La novela de la guerrilla en México
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Hoy es 23 de septiembre, comienzo del otoño y 54 aniversario del asalto al cuartel de Ciudad Madera, Chihuahua; acto que inaugura la etapa moderna de la guerrilla en nuestro país y cuya derrota y fecha diera nombre a uno de los movimientos insurgentes más visibles en nuestra historia inmediata. Este texto pretende un breve abordaje a la insurgencia armada como tema en la literatura en nuestro país
Su estudio es pertinente además, porque los dichos públicos del hasta la semana pasada director del INEHRM, Pedro Salmerón Sanginés, calificando de “valientes” a los miembros del comando armado que intentara asesinar al empresario Eugenio Garza Sada –el 17 de septiembre de 1973- dieron pie a una polémica pública que terminó en su renuncia.
Así, el tema tiene tantas variantes y es tan complejo de discutir, que valdría la pena primero acercarse a la literatura hecha desde el testimonio, la crónica, el libelo, la autobiografía, su crítica y su propaganda, pero -sobre todo- desde la ficción.
1.- Luego del golpe de Tlatelolco, y bajo el gobierno de Luis Echeverría, el estado mexicano mantiene una posición esquizofrénica frente al concepto de la “Revolución”: mientras los caciques de a Universidad de Guadalajara y un presidente que se auto proclamaba “de izquierda” reciben a Salvador Allende en 1972 –quien pronunciaría un discurso histórico– sus fuerzas porriles cancelan los espacios políticos, reprimen y asesinan a estudiantes disidentes del Barrio de San Andrés, quienes con el paso del tiempo conformarán la Liga Comunista 23 de septiembre. Todo lo cuenta un ex miembro de la pandilla Los Vikingos, germen de aquel proceso: el historiador Sergio Aguayo, en su estupendo estudio ¿crónica, testimonio, reportaje? sobre el origen y evolución de la Dirección Federal de Seguridad: “La Charola”.
2.- Un coahuilense es de los primeros autores en contar la guerrilla desde adentro: el lagunero Salvador Castañeda, ex miembro del MAR (Movimiento Armado Revolucionario) quien con estudios en Moscú y entrenamiento militar en Corea del Norte a finales de los 60, y debido a que prácticamente todas las células subversivas estaban infiltradas por la DFS –quien recibía puntuales reportes de la inteligencia cubana- en los años más duros de la represión, es capturado por la Brigada Blanca. Desde el área de presos políticos en Lecumberri, sometido al maltrato y al aislamiento, es capaz de garabatear a pedazos su novela testimonio que ganará el premio nacional de novela Grijalbo 1979, con “¿Por qué no lo dijiste todo?”.
3.- Hay un narrador de la región que hasta donde se sabe, escribe la primera novela en cómic sobre el tema: el tamaulipeco Orlando Ortiz, autor también del acucioso “La violencia en México”. Otro narrador cuasi olvidado, Agustín Ramos publica su versión de la lucha armada y su evidente vínculo con el trauma del 68, en “Al cielo por asalto”(1979).
4.- Pero quizá una de las novelas con una mayor ambición totalizadora, donde se entrecruzan cuatro universos que articulan las últimas décadas del siglo veinte mexicano, desde una postura muy crítica, a veces caricaturesca, pero no por ello menos potente, es “La guerra de Galio” (1991) -título con un guiño erudito a las Guerras de las Galias- de Héctor Aguilar Camín: quien vincula cuatro ejes: la historia, el periodismo, los sótanos de la política mexicana y la lucha armada. La fuga y rescate de un comando guerrillero del penal de Oblatos o el secuestro fallido contra la hermana de López Portillo son recuperados con el rigor de la historiografía y la potencia de la ficción: en la novela –que ciertos rumores atribuyen a una instigación Salinas para desprestigiar a Scherer– los hermanos Jiménez Sarmiento, fundadores y líderes de la Liga, pasan a ser los hermanos Santoyo.
5.- El tema, con la apertura política, irá pasando de lo marginal al cuasi bestseller: de libelos anónimos a serios y abarcadores estudios como “México Armado”, de Laura Castellanos o más recientemente “México herido”, de Fritz Clockner, dos títulos fundamentales de un mismo autor contarán dos guerrillas distantes en su conformación geográfica, política y militar: “Guerra en el paraíso” (1997, Premio de Narrativa Colima), donde el chihuahuense Carlos Montemayor, por medio de una escritura experimental y barroca, recreará la vida, pasión y muerte del luchador guerrerense Lucio Cabañas: desde la matanza de Atoyac perpetrada por la Judicial del Estado, que dará origen a la Brigada de Ajusticiamiento y el Partido de los Pobres, el secuestro del gobernador Rubén Figueroa o los avatares de la Guerra Sucia y el sacrificio final del profesor rural en diciembre de 1974. Dos: “Las armas del alba” (2009), donde el también ensayista retomará un tema más cercano generacional y vitalmente: el sacrificio en Ciudad Madera, Chihuahua, del profesor Arturo Gámiz y sus escasos seguidores, en septiembre de 1965.
CODA:
Hay decenas y decenas de libros, pero hoy el espacio no me da: Posteriormente, el mismo Montemayor, poco antes de su muerte, publicaría uno dedicado sólo a las mujeres guerrilleras “Las mujeres del alba”(2010); “Amargo lugar sin nombre”, del regiomontano Hugo Esteve Díaz, también sobre Ciudad Madera; “El guerrillero”, del lagunero Saúl Rosales, sobre la vida de Raúl Florencio Lugo, sobreviviente del mismo suceso, publicado recientemente. Sobre la Liga, una especie de revisión crítica a su génesis y evolución: “Memoria de la guerra de los justos”, de Gustavo Hirales, ex miembro de la agrupación; la “Antología del cuento guerrillero”, también de Hugo Esteve, recién publicado por la UANL; otro libro de Cuentos: “Volver a Santa Rosa”, del dramaturgo Víctor Hugo Rascón Banda; Acapulco, de Ricardo Garibay; “La Guerra Secreta”, también de Hirales o ya específicamente -sobre el caso Garza Sada- “Nadie supo nada”, del periodista Jorge Fernández Menéndez, y otros tantos más de los que hablaré en posteriores entregas.
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