Genaro García Luna fue socio de la “Narcomami”, jefa del Cártel de Tijuana

Nacional
/ 26 septiembre 2020

Enedina Arellano Félix, La Narcomami -que encabezó el Cártel al caer sus hermanos Benjamín, Francisco Javier y Francisco Rafael- nombró a su pareja sentimental, El Chapito Leal, como su enlace con la gente de García Luna

MÉXICO.- Genaro García Luna, el líder de la guerra contra el narcotráfico en México en el gobierno de Felipe Calderón, estableció una sociedad con la mujer más poderosa del Cártel de Tijuana, Enedina Arellano Félix la Narcomami, que fue más allá del dinero.

La alianza de García Luna, ex secretario de Seguridad Pública, con los enemigos del Cártel de Sinaloa y Joaquín El Chapo Guzmán a través de la Narcomami se consumó en 2010.

Enedida fue convocada para participar en un diálogo de paz propuesto desde la presidencia de México a través de otro capo, Villarreal Barragán El Grande, de acuerdo con el libro El Licenciado García Luna, Calderón y el narco, del periodista J. Jesús Lemus, que se publicará el 1 de octubre.

$!Genaro García Luna fue socio de la “Narcomami”, jefa del Cártel de Tijuana

La Narcomami -que encabezó el Cártel de los Arellano Félix al caer los hermanos Benjamín, Francisco Javier y Francisco Rafael- nombró a su pareja sentimental, Octavio Leal Hernández El Chapito Leal, como su enlace con la gente de García Luna.

Enedida Arellano pagaba USD 100,000 al mes a la Policía Federal Preventiva para que le permitieran al cártel sus operaciones de trasiego de droga en Tijuana, La Paz y Mexicali, dijo una fuente a Jesús Lemus.

Con ese acuerdo monetario, Chapito Leal y la Narcomami tenía a su disposición a todos los elementos de la PFP a lo largo de la península de Baja California y los comandantes regionales entre 2010 y 2012 cobraban en la nómina del cártel. “(Con este pacto) se contuvo la expansión del Cártel de Sinaloa”, que disputaba esa zona fronteriza con los Arellano Félix y para lo que también pagaba a García Luna, quien recibía dinero por los dos grupos rivales.

Pero la sociedad iba más allá del dinero. García Luna pidió a la Narcomami que le entregara a algunos miembros de su cártel, para presumirlos como un logro en la guerra contra el narco.

“Pidió que le fueran entregados algunos objetivos de consideración dentro de esa estructura criminal, a fin de presentarlos ante la opinión pública como resultado de la política oficial de combate al narcotráfico”, dice Jesús Lemus, periodista desplazado por sus publicaciones.

García Luna mataba dos pájaros de un tiro: cobraba fuertes cantidades de dinero y públicamente aparentaba que la lucha contra el narcotráfico rendía frutos.

García Luna, ahora arrestado en Estados Unidos, hasta antes de ese pacto sólo había dado un golpe certero por sí mismo al narco: Detuvo en 2008 a Gustavo Rivera Martínez el Gus, operador financiero del Cártel de Tijuana. “Su eficacia sólo le alcanzó para lograr la detención del Gus”. Un logro que pendía de un hilo por la falta de pruebas que luego fueron fabricadas. Se detuvo a dos personas “ajenas totalmente al narcotráfico, que tuvieron la mala suerte de estar en el mismo lugar y momento de la detención (…) se les utilizó para fundamentar el delito de delincuencia organizada”.

Y pese al pacto con la Narcomami, en el sexenio de Felipe Calderón sólo se arrestó a 65 presuntos miembros del Cártel de Tijuana “la cifra más baja para un cártel mexicano en ese periodo”, indica Lemus con base en cifras oficiales.

El narco en México y la policía federal encargada de combatirlo trabajaban juntos, para los objetivos monetarios y políticos de García Luna.

“El Cártel de los Arellano Félix comenzó a operar como una extensión de la Policía Federal, no sólo en los estados de la península de Baja california, sino también en aquellas entidades donde intentaba extenderse principalmente en Nuevo León y Tamaulipas”, dice Lemus.

Entre los frutos de la combinación de la PF con el Cártel de Tijuana están: la desarticulación de una célula del Cártel de Los Zetas relacionada con la ejecución de 14 mujeres y 58 hombres migrantes centroamericanos en el San Fernando, Tamaulipas.

Otro criminal entregado por Enedida a García Luna fue Manuel Garibay Espinoza, el Mata Policías, un miembro del Cártel de los Arellano Félix que ejecutó al menos a 13 agentes federales.

Y como historia de ficción, Enedida también mató dos pájaros de un tiro con esa entrega, pues cumplió su sociedad con García Luna y se vengó del Mata Policías pues supuestamente trabajaba como sicario para sus rivales del Cártel de Sinaloa.

COMENTARIOS

TEMAS
Selección de los editores