Futuro blanco para el cáncer negro
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El melanoma es uno de los cánceres más odiados por los oncólogos.
Ricardo Cubedo es especialista en oncología médica y ejerce en el Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda (Madrid) desde 1995, donde desarrolla su actividad asistencial e investigadora.
Actúa como perito ante numerosos tribunales de justicia y sirve como experto para la Agencia Europea del Medicamento. Colabora asiduamente con asociaciones de pacientes y medios de comunicación como divulgador médico. En este artículo vuelca sus conocimientos, experiencia y planteamientos sobre el melanoma.
Julián entra furioso a mi consulta porque lleva casi dos horas de retraso y aun ha de empaquetar el equipaje. Esta tarde planea viajar para participar en una competición con su grupo de baile de salón. A pesar de la que me cae, no puedo evitar sonreír para mí: apenas unos años atrás, este recién jubilado, bailarín aficionado con aspecto de leñador, llevaría muerto mucho tiempo, pero eso él no lo sabe.
Cuando diagnosticamos su melanoma en Puerta de Hierro, el tumor no parecía demasiado amenazador, apenas una mancha oscura tras su oreja izquierda que podría ocultarse tras una moneda de 20 céntimos? sin embargo, ya se había extendido a docenas de huesos, multitud de ganglios linfáticos en el pecho y, lo peor, al cerebro.
En realidad, la primera manifestación de su enfermedad fue una pérdida del equilibrio que le estorbaba al bailar, causada por la gran metástasis en el interior del cráneo, bajo el hueso de la nuca.
El melanoma que a Julián parece importarle menos que el concurso de baile surgió algún día en lo más profundo de su piel cuando un melanocito (las células que se encargan de proporcionar color y bronceado a la piel) sufrió una mutación crítica en su código genético que la llevó, primero, a reproducirse sin parar hasta formar el negro tumor.
El melanoma es uno de los cánceres más odiados por los oncólogos. Ciertamente, la vigilancia de las manchas de la piel permite diagnosticar muchos melanomas en fase curable.
No obstante, su capacidad de diseminación es asombrosa. No hay tumor de esta clase tan pequeño que no pueda sembrar el cuerpo de metástasis. Hasta hace poco, hemos tenido las manos prácticamente atadas cuando esto sucedía.
Los tratamientos de quimioterapia eran pocos y de escasa ayuda. O no funcionaban en absoluto o, cuando lo hacían, apenas alargaba la vida de nuestros pacientes algunas semanas, unos pocos meses a lo sumo. Un enfermo con metástasis en el cerebro no debía esperar vivir mucho más allá de tres meses. Sin embargo, ya hace más de dos años que un TAC de urgencia descubrió el melanoma en el cerebro de Julián.