ureste y Arturo Angel para Animal Político. Fotos: Carlo Echegoyen
Tras el anuncio la noche del lunes del gobierno de la Ciudad de México de la declaratoria de emergencia sanitaria por la pandemia de COVID-19, la capital mexicana continuó ayer con su lento proceso de ‘apagado’.
Bares, terrazas, restaurantes, tiendas de ropa, y plazas comerciales, bajaron la persiana para unirse a los cines, teatros, y museos, que también pararon labores desde la semana pasada, y a las empresas y corporativos que, dos semanas atrás, mandaron a sus empleados a hacer ‘home office’.
Sin embargo, por las calles del centro histórico, uno de los tradicionales termómetros de la capital mexicana, aún pudo apreciarse una resistencia a cumplir con el mandato de los gobiernos federal y capitalino de quedarse en casa para mantener a raya al coronavirus, que hasta ayer martes sumaba ya más de 1 mil 200 casos confirmados y 29 muertos.
“Es que vengo al trabajo” “estoy haciendo unos trámites”, o “voy al banco para ver si ya me depositaron la quincena”, fueron, de hecho, las frases más repetidas por los viandantes de la calle Madero, que ayer registró más afluencia de personas que el lunes de la semana pasada, a pesar de que, a diferencia de hace siete días, muchas tiendas de ropa, ópticas, y restaurantes ya cerraron sus puertas tras la declaratoria de emergencia.
“Salgo porque no tengo miedo al coronavirus”, aseguraba Víctor Martínez, un estudiante de 21 años, que esperaba su turno en una larga fila para acceder a una sucursal bancaria.
“Ya llevo 15 días encerrada en mi casa y aproveché un rato para salir a dar un paseo”, dijo por su parte Graciela, también de 24 años, que caminaba de la mano con su pareja a la altura de la Torre Latino.
“No tengo ni idea de lo que dijo ayer Claudia Sheinbaum”, admitieron por su parte María, Lucía y Raquel, cuando se les cuestionó si conocían las medidas anunciadas ayer martes por la jefa de gobierno, para que la gente se quede en casa.
Ramses, un diseñador de moda de 23 años que caminaba con un helado en la mano que compró tras hacer fila en un “centro de postres”, comentó que sí conocía las medidas decretadas por Sheinbaum y enfatizó que le parecían “muy pertinentes”. Aunque, acto seguido, admitió que su respuesta no era muy congruente con su paseo relajado por la calle en plena emergencia sanitaria. “Prometo encerrarme mañana”, dijo.
Deya, de 24 años, explicó que en la tienda donde trabaja le comunicaron que ya no regresara a laborar hasta el próximo 30 de abril, y que por eso estaba “aprovechando el último día en la calle” tomando fotos a un amigo en la explanada casi desierta de Bellas Artes, en la avenida Juárez.
Mientras que Laura y Miguel, dos estudiantes de ingeniería civil de 23 años que platicaban al amparo que les ofrecía la sombra de la enorme bandera mexicana que ondea frente a la Catedral Metropolitana, dijeron que interrumpieron su encierro para poner fin a su relación, antes de que las medidas de confinamiento puedan tornarse más estrictas y ya no puedan aclarar las cosas en persona.
“Sí estábamos cumpliendo con el confinamiento -enfatizó Miguel-. Pero, como ayer salió lo de la declaratoria de emergencia y que todo el mundo tiene que empezar a aislarse, aprovechamos antes para hablar en persona y darnos un tiempo”.
“A mucha gente le vale el coronavirus"
En la calle Uruguay, las pastelerías y panaderías estaban abiertas. También las tiendas de zapatos, de maletas, de telefonía móvil, y algunos comercios de bisutería y de joyería, donde se apreció a mujeres de la tercera edad probándose pulseras, desoyendo la recomendación del Gobierno Federal de que todas las personas de 60 años para arriba deben de permanecer en casa por ser consideradas población de riesgo por el COVID-19.
En la avenida 20 de noviembre, esquina con el Zócalo, los soportales del palacio del gobierno de la ciudad, habitualmente uno de los puntos más fotografiados por turistas que gustan del estilo colonial del centro, estaban ayer clausurados con bandas de plástico amarillas que impedían el paso.
El Zócalo, aunque no estaba clausurado, estaba prácticamente vacío: a diferencia de la semana pasada, ya no había rastro de los empleados de los restaurantes que vociferan ofertas para ver el Palacio Nacional desde las terrazas, y tampoco había turistas, ni viandantes, aunque en esto también tuvo mucho que ver el intenso sol que, a las tres de la tarde, quemaba a fuego lento la plancha capitalina.
“Ya nos dijeron que la policía va a decir por los altavoces de la alerta sísmica que nos guardemos. Pero la gente no entiende”, lamentó Laura Carvajal, una empleada de la limpieza del Palacio de Hierro que está sobre la avenida 20 de Noviembre, que desde ayer también fue notificada que la tienda no volverá a contar con ella hasta que reabra el próximo 30 de abril.
“Mucha gente salimos a la calle porque tenemos que salir a trabajar”, subrayó Selene, una comerciante ambulante que caminaba por el Eje Central, donde un grupo de artesanos indígenas montaron una improvisada protesta para exigir que las autoridades los apoyen con dinero ante la caída drástica de turistas y de ventas.
“Pero también es cierto que a mucha gente le vale el coronavirus, y por eso no se queda en casa”, matizó a colación Selene, mientras señalaba con la barbilla hacia la lateral del Eje Central repleta de peatones.
A unos pocos metros de donde se encontraba la vendedora ambulante, en la conocida como Friki Plaza, un enorme espacio de videojuegos, una mesera dijo que la plaza estaba “muchos más vacía que un día normal”.
Pero, aunque en varios de los niveles de la plaza se apreciaron, en efecto, pasillos vacíos, en otros niveles decenas de jóvenes jugaban a las cartas y a videojuegos sin respetar las medidas de sana distancia, repetidas una y otra vez por las autoridades sanitarias.
A unos pocos kilómetros del centro histórico, en Reforma, el efecto ‘apagado’ fue más notorio, aunque ya viene de dos semanas atrás, cuando las empresas comenzaron a mandar a sus empleados a trabajar desde casa.
La explanada del Monumento de la Revolución lucía prácticamente vacía.
Nadie fotografiaba a El Ángel, ni a Colón, ni a Cuauhtémoc.
Por las laterales del paseo nadie caminaba, salgo algún ‘runner’ o alguien que paseaba en bicicleta aprovechando la espléndida tarde de sol y de cielos despejados que, paradójicamente, el coronavirus está regalando a la ciudad gracias a una más que notable reducción del tráfico cotidiano.
Y en las inmediaciones de la glorieta de La Diana Cazadora, solo había un par de viandantes que, emocionados, se detuvieron a leer la cartelera de un Cinépolis cerrado que rezaba: “El cine nos enseñó que siempre hay un final feliz. Te vamos a extrañar, cuídate”.
Centros comerciales también cierran sus puertas... Lee la nota completa en Animal Político