Iñárritu-Lubezki: dos mexicanos excepcionales

Politicón
/ 29 febrero 2016

En nuestro país no solamente existen personas con el talento suficiente para elaborar cintas dignas, sino individuos que poseen capital necesario para financiar los proyectos

México carece —aún— de una industria fílmica cuyos productos puedan competir con las realizaciones del resto del mundo, pero está claro que la materia prima fundamental necesaria para que ésta existiera —el talento— lo hay de sobra. La entrega de los premios Óscar, anoche, dejó clara una vez más la veracidad de la afirmación anterior.

De hecho, la entrega de anoche no hizo sino acrecentar la certeza que las dos ediciones anteriores del más importante galardón cinematográfico del planeta nos habían proveído: los realizadores fílmicos de origen mexicano se encuentran a la altura de los mejores del mundo.

Mención particular merecen quienes ayer hicieron historia, no solamente por alzarse como los mexicanos más galardonados de todos los tiempos por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, sino por haber conquistado un lugar entre los mejores de la industria fílmica del planeta entero: Alejandro González Iñárritu y Emmanuel Lubezki.

El primero conquistó ayer una cima a la que sólo otros dos realizadores habían logrado ascender anteriormente: ganar el Óscar a mejor director dos años consecutivos; el segundo ha llegado aún más lejos: ganó su tercer estatuilla en fila como director de fotografía.

Durante tres años consecutivos un mexicano ha subido al escenario de la ceremonia de los óscares a recibir los premios más relevantes de la industria fílmica y ello debería servir para mucho más que inflamar nuestro espíritu nacionalista y hacernos sentir orgullos.

Porque, como se ha dicho en ocasión de exitosas noches de premiación anteriores, frente a la demostración de talento y capacidad ofrecida por quienes en nuestro País han decidido dedicarse a la industria del cine, lo menos que se esperaría es que las inversiones en este rubro comenzaran a fluir.

Porque en nuestro País no solamente existen personas con el talento suficiente para elaborar cintas dignas del reconocimiento mundial, sino individuos que poseen el capital necesario para financiar los proyectos que incuban los primeros en su imaginación.

¿Cuál es la razón por la cual, a pesar de la evidencia ofrecida por los realizadores mexicanos no termina de emerger una industria cinematográfica que reviva las glorias de la “época de oro” del cine nacional?
La respuesta a la pregunta anterior no es necesariamente sencilla, como no lo es cualquiera que pretenda explicar un fenómeno de carácter social.

Sin embargo, valdría la pena que además de celebrar ruidosamente el éxito que nuestros compatriotas han alcanzado en la meca del cine mundial, todos nos preguntáramos —y preguntáramos a quienes tienen el dinero para hacerlo posible— cuándo van a aparecer en el horizonte los inversionistas que decidan apuntalar el resurgimiento de la industria cinematográfica mexicana.

Es tiempo, sin duda, de que el talento mexicano, además de ser celebrado en el resto del mundo, genere riquezas económicas cuyos beneficios se derramen entre los miembros de la sociedad mexicana.

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