Mujeres de Durango señalan a hermano lasallista por presuntos tocamientos

Nacional
/ 3 diciembre 2018

Mujeres señalan a hermano lasallista por presuntos tocamientos

Lerdo.- “Te voy a ayudar con tu miedo a la oscuridad”, le dijo el hermano lasallista Alejandro “G” a Sofía, una estudiante que estaba en el voluntariado de El Salto, Durango, sin imaginar que después abusaría sistemáticamente de ella al igual que de otras cinco jóvenes de la generación 22 del voluntariado en 2016.

De las seis mujeres, hasta ahora Sofía es la única que ha denunciado en la Vicefiscalía de Lerdo, Durango -donde se abrió la carpeta de investigación 6746/18- por el delito de violación en grado de tentativa y a raíz de eso las otras cinco chicas están decididas a dar a conocer su historia de hostigamiento que padecieron.

Sus versiones, dadas a EL UNIVERSAL en exclusiva, coinciden en la forma cómo opera el hermano lasallista para engañarlas, usarlas, sobrepasarse con ellas y describen a Alejandro como un hombre manipulador que se aprovecha de su poder.

El provincial del distrito Norte dijo que el hermano Alejandro está en espera de que haya algo formal y aseveró que como lasallistas están abiertos, igual que la postura de la iglesia. Autoridades de la Vicefiscalía no quisieron dar información sobre el caso.

Actualmente la carpeta de investigación está terminando de integrarse y la familia espera porque se expida en próximos días la orden de detención del hermano. El primer caso Sofía tiene 21 años y no concibe que el hermano Alejandro esté como si nada, mientras ella toma antidepresivos, pastillas para dormir y ansiolíticos a raíz del abuso que sufrió durante la primera parte de su voluntariado de julio a diciembre de 2016. Sofía y su familia tienen historial con la comunidad lasallista. Ella estudiaba la preparatoria en el Instituto Francés de la Laguna (ITL), El Francés, como se le llama al colegio en Gómez Palacio, Durango.

Sus papás llegaron a ser parte de la mesa directiva. De acuerdo al ITL: “El hermano es un hombre que, siguiendo la llamada del Señor, se consagra totalmente a él con los votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia, para dedicar toda su vida y todas sus fuerzas a la misión de educar a los niños y jóvenes. Es, por lo tanto, un religioso educador”. 

El voluntariado consiste en estar casi un año en El Salto, en la sierra de Durango, donde hay muchas comunidades de difícil acceso hasta donde los jóvenes llevan apoyo y catequesis, con la guía de los hermanos lasallistas. Al terminar la preparatoria, Sofía se inscribió para participar en las misiones. Sofía recuerda que al poco tiempo de entrar le habían picado chinches en todo el cuerpo en una misión a una comunidad. “Me salieron ampollas, no podía dejar de rascarme.

El hermano me dijo que me iba a poner Vick para que se me quitara la comezón y me dijo vamos a ‘casa de niñas’(donde dormían las estudiantes voluntarias)”, relata Sofía. El hermano empezó a untarle el ungüento y a la vez le tocaba el cuerpo lo que incomodó a Sofía y trató de detenerlo.

“No pasa nada”, le reviró Alejandro. Sofía le había conado tiempo atrás al hermano que le temía a la oscuridad y con la promesa que le ayudaría a superar su fobia la empezó a citar a las once de la noche en el centro comunitario, un edicio de tres pisos de los lasallistas. En el segundo piso había varios cuartos. Estaba muy oscuro. Sofía temblaba de miedo. “Me dijo que caminara sola por el pasillo, pero de verdad yo le tengo mucho miedo a la oscuridad. Me ponía muy nerviosa. Al nal del pasillo me dijo que necesitaba que me quitara la blusa. Se me hizo raro, no es normal pensar que un hermano lasallista, una persona que ha venido a tu casa, te quiera hacer daño. Estaba oscuro, no pasa nada, pensé”. 

Todo era aprovechado por el hermano Alejandro; si Sofía le contestaba en el día varias veces de una forma que no le gustaba, era el número de prendas que se tenía que quitar cuando tuvieran su “terapia”. “Había un conflicto en mi cabeza. Me sentía mal por lo que me estaba haciendo. Si le decía que ‘no’ se molestaba mucho conmigo, me gritaba. Que no fuera payasa, que él nunca me iba a hacer daño. ‘Chingada madre Sofía, quiero que entiendas que no lo hago porque quiero hacerte daño, es para ayudarte’, me decía”, cuenta Sofía.

En otra ocasión, en una comunidad, el hermano se quedó a dormir con los jóvenes voluntarios en un cuarto. Alejandro empezó a tocar a Sofía, primero la espalda, luego las nalgas debajo de la ropa interior. “Me tocó el pecho y pasó su mano enfrente de mis partes íntimas”, dice Sofía mientras cierra los ojos y es visible su nerviosismo. Cuando cuenta la experiencia apenas puede soltarlo, pausa sus palabras y tiembla como si lo viviera nuevamente. Aquella vez se congeló, no supo cómo reaccionar.

En sus “terapias” en el centro comunitario, una vez le cubrió los ojos con un paliacate y pidió que se describiera en tres minutos para ayudarla en su autoestima. “Cada que te pares, te vas a quitar una prenda y vuelves a empezar”, le indicó. Sofía se fue quitando las prendas hasta que quedó en ropa interior. “Quítate lo que quieras”, le ordenó. Sofía no quería. “No estés con chingaderas, me voy a ir y no te voy a ayudar en nada, no estoy jugando”, le gritó Alejandro. Sofía se asustó y accedió a quitarse el sostén. “Me hacía caminar por los colchones, me decía ‘haz de cuenta que estás modelando’. Me gritaba mil cosas”, recuerda Sofía, quien aún duda si le tomó fotos con su celular. Cuando acabó el voluntariado, Sofía pensó que todo se había acabado.

Pero el hermano Alejandro empezó a buscarla e insistirle que le hablara. “Me mandaba mensaje y me decía que quería hablar conmigo, pero no le contestaba; me preguntaba si me podía marcar y yo le dije ‘hermano, yo ya no tengo nada que hablar con usted, usted ya no está a cargo de mí”. 

Alejandro llegó al punto de hablarle a la mamá de Sofía para llegar a ella, lo cual la armó de valor para contarle lo que había pasado por medio de una carta. No pudo decírselo en persona y todavía le cuesta hablar del tema, pero no quiere que alguien más viva lo que ella padeció y se desenmascare al lasallista. Sus papás hablaron con el director del Instituto Francés de la Laguna, el hermano Carlos Martínez, quien a su vez habló con el Visitador del Distrito México Norte, José Gabriel Alba Villalobos y le pidieron a Sofía que relatara una carta, la cual tardó 15 días en escribirla porque no podía narrarlo. 

Los otros casos Otras cinco muchachas, todas ellas de la generación 22 del voluntariado, coinciden en la forma como operaba el lasallista para engañarlas, aprovecharse y abusar de ellas. Una enfermedad o una lesión eran aprovechadas por el hermano para acercarse a las voluntarias; masajearlas, manosearlas, orillarlas a que se desvistieran. “Perla” -nombre cticio porque pidió el anonimato-, cuenta que ella en una ocasión se lastimó el pie jugando futbol y el hermano Alejandro la quiso “ayudar”.

El hermano le empezó a sobar el pie y después le pidió que se pusiera un short. “Es el músculo, tengo que sobarte más arriba”, le dijo y empezó a masajearle arriba de la rodilla. “Hermano, la lesión es en el pie”, trató Perla de detenerlo, pero él le indicó que le tenía que sobar más y le pidió se quedara en calzones. Perla se sintió incómoda y presionada. “Te voy a sobar la pompi”, le dijo el hermano pero ella se negó. “Ahí no me duele”, lo detuvo. “Me saqué mucho de onda”, dice ahora Perla. “Usó su autoridad, que es religioso. Nunca se interesaba con los niños”, recuerda. 

"Tienes una autoestima muy baja. Yo te puedo ayudar”, le dijo. Le explicó que sería una terapia donde al inicio se preguntaría “para qué”. “Pero te vas a sentir bien”, aseguró. También le dictó la misma regla: “todo lo que hagamos o digamos no puede salir de aquí. Si veo que estás rompiendo la regla me vas a dar permiso de que yo también diga tus cosas”. Al nal, Perla logró evadir al hermano. Empezaba una relación con un compañero voluntario en El Salto y el hermano quiso correrlos. “Nos quería tener muy controlados. Nos quiso correr. Nos dio a elegir quién se iba. Me quedé yo y corrió a mi novio”. A la distancia, Perla recuerda al hermano Alejandro como una persona que le gustaba humillar. Que hacía sentir a los voluntarios de que no eran nada. “A todos nos manipuló y jugó con las mentes. Nos quería asustar diciendo que era la máxima autoridad”. 

Tienes una autoestima muy baja. Yo te puedo ayudar”, le dijo. Le explicó que sería una terapia donde al inicio se preguntaría “para qué”. “Pero te vas a sentir bien”, aseguró. También le dictó la misma regla: “todo lo que hagamos o digamos no puede salir de aquí. Si veo que estás rompiendo la regla me vas a dar permiso de que yo también diga tus cosas”. Al nal, Perla logró evadir al hermano. Empezaba una relación con un compañero voluntario en El Salto y el hermano quiso correrlos. “Nos quería tener muy controlados. Nos quiso correr. Nos dio a elegir quién se iba. Me quedé yo y corrió a mi novio”. A la distancia, Perla recuerda al hermano Alejandro como una persona que le gustaba humillar. Que hacía sentir a los voluntarios de que no eran nada. “A todos nos manipuló y jugó con las mentes. Nos quería asustar diciendo que era la máxima autoridad”. 

Tienes una autoestima muy baja. Yo te puedo ayudar”, le dijo. Le explicó que sería una terapia donde al inicio se preguntaría “para qué”. “Pero te vas a sentir bien”, aseguró. También le dictó la misma regla: “todo lo que hagamos o digamos no puede salir de aquí. Si veo que estás rompiendo la regla me vas a dar permiso de que yo también diga tus cosas”. Al final, Perla logró evadir al hermano. Empezaba una relación con un compañero voluntario en El Salto y el hermano quiso correrlos. “Nos quería tener muy controlados. Nos quiso correr. Nos dio a elegir quién se iba. Me quedé yo y corrió a mi novio”. A la distancia, Perla recuerda al hermano Alejandro como una persona que le gustaba humillar. Que hacía sentir a los voluntarios de que no eran nada. “A todos nos manipuló y jugó con las mentes. Nos quería asustar diciendo que era la máxima autoridad”. 

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