Inmensos mexicanos, hay madera entre los jóvenes
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La obligación moral de buscar los medios y caminos para cultivar y engrandecer talentos y posibilidades
La notica conmocionó a México: justo al cumplir 25 años de haber recibido el Premio Nobel de Química 1995, el 7 de octubre pasado, a los 77 años, falleció el doctor José Mario Molina Pasquel y Henríquez.
Mario Molina, junto con Alfonso García Robles que, en 1982, recibió el Premio Nobel de la paz y Octavio Paz, Nobel de literatura en 1990, pusieron en alto el nombre de México.
Ciertamente, los jóvenes mexicanos tienen la obligación moral de buscar los medios y caminos, que les permitan cultivar y engrandecer sus talentos y posibilidades, tal como esos tres inmensos mexicanos lo hicieron.
¿Cómo convertir los sueños en fecundas realidades? Es cuestión de definición, voluntad y persistencia, pero especialmente contar con la total disponibilidad para mirar hacia arriba y no dejase derrotar.
Se requiere coraje. Un vocablo que ha de ser asumido y practicado millones de veces, durante miles de horas para luchar por sus creencias y sueños.
Molina, Robles y Paz representan una maravillosa victoria silenciosa. Así es, son ejemplos de esa extraordinaria trinidad que forja a los fuera de serie: fe, tenacidad y alegría; la única varita mágica que existe en este mundo para trascender como seres humanos productivos.
ESPERANZA ILIMITADA
Conozco jóvenes que emprenden sus sueños con pasión extraordinaria; muchachos con voluntad y persistencia, que han decidido mirar hacia arriba, que tienen el corazón ardiente, apasionados por conquistar las cosas buenas de la vida.
Jóvenes con liderazgo, que comprenden que ser testimonio moral implica esperanza, audacia, aceptación al riesgo, elección de las “cuestas para arriba” y sobre todo luz y honestidad en la mirada.
CLASES DE PERSONAS
Pensamos que la sociedad genera influencia y actitudes perniciosos hacia los jóvenes; por ejemplo, cuando uno de ellos cae en el despeñadero de las drogas, cuando un grupo de muchachos sufre un fatal accidente a consecuencia del alcohol, cuando un hijo huye de casa sin dejar paradero, cuando un estudiante fracasa en la escuela, cuando un grupo de jóvenes se violenta en contra de sus propias comunidades, escuelas, compañeros y maestros, entonces decimos: esto es provocado por la apocalíptica y perniciosa sociedad.
Es justo pensar que también existe el otro extremo. Es decir, cuando un muchacho destaca en alguna actividad a fuerza propia, cuando un joven se convierte en testimonio para los demás, entonces decimos: esa persona es admirable, pues realmente ha llegado a ser quien es, gracias a su propio desvelo, gracias a que dejó su piel en las rocas que poblaban las pendientes de la montaña que escaló.
En estos casos liberamos a ese joven del yugo y la influencia comunitaria, inmediatamente olvidamos las atrocidades que el sistema social – y educativo - pudo haberle ocasionado. ¡Oh sí! En estos lances, casualmente, no hay villanos colectivos, anónimos, solamente héroes, líderes, con nombre y apellidos propios.
Sostengo: los jóvenes pueden llegar lejísimos si tienen las agallas de posar su mirada en excelsos ideales y levantar las mangas para emprender en pos de sus sueños, y - principalmente - si no se abandonan en el engaño, en el embaucamiento de pensar que lo que son - y serán – es consecuencia de la sociedad, de lo establecido, de la suerte, de los horóscopos o de otros absurdos; olvidando que, fundamentalmente, la libertad personal ejercida día a día, es la causa que los hace ser quienes son y la clase de personas en que, mañana, se convertirán.
ENGAÑO TOTAL
En general llevamos una existencia materialista, egoísta y competitiva, con un ritmo de vida frenética y estresante que nos impide comprender que las cosas significativas, aquellas que valen la pena, no pueden verse ni tocarse, solo intuirse y sentirse.
Este engaño impide ver que las personas, si bien no somos generalmente responsables de las situaciones que vivimos, si somos, en definitiva, dueños de las respuestas que a la vida le damos, dueños de nuestros sueños y actitudes.
Por tanto, es comprensible que convertirse en un joven excepcional, es una decisión personal, jamás imputable al resto de los semejantes y menos al entorno en donde se vive.
Al igual que, convertirse en una persona egoísta, o una infeliz, fracasada, improductiva, llorona o quejumbrosa, siempre es -y será- una elección individual.
ARDUA TAREA
Una de las tareas más difíciles es aprender a ser único, a ser lo que ya uno es. Es necesario reconocer que esta labor se inicia comprendiendo que los humanos, individualmente, ya somos singulares y notables por el simple hecho de ser personas, que solamente requerimos descubrir a lo que hemos sido convocados sabiendo que inevitablemente, de tiempo en tiempo, habrá que padecer y sufrir, sabiendo siempre que en esa jornada contamos con un sostén divino, sobrehumano, ya que de otra forma el viaje sería sencillamente insoportable, imposible o inclusive absurdo.
DOS CLASES
Vivir joven, es como si acabásemos de nacer. Existir en el asombro, como seres recién estrenados. Porque solo así se goza el milagro del sabor de naranja, de la belleza de ese cielo que ya no contemplamos.
Vivir joven es respirar en el presente. No hay manera de ser felices si no lo es siéndolo hoy. La fuga al pasado o posarse en un futuro imaginario es solo eso: inútil fuga.
Martin Descalzo dice que en el mundo hay dos clases de personas: los que valen por lo que son y los que sólo valen por los cargos o las posiciones que en la vida ocupan.
Los primeros están llenos; tienen el alma rebosante. Pueden ocupar o no puestos “importantes”, pero nada ganan realmente cuando entran en ellos y nada pierden al abandonarlos. Y el día que mueren deja un ancho hueco en el mundo y en los corazones de las personas que los conocieron.
Los segundos están repletos como una percha, que nada vale si no se le cuelga encima vestidos y abrigos. Empiezan no solo a brillar, sino a existir solo cuando los nombran catedráticos, embajadores o ministros y regresan a la inexistencia el día que pierden esos tratamientos y títulos, pero el día que mueren, lejos de dejar un hueco en el mundo o en los corazones de sus conocidos, se limitan a ocuparlo en un cementerio.
Los jóvenes que van tras sus sueños, conforman a la primera clase de personas y los mediocres y aburridos la segunda. Los primeros son generosos, los segundos egoístas. Ciegos.
PISA SUAVEMENTE
Disreali sentenció: "el hombre no es la criatura de las circunstancias, sino las circunstancias son las criaturas de los hombres”, tener fe en esta posibilidad, como un fenómeno social y no como una realidad excepcional o individual, es contar con una fe racional basada en la comprensión de la naturaleza del ser humano. Y es esta fe la que hoy requiere México.
Existen jóvenes que viven siempre jóvenes y demuestran, esperanzadoramente, esta personal certidumbre, y son estos extraordinarios muchachos los que, silenciosamente, están cambiando al México ordinario y decadente en el que hoy, desgraciadamente, vivimos y convivimos.
Hay en millones de jóvenes mexicanos – mujeres y hombres – la madera para convertirse en premios de cualquier clase, a pesar del cinismo que impera en nuestro sistema político, a pesar de la desventura que padecen los cielos de México.
Estos jóvenes, como en el poema del otro Nobel de literatura W. B. Yeats, hoy le cantan así a la vida, tal vez para exigirnos vergüenza o entendimiento del descontento y descanto que padecemos en México y nuestra comunidad: “Si tuviera las bordadas telas del cielo tejidas con luz dorada y plateada, el azul y lo tenue y las oscuras telas de noche, luz y penumbra, extendería las telas bajo tus pies. Pero, siendo pobre, sólo tengo mis sueños; he extendido mis sueños bajo tus pies; pisa suavemente, porque caminas sobre mis sueños”.
Mario Molina seguirá siendo un referente, su legado, junto con el de Alfonso Robles y Octavio Paz, son de esos inmensos mexicanos que son fuente de inspiración y superación para la juventud mexicana que está dispuesta a desplegar sus alas para emprender el vuelo.