Intuición: ¿Nos fiamos de nuestro instinto?
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Lo primero que debemos saber es que nuestro cerebro también procesa información de la cual nosotros no somos conscientes
MADRID.-David Asensio Benito es neuropsicólogo clínico, especializado en neurociencia cognitiva. Ha desarrollado su experiencia profesional en el ámbito de la intervención y evaluación cognitiva, focalizándose en neuropsicología infantil, y diseñando programas de evaluación, diagnóstico e intervención en personas con daño cerebral.
Intuición: ¿Podemos fiarnos del instinto?
Te presentan al vecino del quinto, y no sabes bien por qué algo te hace desconfiar de él. Tienes ante ti el último examen del curso y dudas entre dos alternativas, pero algo te dice que la opción B es la correcta. Es probable que alguna vez hayas pasado por algo de esto y no hayas sabido explicar por qué tomaste esa decisión. Ocurre en nuestro día a día: Preferimos algo y no sabemos el motivo.
¿Cómo es posible que estemos convencidos de que una opción es la correcta sin que nada nos lleve a esa conclusión? A veces “el cuerpo nos dice” que la opción que debemos tomar no es la más lógica. ¿Por qué se da este fenómeno? La responsable de todo esto es lo que conocemos como intuición. La intuición es la corazonada de que algo es de una manera determinada, pero no podemos explicar racionalmente por qué “sabemos” que es así. Puede que vivamos la intuición como un conocimiento inspirado por una gracia divina; pero tiene una explicación y, como siempre, está en el cerebro.
Lo primero que debemos saber es que nuestro cerebro también procesa información de la cual nosotros no somos conscientes. Es decir, recoge datos y trabaja con ellos sin que nosotros lo sepamos.
Como explica Lars-Erik Björklund, de la universidad de Suecia, la intuición se forma inconscientemente a través de la experiencia. La información que obtenemos a través de nuestra experiencia vivida, a menudo, nos es relevante a la hora de tomar una decisión.
Por ejemplo, cuando barajamos conscientemente una u otra alternativa, a veces hay “algo” que no podemos explicar racionalmente, pero que nos lleva a inclinarnos especialmente hacia una de ellas. ¿Esto a qué puede deberse? Nuestro cerebro ha tenido en cuenta “sin decírnoslo” detalles importantes que contradicen a la razón. Así se genera el conflicto.
Un día vas a trabajar y, cuando ya estás montado en el coche, empiezas a pensar que tomar la ruta habitual no va a ser una buena idea. No sabes por qué, pero tienes el presentimiento de que debes tomar la ruta que es ligeramente más larga.