Escándalo de Cambridge Analytica "es mi error, lo siento", acepta Zuckerberg

Internacional
/ 10 abril 2018

    El fundador de Facebook fue interrogado sobre la masiva filtración de datos de usuarios relacionada con el escándalo

    El fundador y máximo responsable de Facebook, Mark Zuckerberg, testifica este martes por primera vez ante el Congreso de Estados Unidos para dar explicaciones por el escándalo de Cambridge Analytica y la fuga masiva de datos de usuarios de la red social, un conflicto que se suma y combina con la difusión de propaganda rusa en las elecciones presidenciales de 2016. La imagen de Zuckerberg, de 33 años y paradigma del sueño emprendedor americano, vive horas bajas ante la mayor crisis de esta la compañía. "No hicimos lo suficiente", admitió el empresario a los legisladores, "fue mi error y lo siento", recalcó.

    Hasta ahora, el empresario nunca había comparecido en el Capitolio. La estrella de Silicon Valley, un multimillonario acostumbrado a vestir con camisetas de manga corta, siempre había delegado a sus subordinados la tarea de ofrecer explicaciones a los legisladores, pero estos días se pasea por Washington con traje, corbata y cara de circunstancias. Se encontró con unos legisladores duros, republicanos y demócratas, que le cuestionaron por todo lo ocurrido, así como por la fiabilidad de sus explicaciones. "La naturaleza de estos ataques es que hay gente en Rusia cuyo trabajo es intentar explotar nuestros sistemas y otros sistemas de Internet, así que esto es una carrera de armamento, debemos invertir en mejorar en esto", dijo.

    Una pregunta del republicano John Thune resumió bien el estado de ánimo, una inquietud general: "Después de 10 diez año diciendo que podían haberlo hecho mejor, ¿qué hay de diferente en la disculpa de hoy? ¿Por qué deberíamos confiar en que Facebook hará los cambios necesarios para asegurar la privacidad de la gente?", inquirió. Zuckerberg respondió insistiendo en el aprendizaje de los errores y en que reforzarían los controles.

    El detonante de la audiencia de este martes es el caso de Cambridge Analytica: la consultora tuvo acceso a los datos de 87 millones de usuarios sin que ellos lo supieran, un botín informativo que se utilizó con fines electorales. Sirvió al equipo electoral de Donald Trump para poder conocer mejor y segmentar a los votantes en su carrera a la Casa Blanca, por un parte, y fue explotado por las plataformas partidarias del Brexit en el Reino Unido, por otro. Facebook habló primero de 50 millones de cuentas afectadas, pero la semana pasada elevó la cifra. Además, por boca del propio Zuckerberg, admitió que los perfiles de la mayoría de su ingente comunidad de miembros —2.200 millones— era vulnerable a ataques de este tipo.

    “No hicimos lo suficiente para evitar que estas herramientas se utilizasen también para hacer daño. Eso incluye las noticias falsas, la interferencia extranjera en las elecciones y los discursos del odio, así como los datos privados y los desarrolladores. No tuvimos una visión lo suficientemente amplia de nuestras responsabilidades y eso fue un gran error. Fue mi error y lo siento. Yo empecé Facebook, yo lo dirijo y yo soy responsable por lo que ocurre aquí”, afirma el empresario en su declaración inicial en el Capitolio, según el texto difundido el día anterior.

    Porque, aunque el escándalo de Cambridge Analytica haya provocado estas audiencias, Facebook y otras grandes tecnológicas como Twitter o Google llevan más de un año en el centro del debate en Washington. Las elecciones presidenciales de noviembre de 2016 pusieron sobre la mesa el uso perverso de las redes sociales para difundir informaciones falsas, fomentar la división y -en el caso de la trama rusa- intentar favorecer la victoria electoral de Trump.

    Zuckerberg comparece ante dos órganos del Congreso estadounidense, el Comité Judicial del Senado este martes y el Comité de Energía y Comercio de la Cámara de representantes al día siguiente, miércoles. Sin embargo, ha rechazado acudir al Parlamento británico para dar explicaciones, algo que ha molestado enormemente a los legisladores de Reino Unido.

    La compañía se halla inmersa en una gran crisis de reputación. Las acciones han caído un 14% en Bolsa en las últimas tres semanas, la campaña #deletefacebook ( en español, #borrafacebook) causa estruendo más allá de los efectos reales y algunos analistas creen que la red puede ser objeto de multas millonarias. Mientras, según un sondeo de la plataforma Axios, su popularidad ha caído 28 puntos en cinco meses, el doble que otras tecnológicas castigadas por el conflicto de la propaganda y las elecciones.

    El pasado octubre un directivo Facebook admitió en el Senado que una compañía vinculada al Kremlin llamada Internet Research Agency, ubicada en San Petersburgo, había realizado hasta 80.000 publicaciones en su plataforma entre enero de 2015 y agosto de 2017. Unos 29 millones de usuarios habían tenido acceso a estos contenidos, que se viralizaron de forma que alcanzaron a 126 millones de usuarios (la primera estimación eran tan solo 10 millones).

    Al principio, el fundador de Facebook quitó importancia al papel de la red social en la difusión de noticias falsas. “Creer que influenció las elecciones de alguna forma es una idea bastante loca”, llegó a decir, pero los números fueron haciéndole cambiar de parecer. En paralelo, los servicios de inteligencia publicaron un informe en el que daban por seguro que el Kremlin había tratado de interferir en las presidenciales y que la propaganda a través de redes sociales era una pata de esta estratagema.

    Al margen del mea culpa general, la compañía ha empezado a notificar lo sucedido a millones de usuarios afectados por el robo de datos por parte de Cambridge Analytica. También ha anunciado la creación de una comisión independiente que investigará “los efectos de las redes sociales en las elecciones y la democracia”.

    Las medidas a tomar para evitar el robo de datos, por complejas que parezcan, plantean menos problemas de fondo que lo que las redes sociales pueden hacer para controlar el flujo de propaganda o informaciones apócrifas, un asunto que entra de lleno en la libertad de expresión. La compañía ha alegado muchas veces que no puede convertirse en “árbitro” de la verdad.

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