Muere el director de teatro Tomaz Pandur
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Hasta el final, hasta ayer, mantuvo que su mayor y permanente influencia había sido la pérdida de su país.
MADRID.- El eslavo Tomaz Pandur (Maribor, actual Eslovenia, 1963) siempre decía: “Soy de donde trabajo”. Y era de muchos sitios, porque llevaba varias décadas poniendo en pie sus espectáculos por medio mundo. De hecho, la muerte le sorprendió ayer en Skopie (Macedonia) ensayando lo que iba a ser su próximo montaje: una arriesgada y personal visión del shakespeariano El rey Lear, para el Teatro Nacional de esa ciudad, cuya adaptación había abordado con su hermana Livia, con la que siempre trabajaba en estrecha colaboración y a la que el impacto de esta muerte tan inesperada la impedía prácticamente hablar.
Ambos hermanos estaban marcados por los conflictos bélicos en su país de origen, que para él nunca dejó de ser Yugoslavia: “Cuando empezó la guerra fue un cambio radical”, comentó. “Era director del Teatro Nacional en Maribor [de 1989 a 1996] y en una noche cambió el mundo entero, fue una caída de los dioses… Lo peor fue la caída de los valores éticos, morales… Era una película de terror; pensabas que esa pesadilla terminaría en unos días, pero no fue así. Todos estamos marcados, pero el teatro sirve de elemento catártico y unificador”.
Pandur siempre decía que en su teatro había numerosas influencias. Podían ir desde el surrealismo a los libros tibetanos, de la mitología griega a Artaud, pero hasta el final, hasta ayer, mantuvo que su mayor y permanente influencia había sido la pérdida de su país. Aunque en el origen de este fenómeno escénico que fue Pandur está un adolescente que, con 16 años y una pasión por el arte, por el Renacimiento italiano y por el manierismo del siglo XVI, no paraba de montar textos europeos expresionistas, tragedias clásicas y obras de Kafka en sótanos y desvanes.
En su permanente viajar, uno de los países que más le atrajo fue España, donde trabajó en numerosas ocasiones y donde contaba con una actriz fetiche: Blanca Portillo.
Dirigió por primera vez una producción española invitado en 2005 por el Centro Dramático Nacional (CDN). Se sabía de él que la crítica europea y americana no paraba de aclamarle como impulsor de un nuevo lenguaje teatral.
Fue cuando puso en pie su turbadora visión del dantesco Infierno con la que ya impactara en otros países al abordar Divina Comedia. El espectáculo, en versión española de Luis García Montero, supuso una inmersión a modo de viaje iniciático que Pandur hizo a lo más recóndito del ser humano. Allí contó, entre otros intérpretes, con Charo López, Asier Etxeandia y Roberto Enríquez.