Guillermo del Toro, luchando contra Hollywood

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/ 7 octubre 2015

Hace tiempo que hizo las paces con la industria en la que trabaja, por más que eche de menos los años en los que primaba el autor sobre la franquicia.

MADRID.- Su talla, su voz nasal pero sonora o su afición a cantar en los rodajes hacen imposible que pase inadvertido. Guillermo del Toro (Guadalajara, 1964) se hace sentir. Lo mismo que su obra, una filmografía protagonizada por monstruos que engancha al público y, lo que es más sorprendente, a la crítica. Y sin embargo a este mexicano le puede la cautela. “Aquí”, dice a El País en el corazón de Hollywood, “siempre he hecho las películas que más se ajustan a la cultura popular y he tenido que dejar las más personales para rodarlas en español”. Hasta ahora, porque con “La Cumbre Escarlata”, que se estrena el viernes 16 de octubre en España, cambian las cosas: es la primera vez que narra en inglés una historia de fantasmas con el tono personal de “El Laberinto del Fauno” o “El Espinazo del Diablo”. “¡Y funciona!”, se asombra con ilusión. “He hecho exactamente lo que quería. Y nadie ha tocado nada”, añade, en referencia a la única pesadilla de su carrera, “Mimic”, su primera experiencia con Hollywood, de la que salió escaldado: “Si solo me hubieran dicho a las claras que lo que querían era ‘Alien 4’, yo no la habría dirigido y tan contentos”.

“La Cumbre Escarlata” tampoco fue fácil. Del Toro comenzó a escribir el guión en 2006 y tuvo que pelearse los 44.7 millones de euros que quería de presupuesto y que en pantalla parecen el doble. Además quería una película para adultos, no el típico festival de sangre para adolescentes que gusta en Hollywood, para lo que tuvo que renunciar al 40% del sueldo. “Pero no estoy en esto para comprarme un jet privado”, bromea este reconocido friqui, más interesado en sus juguetes, cómics y DVD. También se le fueron sus protagonistas, Emma Watson y Benedict Cumberbatch, a pocas semanas de empezar el rodaje en Canadá. Una verdadera historia de horror. Se ríe: “Siempre he dicho que el reparto lo escoge la suerte. Me tomo estos cambios con una gran pizca de sal porque solo significa que hay alguien mejor a la vuelta de la esquina”.

Del Toro encontró a Tom Hiddleston y Mia Wasikowska para que se sumaran a Jessica Chastain, a la que ya conocía de la película “Mamá”, que produjo. Así se embarcaron en un filme que, por mucho que al director le gusten los fantasmas, por mucho que haya sentido un par de presencias paranormales, por mucho que el arranque de “La Cumbre Escarlata” esté inspirado en ese día en el que a su madre se le apareció su abuela fallecida, él considera como una historia de amor. “Hablo de un romanticismo gótico, como en la era dorada de Hollywood, cuando horror y melodrama se daban la mano en títulos como ‘Luz que Agoniza’, ‘Rebeca’, ‘Jane Eyre’ o ‘Cumbres Borrascosas’. Un mundo complejo en el que se acepta lo mágico y lo extraño. Yo persigo la belleza, hago arte en un género donde Hollywood solo busca dinero”.

Sus palabras están lejos de ser una crítica. Hace tiempo que hizo las paces con la industria en la que trabaja, por más que eche de menos los años en los que primaba el autor sobre la franquicia. “Es difícil triunfar al margen de las superproducciones y, según envejezco, más me gusta trabajar fuera de ellas”, admite. Por eso busca refugio en sus casas, en Los Ángeles y en Toronto, donde se rodea de libros, juguetes, esculturas de tamaño real de Frankenstein, la niña de “El Exorcista” o “Nosferatu”, y sus películas preferidas, las de Welles, Buñuel, Kubrick y Hitchcock, sus cuatro grandes, siempre a la derecha de esa pantalla en la que ve “de dos a tres películas diarias”.

CONSUMIDOR TOTAL
Del Toro lo consume todo: cualquier episodio piloto de series de horror, crimen, ciencia-ficción o fantasía, libros de arte de victorianos como Grimshaw o románticos como Friedrich o novelas tipo “El Castillo de Otranto”, “El Misterioso tío Silas” o “Grandes Esperanzas”, algunas de las influencias de “La Cumbre Escarlata”. Hay más, aunque, asegura, todas están en él. “Al final, solo puedo culparme a mí mismo o al presupuesto si algo no funciona”, en alusión al paralelismo que algunos trazan entre Del Toro y Welles, una trágica figura con la que se identifica por su silueta y por ser un adelantado a su tiempo por su talento y su lucha artística contra las majors.

De lo “tres amigos” que hace casi una década llegaron a Hollywood, Del Toro es el único que todavía no tiene el Oscar. Alejandro González Iñárritu y Alfonso Cuarón lo han ganado estos dos últimos años y ambos apuestan porque “el gordo” también lo conseguirá. Quizá con el próximo trabajo, del que no suelta prenda después de que viera desmoronarse su adaptación de “En las Montañas de la Locura”, de Lovecraft, y ahora que su filme “Pacific Rim 2” está en limbo. Sabe que como extranjero las cosas son más difíciles en Hollywood. “Eso dalo por sentado”, sentencia. Por eso no está dispuesto a dejar su tierra, su lengua, el idioma de los monstruos con el que produce películas de bajo presupuesto y alta calidad como “La Delgada Línea Amarilla”. “En la actualidad, en España o en Latinoamérica, tienes más de 20 genios a punto de triunfar en lo que quieran. El molde está roto”. © EL PAIS, SL. Todos los derechos reservados.

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