La férrea lucha de Luisa por encontrar a su hijo

Saltillo
/ 31 agosto 2018

Fueron seis meses en que Luisa, incansable, se paraba en la Fiscalía de Lerdo. Una semana después de la desaparición de su hijo había puesto la denuncia.

Luisa esperó por la segunda llamada. El 27 de junio de 2010, su hijo Noé Antonio Méndez de 18 años, venía de regreso de ver a la novia, en Torreón. “Siempre me mandaba mensaje o me llamaba cuando salía y a los 40 minutos otra vez cuando iba llegando”, recuerda. Aquella noche recibió la primera llamada, pero no la segunda.

Me quedé esperando. Lo llamé y no me contestó. Me mandó directo a buzón”, relata Luisa. A las 11 de la noche, Blanca, la novia, se comunicó con Luisa para ver si Noé había llegado. 15 minutos después, alterada, volvió a marcar la novia: “me están insultando, que quién soy, que qué quiero, que por qué estoy friegue y friegue”, decía del otro lado del auricular y colgó sin decir más.

Luisa supo entonces que algo pasaba. Esa noche llovió tanto, que el barrio donde vive en Gómez Palacio, Durango, se inundó y no pudo salir a buscar a su hijo.

A las seis de la mañana, Luisa salió a buscar a su hijo. Buscó en la Cruz Roja, hospitales, con la policía. “Mi última idea fue ir al Semefo”, recuerda. A la una de la tarde pisó la Fiscalía en Lerdo, Durango y se topó con madres angustiadas como ella. “Esa misma noche habían desaparecido a otros 10 muchachos en el tramo del Periférico (ruta que conecta Torreón con Gómez Palacio y Lerdo)”, menciona. Unos iban juntos, otros solos, como su hijo Noé que se regresaba en camión.

Enseguida vivió un episodio que la dejó marcada y dolida, como si la hubieran tundido a palos el alma.

-Vengo a buscar a mi hijo –le comentó Luisa a un judicial y describió a su hijo.

-¿Trae fotografías? –le cuestionó el judicial con la voz de cemento.

Luisa mostró una fotografía –la misma que ahora está plasmada en lonas de búsqueda- pero el funcionario no se detuvo a verle el rostro ni un segundo.

-¿Cuántos años tiene? –preguntó el judicial.

-18.

-¿Cuánto mide?

-Entre 1.75 y 1.80.

-¿Cuánto pesa?

-Entre 75 y 80 kilos.

-Se lo llevaron para trabajar señora, no tiene caso que lo esté buscando –concluyó el judicial con el descaro colgando de su voz.

-Necesito saber de mi hijo –le pidió, casi gritó Luisa. El hombre de la Fiscalía se regresó, le arrebató la fotografía y le dijo a la madre: “luego tiene cara de malo”.

No lo hizo en ese momento, pero Luisa después quiso haberle dicho que su hijo era un buen muchacho, que se dedicaba al trabajo. Que había tomado cursos para electricista. Que tenía dos vicios: el futbol y el PlayStation. Que tenía poco que había dejado su trabajo de parrillero, que quería ser baterista y su ilusión era enlistarse en el ejército para ayudar a la gente en las inundaciones.

VIVIR A MEDIAS
Fueron seis meses en que Luisa, incansable, se paraba en la Fiscalía de Lerdo. Una semana después de la desaparición de su hijo había puesto la denuncia. Todos los días llegaba a preguntar, hasta que un día la licenciada que llevaba su asunto, le dijo que ya mejor no fuera.

“Se está arriesgando, nos está arriesgando. Si sale algo le avisamos”, le dijo porque Luisa había denunciado que una camioneta la seguía de su trabajo a la casa.

Después de eso Luisa se desconectó. Cuenta que quedó fuera de sus cabales. En ese tiempo sólo pensaba en dónde estaba su hijo, que le estará pasando, si ya lo habrían matado. “No te dan ganas de levantarte, ni de bañarte ni de nada”, recuerda.

Regresó a la Fiscalía en 2013 y le aseguraron que su expediente no existía, que no había demanda. Que era como si ella nunca se hubiera parado a reclamar. “Me desanimé de todo”, dice.

Durante meses, Luisa sólo compartía la foto de su hijo en Facebook, hasta diciembre pasado que empezó a unirse a la Caravana Internacional de Búsqueda. “Me integré de lleno a la caravana. De ahí para acá no he parado, me voy a exhumaciones, marchas”, platica.

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