No quiero terminar mi vida sin saber de él: madre de desaparecido

Saltillo
/ 18 septiembre 2016

Mujer busca a su hijo que desapareció hace ocho años

TORREÓN, COAH.- Aurora López Tavares no quiere terminar su vida sin saber lo que le pasó a su hijo Claudio Armando López Tavares, desaparecido hace 8 años en la Comarca Lagunera. 

Claudio tenía 27 años cuando un grupo de encapuchados se bajaron de 4 camionetas y subieron a 4 personas, entre ellas Claudio y un chamaco de 14 años, recuerda Aurora. 

“Íbamos a un festival de la escuela. Estábamos esperando a unos chamacos y nos pasamos a la calle ancha. Caminamos cuando se bajaron los civiles y los subieron”, relata Aurora. 

Era un 3 de julio de 2008. Fue el año cuando empezó a despuntar la violencia en Coahuila: 175 homicidios se registraron ese año según el Inegi y 281 denuncias por desaparición recibió la Subprocuraduría de Personas Desaparecidas de Coahuila, aunque según el Registro Nacional de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED), de ese año siguen desaparecidas 106 personas. 

Íbamos a un festival de la escuela. Estábamos esperando a unos chamacos y nos pasamos a la calle ancha. Caminamos cuando se bajaron los civiles y los subieron”.

Claudio es el hijo más chico de Aurora, madre soltera. “Estaba conmigo y me quedé sola”, cuenta. 

Aurora lo buscó por meses, un par de años; desfiló por hospitales, morgues, ministerios públicos, y siempre se topó con pared. Nunca la atendieron. “Navegué mucho y fue muy pesado hacerlo sola y caí”, relata. 

A la madre le embargó una tristeza que la tumbó. “Llegué al alcoholismo. Lo busqué mucho tiempo y las cosas se pusieron muy mal y ya no seguí”, recuerda la mujer que llegó por primera vez en ocho años, a una marcha o protesta de familias que buscan a sus desaparecidos. 

Se sanó de su alcoholismo, refiere, cuando llegó a una iglesia cristiana. Va con psicólogo y psiquiatra. Asegura quiere estar bien, con fuerza, para seguir buscando a su hijo hasta donde pueda. 

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UN CASO MÁS
Aurora carga con la foto de Claudio, hoy de 35 años. Su hijo era albañil, pero como todos los jóvenes, soñaba con superarse y tener familia; era alegre y amigable. “No andaba mal, no le debía nada a nadie. Era como cualquier joven”, dice la madre. 

Aurora se acerca a las otras familias que tienen un hijo desaparecido. Les dice que es nueva, que nunca había venido, que se enteró que harían la protesta y que se quiso sumar porque no quiere morir sin saber qué pasó con su hijo, el más pequeño. 

Se vino en camión y llegó sola a la marcha que organizaron las familias de Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (Fuundec), quienes caminaron de la Plaza Mayor en Torreón, hasta la Alameda Zaragoza, para exigir la búsqueda de sus hijos desaparecidos. 

Va atrás de la marcha pero siempre trae de frente el retrato recortado de su hijo. Las familias gritan consignas: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, “Moreira, escucha, seguimos en la lucha”… Luego gritan el nombre de sus hijos y todas al unísono exclaman ¡presente! Por primera vez en ocho años, Aurora grita el nombre de su hijo: Claudio Armando López Tavares y todas gritan ¡presente! 

Llegué al alcoholismo. Lo busqué mucho tiempo y las cosas se pusieron muy mal y ya no seguí”.

Arriban a la Alameda Zaragoza y las familias cuelgan las lonas con los retratos de sus hijos. Hay seres queridos que no han vuelto a casa desde 2007. Aurora no tiene lona y pega la foto de su hijo con cinta. La acaricia, la ve, la pega bien. “Era muy joven, tenía la vida por delante”, dice. 

PREPARADA PARA TODO
Aurora cuenta que hay ocasiones en que no lo supera, que siente como una losa sobre sus hombros. “Unas veces lo supero, otras caigo, pero le echo muchas ganas a la vida”, platica. 

Desde que desapareció Claudio, no ha tenido ninguna pista. Tampoco ninguna amenaza, ninguna represalia, ningún recado, una llamada sospechosa. Nada. “Haga de cuenta que no pasó nada”, resume. 

Menciona que hay familias que reciben represalias o amenazas porque buscan a sus hijos, algo que antes le detenía porque todavía tiene dos hijos. Ahora, dice con convencimiento espartano, no tiene ningún miedo ni temor. “Sea lo que sea quiero saberlo”, aclara. “Si vive o no pero quiero saber de su paradero”. 

Aurora tampoco quiere represalias, no quiere castigo, no siente venganza contra nada ni contra nadie. Ella sólo quiere saber lo que pasó. Quiere saber dónde está su hijo, vivo a muerto pero saber de él. “No quiero irme sin saber de él”, repite como si fuera una promesa de vida. 

A veces, dice, se siente cansada, otras veces siente que no avanza, que no llega a ningún lado, siente que se le acaba el tiempo. “Ya no aguanto, pero no quiero terminar mi vida sin saber de él. Estoy preparada para lo que ‘haiga’ sido”. 

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