Lesvy y su amor por la literatura, la filosofía y los viajes

Nacional
/ 9 mayo 2017

La madre de Lesvy, la chica asesinada en los campos de la UNAM, tomó el micrófono durante una manifestación y habló a la multitud, describió a una joven con vocación de trotamundo, políglota en ciernes, que amaba la lectura, la cocina y la filosofía, y quien desde temprano en la vida había tenido que lidiar con dificultades

Lesvy quería estudiar lenguas, le gustaban las artes, la filosofía, la lectura. Gran aficionada a la lectura desde los cinco años, porque decía que quería ser ciudadana del mundo: ‘Mamá, no quiero quedarme. Yo voy a andar por todos lados, entonces tengo que aprender’”

Se supo que el cuerpo de una chica había sido encontrado sin vida en Ciudad Universitaria, la mañana del 3 de abril, y no tardó en aparecer el estigma. Incluso la Procuraduría de Justicia local se permitió sugerir, a través de su cuenta de Twitter, que algo podría haber tenido que ver con la muerte una presunta inclinación por el alcohol de Lesvy Berlín Osorio Martínez, la víctima.

El atrevimiento se castigó con despidos en esa dependencia.

Y luego pasaron unos días y, aunque de las causas de la muerte se ha conocido poco, surgió información que aportó detalles de la vida de esa joven que terminó sus días atada a una caseta telefónica, en las inmediaciones de la Facultad de Ingeniería de la UNAM.

Quién más contribuyó a la dignificación de Lesvy fue, nada raro, su madre, Araceli Osorio.

El viernes 5 de mayo, un contingente de unas dos mil mujeres, entre maestras, alumnas y trabajadoras de la universidad, llegaron hasta la explanada de la Rectoría para condenar el feminicidio y exigir resultados inmediatos a los encargados de la investigación.

De entre ellas salió Osorio. La mujer tomó el micrófono y, hablando a la multitud, describió a una joven con vocación de trotamundo, políglota en ciernes, que amaba la lectura, la cocina y la filosofía, y quien desde temprano en la vida había tenido que lidiar con dificultades.

El padre de Lesvy era extranjero y, aparentemente, habría tenido problemas para demostrar su estancia legal en el país cuando intentó registrar a su hija. No pudo hacerlo. Por eso a la niña la bautizaron como Lesvy, el apellido de su padre.

‘‘Lesvy quería estudiar lenguas, le gustaban las artes, la filosofía, la lectura. Gran aficionada a la lectura desde los cinco años, porque decía que quería ser ciudadana del mundo: ‘Mamá, no quiero quedarme. Yo voy a andar por todos lados, entonces tengo que aprender’”, dijo Osorio en su discurso ante las manifestantes.

Quería andar “por todos lados”. Y sí. Lesvy estudiaba en el CCH Sur, pero decidió dejar los estudios, ponerse a trabajar y vivir con su pareja sentimental. Sus padres estuvieron de acuerdo.

En su discurso, Osorio denunció esa especie de tradición que, de manera automática, adjudica a las mujeres en México la responsabilidad de todo lo malo que les pasa.

‘‘Pareciera que nos gusta sufrir porque así vivimos: vivimos con violencia porque somos tontas, vivimos en la pobreza porque somos flojas, vivimos de la vida fácil porque decidimos o tenemos la necesidad de trabajar u ofrecer nuestro cuerpo. Y entonces nos van creando un mundo donde las mujeres son lo peor. Ni siendo niñas nos salvamos de eso”, dijo Osorio.

Al final de su intervención, la madre de Lesvy exhortó a las asistentes a mantener oídos atentos y voces dispuestas a compartir experiencias como la suya, “no para que lloremos ni nos lamentemos, sino para que sigamos adelante. Para que veamos que no estamos solas”.

“¡Ni una muerta más, ni un feminicidio más en la UNAM, ni en México”, arengó Osorio al final.

La investigación aún no determina cómo ocurrió su muerte pero, al menos se conocen ya, gracias a su madre, algunos detalles de la vida de Lesvy que ayudan a que se desvanezca el estigma.

$!Lesvy y su amor por la literatura, la filosofía y los viajes

HABLA LA MADRE DE LESVY

En la explanada de la Rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México, el pasado viernes 5 de mayo, ante la manifestación convocada por universitarias –estudiantes, profesoras, investigadoras y trabajadoras– para exigir justicia en el feminicidio de Lesvy Berlín Osorio, la madre de la joven improvisó un claro mensaje diciendo quién era su hija, cuáles sus estudios, sus trabajos y sus sueños. Estas fueron las palabras de Araceli Osorio, trabajadora de la UNAM:

Adolfo Gilly

‘‘Mi hija se llama, precisamente, Lesvy Berlín porque, desde el inicio, creo que estaba destinada a otra cosa. Desde que nació, prácticamente, se violó un derecho de ella: a su papá, por ser extranjero, no le permitieron o no nos permitieron registrarla con los apellidos, argumentando que él en ese momento no contaba con su FM3.

‘‘Por esta cuestión mi hija de pronto se llamó Lesvy Berlín Osorio Martínez. Su papá y yo decidimos que llevara el nombre de Lesvy para que no se les olvidara a quienes tenían que ratificar que desde el inicio estuvo presente su padre y que no sólo tenía madre también tenía padre.

‘‘Mi hija, como decía hace un momento, si bien no estaba inscrita había cursado aquí, en el sistema universitario, el nivel de iniciación. Estaba en el CCH Sur. Por decisión propia ella optó por dejar un momento la escuela para dedicarse exclusivamente a trabajar.

‘‘Se separó de nosotros para vivir con su compañero y eso creo que no la estigmatiza ni la convierte en un ser despreciable, como pareciera que quieren hacer parecer no sólo a mi hija sino a muchas, muchas mujeres que toman decisiones porque tienen la capacidad de hacerlo, y que cuentan con el apoyo de los papás.

‘‘No es que seamos permisivos, sino que respetamos la decisión de ellos porque también ellos saben que las decisiones tienen consecuencias.

‘‘Les decía que ella había trabajado en el área de cafeterías; le encantaban los preparados y la cocina. Era muy buena y se había puesto a trabajar porque estaba estudiando idiomas. Tenía conocimiento de varias lenguas, como inglés, francés, italiano, catalán. No era alcohólica ni drogadicta, como se quiere hacer creer.

‘‘Precisamente, si nosotros no habíamos manifestado nuestra inconformidad es porque estábamos en un proceso tratando de entender qué estaba pasando. Quien ha sufrido esto sabe perfectamente de qué estamos hablando.

‘‘Yo lo que quiero recalcar es que no es posible que se siga cometiendo este tipo de abusos por parte de las autoridades, donde las mujeres siempre tenemos la culpa de lo que nos pasa, de nuestra realidad.

‘‘Pareciera que nos gusta sufrir porque así vivimos: vivimos con violencia porque somos tontas, vivimos en la pobreza porque somos flojas, vivimos de la vida fácil porque decidimos o tenemos la necesidad de trabajar u ofrecer nuestro cuerpo. Y entonces nos van creando un mundo donde las mujeres son lo peor. Ni siendo niñas nos salvamos de eso.

‘‘Quiero agradecerles por esta muestra de solidaridad con mi hija. En su momento, nosotros vamos a manifestar nuestra palabra y nos gustaría que de ella se haga eco, porque creo que esa, finalmente, era la ambición de mi hija. Ella no va a poder estar con nosotros de manera física –lo entendemos y estamos tratando de procesarlo y asimilarlo–, pero sí de esta manera.

‘‘Lesvy quería estudiar lenguas, le gustaban las artes, la filosofía, la lectura. Era extremadamente lectora desde los cinco años, porque decía que quería ser ciudadana del mundo: ‘Mamá, no quiero quedarme. Yo voy a andar por todos lados, entonces tengo que aprender’. Creo que ella está con cada uno de ustedes, cada una de las personas que se están manifestando no sólo aquí, sino en otros lugares donde pueden tener otra religión, otro color de piel, otra lengua, y están manifestando su solidaridad con nuestra hija. Porque esto se armó prácticamente de un día para otro y vean la magnitud: cuando queremos hacer algo lo podemos hacer. Queremos que se escuche nuestra palabra y lo podemos hacer.

‘‘Les agradezco infinitamente por este espacio, por este foro. No debe ser la única vez. Creo que es momento para que nos podamos conocer y seguirnos manifestando y entrelazando nuestros dolores, sí, pero también nuestras esperanzas. No podemos ser un pueblo que viva del miedo, sino que tenemos que ser un pueblo con esperanza. Pero con una esperanza real, una esperanza bien entendida, no un eslogan. Yo les pido que no cesen en las formas en que puedan manifestarse, no sólo con la cuestión de nuestra hija, sino con todas las personas que ahorita no tienen voz. Si hay oportunidad de que se pueda crear este tipo de espacios, lo hagamos.

‘‘Van pasando movimientos y parece que el Estado piensa que son momentos: el YoSoy132, los compañeros de Ayotzinapa. Y resulta que no, aquí estamos: está Atenco, están las autoridades independientes indígenas que brotan por todos lados con los gobiernos autónomos. Yo creo que cada uno de ustedes son ejemplo vivo de lo que también era mi hija. Veo sus caras, veo muchas esperanzas y veo que mi hija tenía una misión muy grande y estoy empezando a entenderla. Gracias por ayudarnos, porque a veces se nos olvida que no sólo somos cuerpo y mente; también existe la sensibilidad.

‘‘Perdón que no pueda aportar más, pero lo haremos. Espero que haya oídos atentos y voces dispuestas a compartir estas experiencias, no para que lloremos ni nos lamentemos, sino para que sigamos adelante. Para que veamos que no estamos solas. ‘‘¡Ni una muerta más! ¡Ni un feminicidio más en la UNAM, ni en México, ni en ningún país o rincón del mundo! ‘‘Gracias, muchísimas gracias.’’

 

(Con Información de El Universal y La Jornada)

COMENTARIOS

TEMAS
Selección de los editores